Mi felicidad al entrar al taller de Paz Tamburrini no tiene palabras. Ni bien subo las escaleras, a mi derecha, veo un escenario de papel repleto de pequeños personajes. Al fondo, una prensa de tórculo delata su oficio de Grabadora. Cada recoveco es una oda al papel y sus infinitas posibilidades. Paz se recibió como Profesora de Bellas Artes con especialización en Grabado en el Instituto Santa Ana, donde en la actualidad dicta clases. También realiza talleres de ingeniería en papel para grandes y chicos en los que explora técnicas como el pop-up y el kumitate. Las estanterías desbordadas de volúmenes de arte e ilustración son prueba indiscutible de su amor por los libros así como lo es el Máster en Libros y Literatura Juvenil e Infantil que está cursando en la Universidad Autónoma de Barcelona. Publicó cuatro libros: De adentro a más adentro (2017, Editorial Botella al mar), Mi reino (2015, Editorial La Brujita de Papel), Historias invisibles (2015, Editorial Gerbera) y Dormir en el medio (2015, Editorial Biblos). Este último fue ganador de una mención honorífica otorgada por la Fundación El Libro. Tamburrini no para, y ya tiene tres publicaciones más en camino: dos ilustradas con personajes de papel (escritos por María Laura Dedé y fotografiadas por Uri Gordon, que serán editados por Editorial La Brujita de Papel) y una enciclopedia de animales. Cada recoveco del taller esconde un sinnúmero de artefactos de papel; desde juguetes y pequeños teatros hasta libros objetos y desplegables. Y el bonus track: un té inglés con galletitas esperando en la mesa. Se me fue la lluvia de viernes del alma.
¿De dónde surge tu interés por el libro como objeto?
Siempre me gustó el libro en todas sus formas, más aún cuando escapa al formato tradicional, cuando no parece un libro. Me alucina que el soporte sea el disparador del relato y forme parte de él, en vez de sólo contenerlo. Enzo Mari y Bruno Munari fueron precursores del libro-juego, que genera distintas dinámicas para inventar historias. Te van quedando distintas secuencias, entonces la narración va cambiando. De hecho, el estudio que estoy haciendo para el final de máster tiene que ver con el formato del libro.
¿Qué analizás en ese estudio?
Me interesa ver qué pasa cuando la materialidad participa de la narrativa o del sentido general del libro, y lo que sucede entre el lector y este espacio físico que se invade cuando el libro rompe las fronteras de su soporte. Es algo que también me gusta enseñar a mis alumnos: que las historias pueden surgir de lo que tengo en la mano, de un formato. Muchas veces los libros pop-up se comen la historia o simplemente no aprovechan este recurso para contar.
¿Cuándo empezaste a realizar ingeniería en papel?
El primer taller de pop-up que hice fue en el 2010, con una docente compañera del colegio, para aplicarlo a nuestras clases de ciclo básico. A partir de ahí quedé enganchadísima y empecé a investigar: desarmaba libros para ver cómo estaban hechos, veía tutoriales y trataba de encontrar más cursos para seguir aprendiendo. No soy tanto de seguir instrucciones; me gusta más jugar. Por eso, por ejemplo, prefiero el kumitate –módulos que se combinan– al origami, que es más guiado.
¿Y de qué manera incursionaste en el calado de papel?
Primero intervine mis estampas de grabado con bisturí y después, directamente calé sobre el papel y empecé a utilizar otras herramientas de corte como agujas de coser, agujas colchoneras, punzones de tarjetería española y objetos que ejercieran presión sobre el papel. No sé si hay un método… lo que hago es probar cosas, mezclar técnicas.
Hay una mezcla de lo analítico de la ingeniería con lo expresivo del calado…
Es que me gustan las dos cosas. El calado está más relacionado con las artes plásticas, es más visceral. Nadie me dice lo que tengo que hacer, soy libre. Hago formas, me olvido de todo, calo, calo, calo… y después compongo. Pero no parte de una necesidad de expresar algo en particular sino más bien de una pulsión, de algo que necesito sacarme de adentro. Es más intuitivo. En cambio, en la ilustración o con los juguetes de papel sí hay una necesidad de comunicar.
¿Cómo es tu proceso al ilustrar?
Es bastante mental. A veces tardo mucho tiempo en pensar la idea, el concepto, pero una vez que la encuentro lo hago rápido.
¿Cómo es tu espacio de trabajo? ¿Es el caos o el orden?
