Y con un gesto bastante impasible, la delicada mano que sostiene el bisturí atraviesa la carne y de ella fluyen la sangre y las flores. El brazo que domina esa mano se extiende en un cuerpo lánguido de rostro sereno. A su lado, esa sangre y esa carne forman parte de un cuerpo con un rostro que quizá emitió algún grito, pero que ya no sufre tanto dolor. Y abrazando las formas, una atmósfera densa en la que parece que se detuvo el tiempo espera el milagro aguantando la respiración. Del bendito tajo ha salido por fin la piedra que tensaba esos rasgos, y con ellos la locura.
La extracción de la piedra de la locura
Realizada entre 1475 y 1480, La extracción de la piedra de la locura es el comienzo de lo que sería una sucesión (no muy extensa, si debemos decir) de obras tan confusas como hipnóticas. Como pasa con toda su obra, adentrarnos en las imágenes de El Bosco implica enfrentar nuestros ojos a un mar de detalles que parecen esconderse para que siempre tengamos de dónde enredarnos para seguir mirando.
Confundidos entre lo que puede llegar a ser un código de época y lo que es un chistoso guiño desde el otro lado del tiempo, encontramos un embudo en la cabeza de un “doctor” que aparentemente quita -procedimiento real del medioevo- la “piedra de la locura” de la cabeza a un robusto caballero, mientras que otras figuras acompañan la escena: una dama hace equilibrio con un libro cerrado en la cabeza, mientras que su acompañante sostiene un cántaro de vino. Encerrada en la forma de un círculo, esta obra entera en muchos casos fue leída como una crítica a la estupidez del hombre que se deja engañar por “falsos doctores” y los placeres terrenos.
El Bosco, pintor filósofo, misterioso y reflexivo, ha sido inspiración para artistas posteriores e incluso considerado antecesor de figuras como Marx y Freud. Bastante reconocido durante el siglo XX gracias al fervor surrealista (algún que otro cuadro está inspirado en sus imágenes oníricas, como El gran masturbador de Salvador Dalí), vuelve al ruedo este 2016. En conmemoración del V centenario de su muerte, el Museo del Prado en Madrid organiza lo que está siendo la exposición más completa del artista realizada hasta ahora, reuniendo 23 de sus 27 pinturas y 6 de sus 11 dibujos.
Junto con esta hazaña y proponiéndose desmenuzar uno de los cuadros más famosos de la historia de la pintura occidental (y vedette del museo), el director José Luis López Linares ha realizado un documental acerca de El Jardín de las delicias a través de charlas con una extensa lista de intelectuales y artistas. Y para cerrar con moño de oro el Prado ha publicado por primera vez un cómic inspirado también en la obra, encargado al artista catalán Francesc Capdevila, más conocido como Max.
Viñeta de El tríptico de los encantados por Max
¿Qué nos queda de este lado del charco? Mientras lamentamos no poder ver la muestra en persona y esperamos el próximo estreno del documental, podremos ver en la galería Barro (Caboto 531) lo que será una obra- instalación de nuestra polémica local, Nicola Constantino. Inspirada en el boom bosquiano, la rosarina nacida en 1964 nos interpelará con su propia visión de la obra del holandés, donde probablemente el misterio se vuelva aún más misterio, y la locura se cargue de oscuridad.
El cambio que se va manifestando en El Bosco desde pinturas como La extracción de la piedra de la locura hasta el Jardín de las delicias (pintada ya en 1505, 11 años antes de su muerte) se evidencia en la delicada aparición de juegos de claroscuro y de perspectiva, así como en la progresiva importancia que da el artista a la atmósfera y al paisaje como ámbitos desde los que se incluyen a los personajes. Y estos cambios, que podrían asociarse con el inminente paso de la Edad Media al Renacimiento, podrían y deberían asociarse también con la gradual profundidad del pensamiento del Bosco.
El jardín de las delicias
Dividida en tres grandes planchas de roble pintado, El jardín efectivamente es un deleite para los ojos. Según las más difundidas y aceptadas interpretaciones, a la izquierda Dios crea al mundo y da instrucciones para vivir según sus leyes, mientras que en el centro se ven las humanas acciones que le suceden (y dentro de esa palabra permítanse incluir todos los verbos que se les ocurran), para a la derecha enfrentarnos a las consecuencias. Un mundo terreno que es puro placer. Un infierno que es pura locura. Y un hombre que pese a estar rodeado de otros hombres parece buscarse a sí mismo sin encontrarse jamás.
Y es que en parte la atracción hacia la figura de este artista y su obra está impregnada del velo del enigma. Poco se sabe de la vida de El Bosco, e igualmente poco se sabe a ciencia cierta de sus pinturas. Confusas, a veces graciosas, que llevan siempre al hombre como protagonista. Ahí lo vemos, engañado, a veces evidentemente ciego de ignorancia, persiguiendo las cosas materiales, buscando el placer y huyendo del dolor. Cualquier similitud con la actualidad probablemente no sea pura coincidencia.
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