Marcel Duchamp se mira sobre un vidrio espejado y un par de ojos le devuelven la mirada. Contempla su rostro alargado de nariz recta y labios finos, observa el sombrero con diseños geométricos, el abrigo que le cubre el cuello y sus manos delicadas. Pestañea. Y al abrir los ojos, Duchamp ya no es Duchamp. El espejo ha pasado a ser una fotografía en blanco y negro, un retrato inmóvil que Man Ray inmortalizó en 1921. Y Duchamp, que ya no es Duchamp, se ha visto transformado en una figura femenina: la célebre Rrose Sélavy.
Esta mujer nació en 1920 en Nueva York. El artista había tenido la idea de cambiar de nombre y, de paso, cambiar de religión al elegir uno judío, pero como no encontró ninguna opción que lo atrajera optó por cambiar de sexo. Ya en su denominación, Rrose Sélavy es fruto de un ingenioso juego de palabras, uno de los tantos que encontramos a lo largo de la trayectoria del artista. Lo interesante es que este personaje no se limita a quedar inmortalizado en una fotografía sino que actúa como alter ego de Duchamp. Si bien no aparecía vestido como Rrose en fiestas neoyorquinas y su imagen solo quedó retratada en algunas de las pocas fotos que tomó Man Ray, su nombre fue utilizado muchas veces por Duchamp para firmar obras y sus frases fueron citadas en revistas de la época.
En general las obras firmadas por Rrose son ready-mades intervenidos. En 1921 aparece Bello aliento-Agua de velo (Belle Haleine-Eau de Voilette), un frasco de perfume al que se le ha agregado un retrato de ella y el símbolo de una R (invertida) y una S. Poco tiempo después, en el mismo año, realiza ¿Por qué no estornudar Rrose Sélavy?(Why Not Sneeze Rrose Sélavy?), una jaula de pájaros con bloques de mármol que simulan ser cubos de azúcar, junto a un termómetro de mercurio, un esqueleto de pescado y un pequeño plato de porcelana. La obra encargada por Dorothy Drayer (hermana de una amiga de Duchamp) busca asociar el mármol frío y el resfriado que aparentemente tenía esta mujer, a la vez que juega con la idea de los pesos: los cubos se ven como livianos terrones de azúcar que, al querer levantarlos, revelan el peso del mármol.
Estas dos obras permiten ver ciertos aspectos que son centrales en la producción artística de Duchamp. En primer lugar, el erotismo se observa en ¿Por qué no estornudar? El título de la obra permite asociar la idea del estornudo con un orgasmo, dos cosas que la sabiduría popular entendía como similares. Además, tanto el estornudo como el perfume contenido en la botella de Belle-Haleine pueden ser pensados como cosas que se expanden desde un centro hacia afuera. Al igual que el florecimiento de una rosa, la expansión no implica sólo un movimiento en el espacio sino también el despertar sexual.
Por otro lado, la noción de expansión nos lleva a otro factor fundamental: el interés de Duchamp por la cuarta dimensión. En un sentido espacial, ésta puede entenderse como una nube que se abre y extiende sobrepasando la tríada alto, largo y ancho. Un adentro hacia afuera que se expande como el estornudo, el orgasmo y el líquido aromático que contenía el frasco de perfume.
El historiador del arte Craig Adcock hace notar que si un objeto de tres dimensiones da una vuelta por la cuarta dimensión “vuelve revertido especularmente e invertido de adentro hacia afuera”. Este es el mecanismo que opera en la R espejada del perfume pero también es el modo de ver la otra dimensión de Marcel Duchamp: él mismo, transpuesto y trasvestido en una mujer. Lo erótico y la cuarta dimensión se asoman delicadamente en la obra de Duchamp escondidos detrás del velo de la imagen y el lenguaje. Escondidos como se esconde Eros en el espejado anagrama del nombre Rrose.
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