Entrevistamos a Santiago Paredes, pintor autodidacta argentino.
¿Cómo incursionaste en el arte?
Siempre tuve un interés muy grande por la representación bidimensional. Dibujo por motus propio desde chiquito. También toco la guitarra, pero por más que ese sea un medio musical lo entiendo gráficamente. Creo que la raíz de mi entendimiento común es gráfica. Es mi manera de codificar la información.
¿Por qué creás?
Por necesidad; es una actividad que me tranquiliza y me lleva a una autosanación. Yo expulso una imagen cuando tiene un tamaño que ya no puede seguir adentro mío.
¿Qué es la creatividad?
Para moverte por la calle, tomarte el bondi… tenés que ser creativo. No podés hacer las cosas mecánicamente sin ningún tipo de reflexión. Nunca tuve una resistencia a ser creativo: me cultivé en la música, el dibujo y la pintura. El dibujo es importantísimo. Para mí, una resolución gráfica de cómo ponerte un chaleco salvavidas y Las Meninas de Velázquez en algún punto son lo mismo. Se trata de cómo conducir una idea hasta el límite de la forma para que ésta sea tan filosa que atraviese y capte toda tu atención. Tiene que ver con la inteligencia de la forma, una inteligencia que no tiene que ver con su complejidad.
¿Cómo surge Galería Moria?
Yo vivía acá hace un tiempo. Después me mudé y pude abrirlo al público: es a la vez galería, taller y sala de ensayos. Ésta es la tercer muestra, antes hubo una una del escultor Cristian Porchia y otra del dibujante Lucas Toro. En agosto, junto con Tatá Timbó, Quorum, Big Sur, Urquiza y un par de galerías más, vamos a hacer una feria de publicaciones independientes y arte en pequeño formato. Queremos evidenciar este circuito ya existente.
¿En qué consiste esta muestra?
Copyleft es la cultura sin derechos de autor. La llamé así porque todas las imágenes fueron inspiradas en una solución gráfica que alguien ya hizo antes. Por ejemplo, Rolinga surge un grabado de un libro de ilustración de principios de siglo. Todas las obras que están acá son experimentos sobre otras imágenes pero con este tipo de resolución, haciéndolas contemporáneas. Opio –la imagen de un chico verde durmiendo- tiene que ver con Opio, diario de una desintoxicación de Jean Cocteau. En sus diarios había dibujos de líneas increíbles que me re flashearon y que siempre transporté conmigo. Son todos dibujos bidimensionales con uno o dos colores que a través de un aglomerado de líneas muestran una situación específica. Son imágenes generadas desde un pensamiento plástico, llevadas hasta cierto extremo a través de la escala.
¿Estas imágenes son traducciones de situaciones o parten de algo conceptual?
No las pienso conceptualmente, sino que recibo información y la decodifico. Es como un mensaje que me queda grabado en la retina, por eso son como esquemas. Sí hubo una búsqueda del tono en el que se iban a recibir las pinturas. Hay un entorno alrededor de los cuadros que tiene que ver con cómo yo vivo y trabajo. Por eso las obras son muy austeras; sólo de líneas, en blanco y negro o un color sobre ese blanco que ya es una textura en sí. Traté de que los elementos sean de por sí conductores emocionales y sobre eso volcar la imagen. La idea de tono es muy importante, porque vos podés tener una pintura que está buenísima, correcta, con un montón de elementos, pero quizá hay una cuestión en el humor que expele que no está acabado.
¿La idea de usar telas poco convencionales como bastidor cómo apareció?
Fue un poco por accidente y, a la vez, no; porque siempre estoy buscando. Hay un montón materiales que de por sí son muy hermosos. Compré esta tela con la idea de prepararla para pintar, pero no funcionó. Fue ahí que me encontré con que el otro lado era genial. Había algo seductor en ese blanco y era super conductor. Empecé a dibujar con unas barras de crayón y marcadores y quedaba buenísimo. Quería transportar un poco esa idea de encontrar algo hermoso en lo simple. Para la muestra usé papel madera, tela de tapicería, crayones, marcadores… Recién una señora me dijo que eran muy ingenuas todas las obras, lo cual me llenó de amor. Me cabe eso; generar cierta pureza…pero ironía también. Vos ves las sillas de Dublín y son sillas. Sólo que están puestas de cierta manera que tienen un efecto gráfico. Veo la artificialidad en la producción cultural y es shockeante. Por eso traté de crear una imaginería de cosas que a mí me significan. Algo cero careta, como una reunión íntima de amigos.
¿Produjiste para esta muestra o es material que tenías de antes?
Estas son todas obras que hice en el verano del 2015, en un taller que me prestaban. Y con la creación de Galería Moria este año, decidí hacer la muestra.
¿Exploraste lo editorial?
Edité El coso que flota, un libro de dibujos míos. Y estoy ilustrando una entrevista al escritor argentino Ortiz, con dibujos que son conglomeraciones de líneas que hacen las veces de un paisaje. Además, tengo un emprendimiento editorial con unos amigos que radica en hacer ediciones facsímiles de dibujos. La idea es generar material, que la información fluya y sea más accesible para todos de forma analógica.
¿En qué estás trabajando actualmente?
Estoy trabajando en ikebanas, que son arreglos florales japoneses. Los hago, les saco fotos y los pinto. En paralelo estoy haciendo unas pinturas de la escena disco gay de los 70’s. Parto de fotos de discotecas que boceto en Photoshop. Después reemplazo cada forma por un color, las imprimo y las pinto. Todo esto formará parte de una muestra el 15 de octubre, en el taller-galería Yapeyú de Boedo.
Un libro: “La historia secreta del disco. Sexualidad e integración racial en la pista de baile.” de Peter Shapiro (2012)
Una peli: Aquiles y la tortuga de Takeshi Kitano (2008)
Un músico: Aretha Franklin