Gastón Caba nació en General Roca, Río Negro en 1978. Estudió diseño gráfico en la Universidad de Buenos Aires, donde es profesor de la cátedra de ilustración de Daniel Roldán desde el 2011. También dicta talleres de ilustración y patterns en Roseti Workshops, donde nos recibió para hablar de su trabajo. Colaborador permanente de la revista DOT, es reconocido internacionalmente por sus diseños y personajes. A fines del 2016 publicó su primer libro, Churro, el conejo, editado por editorial Edelvives.
¿De dónde viene tu interés por el lenguaje del cómic?
Es algo que me acompaña desde chico, de leer revistas e historietas. En la adolescencia era un medio para burlar a los profesores y ya en la facu lo hacía porque me divertía.
¿Cuáles fueron los personajes que más te marcaron?
Me gustan mucho los personajes de Disney, los clásicos que se hicieron en la década de los 40/50 como el Pato Donald y Tribilín. Son muy divertidas las cosas que les pasan y se dice mucho más desde la acción y lo corporal que desde la palabra. Después, la Pantera Rosa y el Gato Félix son fundacionales.
¿De dónde surge “The Round Bunny” que luego derivó en Churro?
Yo solía dibujar unos cabezones con cuerpo de palito que eran un poco una representación mía. Con el tiempo fueron reemplazados por la figura del conejo, surgida de un ejercicio de meditación. Me gusta ese espíritu inquieto y explorador que lo caracteriza. A lo largo de dos años fui explorando imágenes mentales, ensueños y otros disparadores que resultaron en un pilón de cientos de dibujos que luego seleccioné y publiqué en un blog. El desafío era producir todos los días y ver qué sucedía con eso a través del tiempo.
¿Cómo registrabas esas imágenes disparadoras?
De forma un poco despareja. Suelo aprovechar los viajes a Capital para observar y registrar cosas o actualizar imágenes en las que ya venía pensando. Dibujo en hojas A4 dobladas en cuatro partes, que después corto y reorganizo.
El personaje de Juanca te da mayor libertad para experimentar, ¿no?
Sí, es como un recipiente vacío. Creo que los personajes son distintas partes de uno mismo. Juanca vendría a ser un álter ego; la expresión de mi inconsciente. Es totalmente libre y políticamente incorrecto.
¿Qué son los Gococos y qué te permiten comunicar?
Son un personaje coral que funciona como una sola cosa. Todavía los estoy explorando pero me interesa trabajar la idea de habitar y cómo esta se modifica a medida que uno va transitando espacios y se va relacionando con otras personas. Es algo más bien filosófico que tiene que ver con mi manera de ver la vida.
¿Recordás tus primeros personajes?
Antes de la etapa universitaria hubo uno que era un títere, bastante horrendo, que decía cosas que no debía decir. Había también un alien que era como el pez de los Simpsons, pero con siete ojos y el pelo de Bart. Y tenía una serie de unos presos que estaban cautivos por razones muy extrañas.
¿Cómo te vinculás con la palabra?
Participé durante tres años de un programa de radio en el que Nicolás Bedini leía una selección de la mejor poesía de su biblioteca. En ese tiempo también jugamos a escribir y componer canciones entre los dos. De todas esas lecturas me quedó una estructura muy visual de cómo componer una imagen. Y eso es algo que rescato y traigo a la hora de hacer ilustraciones. Tiene que ver con la sensibilidad; desde dónde uno se acerca a la imagen. Algunos la abordan desde la forma, la textura o la materialidad. Yo, como no tengo una formación de dibujo académica, pongo el énfasis en expresar algo de forma más económica con el apoyo de esa palabra que ocurre entre las imágenes.
¿Cómo fue publicar tu primer libro?
Fue una alegría porque tuve la oportunidad de redibujar todo. Fue un trabajo muy intenso, porque tenía poco tiempo, pero estoy muy contento con el resultado. Latin Gráfica estuvo a cargo de la impresión, que quedó súper bien. Y agregamos algunos inserts de viñetas de un solo panel, para darle cierto respiro y acercarlo más a la idea de libro-álbum. La idea de que lo editara Edelvives era llevarlo a ese ámbito, donde el público está un poco más acostumbrado a no definir si algo es para chicos o no. Para mí es universal la edad de Churro, pero se entiende un poco más dentro de un sistema de libros para niños.
¿Cómo es tu proceso de trabajo?
A partir de alguna de esas ideas surgidas en los bocetos previos, realizo por capas un dibujo original en tinta o lápiz. Lo hago muchas veces hasta que sea lo suficientemente expresivo y perfecto en su forma para que transmita lo que quiero mostrar. Como si lo esculpiera. Después, trabajo el color y las texturas de forma digital.
¿Qué consejo le darías a alguien que quiere ser ilustrador?
En principio, que dibujen todos los días, todo lo que puedan. Copiar es una excelente forma de aprender, pero no todo el mundo sabe hacerlo. El dibujo no es lo único que hay para reproducir. Hay un montón de cosas para analizar dentro de una imagen: las texturas, el uso del color, cómo está compuesto el relato, cuáles son las técnicas que se usan… Es un poco infinito y nos lleva un año de taller llegar a entender todo eso para poder trabajarlo. También recomiendo abrir el ámbito del dibujo y tomarlo como una experiencia de aprendizaje en conjunto con otras personas… no quedarse trabajando solo en la casa. El taller de Roseti está dirigido especialmente a quienes están arrancando. Si bien puedo continuar el proceso de una persona que ya está más desarrollada, me gusta esa emoción del trabajo primitivo. Creo que puedo sacarle cosas buenas a los demás y además lo disfruto mucho.
¿Qué es lo más gratificante de lo que hacés?
Por un lado, la comunidad de gente que se va armando a través de las clases. Uno se vincula desde la educación de forma horizontal: todos somos pares, dibujando, sentados en la mesa. Y todos estamos aprendiendo; eso es lo más lindo. Me da mucha energía de la buena. La gratificación de publicar un libro, por ejemplo, es más vertical.
¿Qué es lo más difícil de comunicar a los estudiantes para que lo lleven a cabo?
Creo que tiene que ver con esa capacidad o no de ser artistas. Uno puede trabajar como ilustrador y no necesariamente ser artista. O decir que es artista y no serlo realmente. Es algo que atraviesa cualquier tipo de aprendizaje y tiene que ver con una sumatoria y cruce de experiencias, conexiones con otros y cierta cosa espiritual propia. Se necesita pasión a la hora de trabajar y la capacidad de observar más allá de lo obvio, de expandir la mirada. Creo que lo más difícil de movilizar es esa conexión universal.
¿Hay algo que te gustaría hacer que nunca hiciste?
Tener mi propia serie de dibujos animados.
Describite en tres palabras
Explorador. Fantasía. Oscuridad.
Recomendaciones de Gastón Caba
Una película: Bianca de Nanni Moretti (1984).
Un libro: A Cat Named Tim & Other Stories de John Martz, Koyama Press (2014).
Un disco: Rock Dreams de Brian Bennett Band (1977).
Unas animaciones: “Yokosobokudesu” por Manabu Himeda.