Estudió historieta en la Escuela Argentina de Historietas e ilustración con Juan Zanotto. Fundó su editorial independiente Nuncaeditora en el 2015 y publicó La vida se parece tan poco a nuestros sueños que festejamos cada vez que llega el fin de semana. Este miércoles 25 de mayo estará presentando su nuevo libro Corazón Sputnik en un evento sin intermediarios entre libro, autor y lector. A las 20.00 horas en el Centro Cultural Matienzo habrá una muestra con ilustraciones, un audiovisual, venta de libros, música y tragos.
¿Qué te inspira?
Situaciones que vivo, literatura, historietas, películas… No tengo un ritual inspiracional; creo que si vivís con ganas de que pasen cosas y les prestás atención, la inspiración va a venir sola.
¿Cómo es tu proceso de trabajo?
Yo estoy todo el tiempo escribiendo, bocetando y dibujando ideas. Cuando éstas empiezan a relacionarse con otras, forman un conjunto a partir del cual empiezo a trabajar consciente y simultáneamente y lo aplico en los textos, las ilustraciones y el universo semántico. Finalmente, voy en busca de la epidermis del libro: la estética.
¿Cómo aparece el error en tu proceso creativo?
El error es también parte de la exploración. La estética de Corazón Sputnik se definió al encontrar de casualidad obras del afichismo polaco y soviético de mitad del siglo XX. De manera más literal, veo muchos errores en mis libros que tienen que ver con cierta desprolijidad propia del trazo. No me gustan mucho los estilos súper pulidos y detallados porque me interesa más la expresión que llegar a la perfección. Cuando un error no boicotea la intención o el carácter de la totalidad, lo dejo.
¿Qué te llevó a fundar tu propia editorial? ¿Qué desafíos implica?
Siempre estuve con un pie adentro de la autogestión, de maneras distintas y con diferentes proyectos. Creo que cualquier tipo de producción alrededor de un material es aquello que termina de pintar el cuadro y le es pertinente al autor. En cuanto a los desafíos, surgen una cantidad de problemas a resolver que ni tenías en cuenta. Y lo mejor es que empezás a participar en la edición y el diseño, reforzando así el contenido que querés generar.
¿Cuándo decidís que un trabajo está terminado?
Una vez escuché que los trabajos en realidad no se terminan; se abandonan. Y es un poco así. Hay un punto en el que seguir esterilizando el material se convierte en una mala decisión. Cuando la obra enuncia de una manera en la que estoy conforme, ahí paro de buscar.
¿En algún momento del proceso de edición recurrís a alguien?
Sí. El hecho de trabajar solo en temas que te atraviesan por completo hace que de tanto estar encima del material pierdas la perspectiva total. Necesitás salir, alejar la cabeza de ahí. En ese sentido, está bueno escuchar la opinión de gente de confianza, ajena a la obra.
Hay cierto misterio alrededor de tu biografía en ambos libros. ¿A qué se debe?
Es mi postura frente a la publicación de biografías en general. En el primer libro es una especie de ensalada de palabras y en el segundo, un electrocardiograma. La idea era jugar con esa intención del lector de obtener data antes de leer el libro. Todo ese prólogo forma parte de otra cosa que excede al contenido y por eso quise generar un encuentro directo con la enunciación.
Los temas que abordás tienen una fuerte mirada crítica sobre la sociedad. ¿Es algo propio de tus últimos trabajos o siempre estuvo latente?
Supongo que está latente desde siempre. Es el resultado de prestar atención a la realidad y querer decir algo sobre ella. La sociedad te muestra las cosas de frente. Es por eso que es tan necesario cambiar el ángulo de la mirada para poder tener una postura crítica sobre ella.
¿Cómo reaccionan tus lectores frente a éstos temas?
Normalmente se ríen o dicen que son durísimas. Yo pienso que la dureza de las ilustraciones no es menor a la cantidad de imágenes e informaciones violentas que nos llegan de todos lados. Una obra debe ser principalmente sugestiva e incitarte a ver las cosas desde otro punto de vista.
En tu segundo libro decís: “Corazón Sputnik, tan prolijito en tu órbita, no sentís el mareo”. ¿Cómo se lucha contra esa pasividad de pensamiento?
No creo ni pretendo que Corazón Sputnik sea material didáctico. Es más bien una enunciación relacionada con un proceso creativo que, idealmente, se completará en un lector. Después, lo que pase en la sociedad ya depende de fuerzas mayores. Pero supongo que si se quiere luchar contra eso, el primer paso sería estar atento a cuál es esa órbita en la que uno va prolijamente.
¿Cómo fue el origen de este libro?
La idea del “corazón satélite” apareció como una ilustración mientras trabajaba sobre las violencias sociales y la dominación vía institucional de los individuos. La pinté en acrílico, a mano y en una hoja de proporciones verticales y seguí trabajando en otras cosas, pero de alguna manera volvía insistentemente. De a poco empecé a notar que era una metáfora de dominación que nucleaba todas las otras situaciones que venía esbozando. En retrospectiva, puede ser que el contexto en Argentina y el mundo me haya llevado a tocar estos temas.
¿Nos podés adelantar algo de Comic is dead!?
Empezó a aparecer mientras trabajaba en Corazón Sputnik. La idea es que sea un libro de ilustraciones y textos con el mismo formato que los anteriores, pero con un propuesta estética distinta. Se va a focalizar en ciertas producciones culturales y sus interpretaciones.
¿Qué pensás sobre la ilustración a nivel nacional y/o mundial?
Veo a la ilustración demasiado encerrada en una concepción que la pone al servicio de otro tipo de lenguajes. Suele traducir o acompañar textos, en vez de convivir con ellos. Yo la concibo como una enunciación independiente, alejada de lo bonito, vendible o llamativo, y me gustaría que se extendiese más ésta idea.
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