La experiencia del minimalismo: Norberto Gómez en el Bellas Artes

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La experiencia del minimalismo: Norberto Gómez en el Bellas Artes

Hasta el 23 de diciembre se podrá visitar en el Museo Nacional de Bellas Artes la exposición Norberto Gómez. Esculturas, una retrospectiva que invita al espectador a sumergirse en la escultura abstracta y vivir la experiencia estética del minimalismo.

La sala de ex­po­si­cio­nes tem­po­ra­rias del Mu­seo Na­cio­nal de Be­llas Ar­tes se apa­re­ce ante el es­pec­ta­dor en toda su am­pli­tud. Con solo un ta­bi­que di­vi­so­rio que ape­nas obs­ta­cu­li­za la vi­sión, el ojo es li­bre de va­gar por todo el es­pa­cio. La blan­cu­ra de la sala y la ven­ta­na abier­ta al ex­te­rior en ple­na tar­de de pri­ma­ve­ra le dan al am­bien­te un aire diá­fano y lu­mi­no­so. El ojo mira y la per­so­na ve: se en­cuen­tra ro­dea­do de ob­je­tos, en su ma­yo­ría blan­cos, si­tua­dos so­bre el piso. Al­gu­nos no mi­den más que al­gu­nos cen­tí­me­tros, por lo que hay que aga­char la ca­be­za para mi­rar­los. Otros, un poco más al­tos, re­quie­ren lle­var los ojos ha­cia arri­ba. To­das las obras in­vi­tan a mi­rar con aten­ción, a des­en­tra­ñar la sim­ple­za que apa­ren­tan, a re­co­rrer sus for­mas y des­cu­brir las me­ta­mor­fo­sis que se ge­ne­ran al mo­vi­li­zar­se por el es­pa­cio. Es­tas son las obras que pre­sen­ta la ex­hi­bi­ción de es­cul­tu­ras de Nor­ber­to Gó­mez en el Mu­seo Na­cio­nal de Be­llas Ar­tes.

Las trein­ta y cin­co pie­zas que van a es­tar ex­pues­tas has­ta el 23 de di­ciem­bre for­man par­te de la pro­duc­ción re­cien­te del ar­tis­ta. Sin em­bar­go, diez de ellas son re­ela­bo­ra­cio­nes que re­crean obras de fi­nes de los años se­sen­ta y que lue­go se des­tru­ye­ron o, en pa­la­bras del pro­pio ar­tis­ta, “se trans­for­ma­ron en es­tan­tes”. Son obras que, en prin­ci­pio, pa­re­cen sen­ci­llas. For­mas geo­mé­tri­cas, pin­ta­das de un blan­co ho­mo­gé­neo (al­gu­nas po­cas tie­nen al­gu­nas par­tes ne­gras), en don­de no ha que­da­do hue­lla de la mano del ar­tis­ta que las ha con­ce­bi­do. Es­cul­tu­ras que se ven di­fe­ren­te al mo­ver­se por el es­pa­cio, for­mas que se es­con­den de­trás de otras, co­lo­res que apa­re­cen o des­apa­re­cen. De una lí­nea pla­na a un rec­tán­gu­lo er­gui­do, de un cua­drán­gu­lo en po­si­ción ho­ri­zon­tal a otro en ver­ti­cal, las for­mas se des­ar­man para vol­ver a construir(se), mien­tras man­tie­nen su es­truc­tu­ra ori­gi­nal o ge­ne­ran otras nue­vas.

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Norberto Gómez, Ascensión, 1968. Destruida y recreada en 2014 para la muestra.

Del otro lado de la sala, las obras re­cien­tes de Gó­mez –rea­li­za­das en­tre 2014 y 2016– man­tie­nen la blan­cu­ra y el uso de la geo­me­tría, pero sus for­mas se im­bri­can. De esta ma­ne­ra, crean es­truc­tu­ras más com­ple­jas que re­cuer­dan ar­qui­tec­tu­ras im­po­si­bles y ti­po­gra­fías de le­tras in­ven­ta­das.

Sea cual sea la obra que se con­tem­ple, to­das rea­li­zan una pro­pues­ta y to­das plan­tean un desafío. Esto es más pal­pa­ble, más evi­den­te al es­tar ante una obra abs­trac­ta, en don­de no se cuen­ta con la siem­pre con­fia­ble y co­no­ci­da fi­gu­ra­ción. Nos sen­ti­mos in­vi­ta­dos, en­ton­ces, a des­en­tra­ñar la in­ten­ción de la obra, en­con­trar cuál es la pro­pues­ta del ar­tis­ta, tra­tar de des­ci­frar por qué pre­sen­ta Del ci­lin­dro al círcu­lo y no un Da­vid a la ma­ne­ra de Mi­guel Án­gel.

Es en la his­to­ria del arte en don­de de­be­mos in­da­gar para tra­tar de re­sol­ver el desafío.