Es ambos, el caos y el orden. Cuando voy a hacer un proyecto pruebo cosas; paso del lápiz al papel, de la acuarela a la guache. No me gusta repetir lo que ya hice, soy más del experimento. Así que siempre está explotado. A veces no hay tiempo para ordenar entre proyectos y tenés que seguir de largo. Pero es muy cansador cuando pasa eso porque no me permite empezar de cero.
De todas esas técnicas, ¿hay alguna que prefieras?
En Bellas Artes vas pivoteando por un montón de técnicas y expresiones y aprendés que no siempre se dice de la misma manera. Cada técnica, cada material o herramienta te da algo distinto. El trazo que hago con la tijera o el bisturí es diferente al del lápiz: cuando dibujo, las líneas son muy orgánicas y desprolijas. El calado es mucho más controlado. Y, a la vez, el trazo es el mismo porque soy la misma persona.
¿Escribís?
¡Escribir me da pavor! Ahora estoy cursando en el máster una materia que es, justamente, escribir para niños. Espero que eso me ayude a animarme a escribir porque creo que es algo muy necesario. Es una deuda que tengo conmigo; cuando era chica hacía un montón de poesía y cuentos. De hecho realicé el guión visual y el relato de Historias invisibles pero no me atreví a escribirla. Por eso la convoqué a Liza (Porcelli Piussi) que, además, tiene un sentido del humor muy lindo. (Luis Felipe) Noé, un dibujante que amo, dice “la línea piensa y el color adjetiva”. La pintura puede marear un poco, pero la línea es directa. Es la desnudez total. Y escribir… ¡es más que la desnudez! Ni siquiera escribo en secreto; lo tengo bloqueado.
¿Cuál es tu objetivo como profesora?
A los padres de alumnos particulares les digo lo que les decía a las directoras de los colegios: “no esperes de mí un producto terminado.” No apunto a eso; trabajo con el proceso del chico. Me interesa que el niño ame lo que hace, que se relacione con esta manera de pensar la vida. Y que sea una herramienta para después. El poder decodificar las sensaciones que produce el arte le aporta a los chicos la sensibilidad necesaria para disfrutar del mismo. Y la única forma de fortalecer esta mirada más atenta y perceptiva del arte es mediante el hacer. Me parece que el éxito de los libros para pintar para adultos radica en esta necesidad de contacto con lo artístico. Y creo que la pérdida del mismo es una falla de la escuela que nos tocó a nosotros.
¿Cómo es el panorama actual de la enseñanza primaria institucional?
Desde lo que es el diseño curricular y las movidas nuevas de pedagogía e innovación pedagógica, se plantea trabajar el arte no sólo desde un recorrido por las técnicas o los autores sino como herramienta de aprendizaje. El dibujo muchas veces es un camino para entender las cosas. Se trabaja desde la experimentación, la expresión y el niño como sujeto de su propio aprendizaje. Hoy en día las consignas son más abiertas: son un disparador a partir del cual cada uno puede hacer algo distinto. Me parece más interesante el rol del docente como propiciador de cosas que como alguien que solo baje información.
¿Qué te inspira?
Me inspiran los pequeños hallazgos con cosas muy simples, como cuando la gente saca magia de un papel. Además de la naturaleza, las plantas y los insectos.
Describite en tres palabras.
Curiosa. Inquieta. Lúdica.
¿Tenés un favorito dentro de tus proyectos?
Dormir en el medio, un libro de poesías de Ani Mestre. Trabajamos con gofrados y relieves, en papel blanco. Fue muy especial para mí porque se mezclaron muchas cosas a la vez: el libro de artista, la ilustración de poemas y la posibilidad de trabajar en la producción del libro. Se hizo una tirada por imprenta y después una de libro de artista, donde intervine cinco o seis con calados. El diseño gráfico lo realizamos con Leticia Kutianski. Fue muy lindo el proceso de producción: íbamos a la imprenta y le consultábamos al imprentor cómo traducir mis gofrados a la producción masiva. Y después, mi favorito total son los juguetes de papel de Pizzini.
¿Cuál es, para vos, el mayor desafío?
Desde el año pasado estoy desarrollando libros-juego o libros con formatos no tradicionales. Un desafío sería poder publicarlos. Es muy difícil porque la producción es compleja y cara pero estoy viendo cómo entrar en ese mundo… ¡hay que probar!
¿Qué nos recomendarías?
Un libro: Cuando el mundo era joven todavía de Jürg Schubiger, ANAYA, 1996.
Dos ilustradores: Dorte Karrebaek (Dinamarca, 1946) y Lothar Meggendorfer (Alemania, 1847–1925).
Un historietista: Winsor Mac Cay (EEUU, 1869–1934)
Dos artistas: Elsa Mora (Cuba, 1971) y Matthew Shlian (EEUU, 1980)