Las es­cul­tu­ras que Gó­mez reali­zó du­ran­te la dé­ca­da del se­sen­ta son fá­cil­men­te asi­mi­la­bles con el arte mi­ni­ma­lis­ta. Son es­cul­tu­ras que se sir­ven de la geo­me­tría como con­tra­ca­ra evi­den­te de la fi­gu­ra­ción. Los ob­je­tos se pre­sen­tan a sí mis­mos de for­ma es­tá­ti­ca y no ges­tual: se re­sal­ta, jus­ta­men­te, su ca­rác­ter de ob­je­to. De esta ma­ne­ra, al re­du­cir al mí­ni­mo las re­la­cio­nes in­ter­nas al ob­je­to, el in­te­rés se tras­la­da a las re­la­cio­nes que se es­ta­ble­cen en­tre el ob­je­to y el es­pec­ta­dor: el es­pa­cio en­tre uno y otro se vuel­ve fun­da­men­tal como me­dia­dor que po­si­bi­li­ta la ex­pe­rien­cia es­té­ti­ca. Es ne­ce­sa­rio ha­bi­tar ese es­pa­cio, de­te­ner­se ante el ob­je­to, mi­rar­lo, re­co­rrer­lo. Los ob­je­tos mi­ni­ma­lis­tas tu­vie­ron la ca­pa­ci­dad de ac­ti­var el es­pa­cio del es­pec­ta­dor, ins­tán­do­lo a mo­ver­se y a des­cu­brir cómo las obras cam­bian a me­di­da que uno se tras­la­da, que cam­bia el pun­to de vis­ta. La ex­pe­rien­cia se hace aquí car­ne, y evi­den­cia una de las le­yes de la teo­ría de la Ges­talt: la per­cep­ción de la obra es in­me­dia­ta sólo por el ins­tan­te en que aprehen­de­mos la for­ma, pero la ex­pe­rien­cia de la obra sólo pue­de exis­tir en el tiem­po.

Mi­rar. Re­co­rrer. Tras­la­dar­se. Mo­ver­se. Esa es la pro­pues­ta por la que Gó­mez ha­bía apos­ta­do en los años se­sen­ta y que re­cu­pe­ra en sus obras con­tem­po­rá­neas. Con evi­den­tes di­fe­ren­cias en es­tas úl­ti­mas don­de, si bien no hay una cla­ra fi­gu­ra­ción, es más fac­ti­ble en­con­trar al­gu­na aso­cia­ción con una fi­gu­ra co­no­ci­da: una per­so­na sen­ta­da, una fra­se de car­te­le­ría con le­tras de un al­fa­be­to in­ven­ta­do. De to­das ma­ne­ras –y más allá de to­das las aso­cia­cio­nes for­ma­les que se quie­ran bus­car– la pro­pues­ta pa­re­ce ser la mis­ma: de­te­ner­se ante la obra, asu­mir el es­pa­cio en­tre ella y el es­pec­ta­dor, para re­co­rrer­la y vi­vir la ex­pe­rien­cia es­té­ti­ca que nos pro­po­ne.

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Norberto Gómez, s/t, 2014.

Coda

Es de sig­ni­fi­ca­ti­vo in­te­rés que, cua­ren­ta años des­pués, Gó­mez vuel­va a ape­lar a este len­gua­je anicó­ni­co para sus­ci­tar la ex­pe­rien­cia es­té­ti­ca en el es­pec­ta­dor. Du­ran­te ese lar­go in­ter­va­lo sus obras vi­ra­ron ha­cia otras di­rec­cio­nes. La fi­gu­ra­ción emer­gió como el re­cur­so prin­ci­pal para me­ta­fo­ri­zar acer­ca de las cir­cuns­tan­cias his­tó­ri­cas del país. Du­ran­te la lar­ga no­che de la Dic­ta­du­ra Mi­li­tar fue­ron los “des­po­jos” los que ha­bla­ron acer­ca del des­tino dra­má­ti­co de la muer­te y lue­go, ha­cia los años ochen­ta, las ar­mas y ele­men­tos de tor­tu­ra evi­den­cia­ron la vio­len­cia a tra­vés de sus ins­tru­men­tos ma­te­ria­les. Tam­bién sus “per­so­na­jes gro­tes­cos” y las ar­qui­tec­tu­ras acom­pa­ña­ron el mo­men­to fi­gu­ra­ti­vo de su pro­duc­ción.

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Uno de los “despojos” de Gómez, Dentadura, de 1969.

¿Cuál fue el mo­ti­vo que lo lle­vó a  re­to­mar las bús­que­das de los años se­sen­ta? Tal vez, ante la ve­lo­ci­dad y fu­ga­ci­dad de la ac­tua­li­dad, el pro­po­ner­le al es­pec­ta­dor un tiem­po: uno que sir­va para re­co­rrer la mues­tra y para vi­vir la ex­pe­rien­cia es­té­ti­ca. Un tiem­po que es ne­ce­sa­rio ex­pe­ri­men­tar, que debe ser vi­vi­do, y que no pue­de que­dar plas­ma­do en una sel­fie.Mar­tes a vier­nes, de 11 a 20, y sá­ba­dos y do­min­gos de 10 a 20.

La muestra se puede visitar de martes a viernes –de 11 a 20 horas– o sábados y domingos –de 10 a 20 horas– hasta el 23 de diciembre de 2016, en Avenida Del Libertador 1473. Entrada libre y gratuita.

Mara Sofía López
Mara Sofía López
Estudiante en la Licenciatura en Artes Plásticas (UBA). Trabajó como asistente de montaje en la muestra “Los sembradores de maíz en plena selva extranjera” (Centro Cultural Paco Urondo), y en producción y traducción de textos para artistas plásticos como Viviana Zargón y Fernando Hierro.