Eulogia Merle: “la gente creía que mi nombre era un pseudónimo porque les parecía que mis trabajos no estaban desarrollados de una forma femenina”

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Eulogia Merle: “la gente creía que mi nombre era un pseudónimo porque les parecía que mis trabajos no estaban desarrollados de una forma femenina”

Entrevistamos a la artista plástica e ilustradora Eulogia Merle, que nos contó un poco sobre su vida en el mundo editorial y artístico. 

Hace tiem­po vi por pri­me­ra vez una ilus­tra­ción en La Na­ción que me lla­mó mu­cho la aten­ción, por­que no era como las que uno acos­tum­bra a ver en una re­vis­ta o en el dia­rio. Esta era mu­cho más agre­si­va, plás­ti­ca, in­va­si­va y no me dio el per­mi­so de pa­sar­la por alto. Era la ilus­tra­ción de un cuen­to de Gom­bro­wicz que ya me ha­bía gus­ta­do an­tes de leer­lo.

Eu­lo­gia Mer­le na­ció y es­tu­dió Be­llas Ar­tes en Bue­nos Ai­res, pero al tiem­po se fue a vi­vir a Ma­drid, don­de se de­di­có a ilus­trar de for­ma cons­tan­te para el dia­rio El País  y pos­te­rior­men­te para La Na­ción. Tam­bién tra­ba­jó en di­fe­ren­tes edi­to­ria­les ilus­tran­do li­bros de li­te­ra­tu­ra para adul­tos e in­fan­ti­les. Eu­lo­gia es una ar­tis­ta con una fuer­te de­fen­sa de sus prin­ci­pios y una cla­ra vi­sión de cómo afron­tar la reali­dad me­diá­ti­ca. Hoy en día si­gue vi­vien­do en Es­pa­ña pero tu­vi­mos la suer­te de en­con­trar­la en Ar­gen­ti­na de vi­si­ta des­pués de tres años. Nos en­con­tra­mos en un bar de Boe­do para dia­lo­gar y po­der co­no­cer a la per­so­na de­trás de esa obra que me era tan fa­mi­liar.

¿Cómo fue­ron tus co­mien­zos en la ilus­tra­ción?

Eu­lo­gia Mer­le: En el 2000 pu­bli­qué mi pri­mer li­bro (La vida de las abe­jas, de Mau­ri­ce Mat­ter), en una edi­to­rial que se lla­ma­ba Long­se­ller. Soy di­bu­jan­te de toda la vida, nun­ca dejé de di­bu­jar, y bus­can­do un poco la sa­li­da la­bo­ral pasé por la es­ce­no­gra­fía, en­tre otras co­sas. Pero ya la ilus­tra­ción me gus­ta­ba mu­cho. Es más, me hice una car­pe­ta con ilus­tra­cio­nes pro­pias del li­bro La pes­te de Ca­mus para pre­sen­tar en edi­to­ria­les. En ese mo­men­to es­tá­ba­mos en una si­tua­ción com­pli­ca­da con la Pri­li­diano Puey­rre­dón, de­fen­dien­do un plan de es­tu­dios pro­pio, y aun­que per­di­mos (por su­pues­to) fue un mo­men­to muy lin­do por­que par­ti­ci­pa­ron un mon­tón de ar­tis­tas, en­tre ellos mu­chos que no ha­bían es­tu­dia­do en la uni­ver­si­dad. Fue una gran de­rro­ta y el IUNA (aho­ra UNA) no me gus­ta­ba nada, es­tu­ve un tiem­po y des­pués tomé la de­ci­sión de irme a Es­pa­ña con mi li­bri­to ilus­tra­do. Me pre­sen­té en mu­chas edi­to­ria­les y aun­que me ha­la­ga­ban los di­bu­jos, nun­ca me lla­ma­ban, has­ta que lle­gó el mo­men­to de El País. Fue por pura coin­ci­den­cia que me puse en con­tac­to con un di­bu­jan­te ar­gen­tino que tra­ba­ja en el dia­rio, y me con­si­guió una en­tre­vis­ta con quien hoy es mi jefe. Reac­cio­nó igual que el res­to de las edi­to­ria­les ex­cep­to que ellos sí me lla­ma­ron. Me ofre­cie­ron ha­cer unas ilus­tra­cio­nes de su­plen­cia para el 25 y 31 de di­ciem­bre. De­ci­dí que­dar­me un tiem­po más para pro­bar, pero al rato lle­gó la cri­sis del 2001 y la ae­ro­lí­nea con la que ha­bía via­ja­do que­bró, en­ton­ces no pude usar mi pa­sa­je de vuel­ta y me que­dé. Así em­pe­zó todo allá. Ya hace mu­chos años que es­toy en el sec­tor de opi­nión del mis­mo dia­rio y en La Na­ción tam­bién. Hice mu­cha ilus­tra­ción de li­te­ra­tu­ra pero con el tiem­po me fui vol­can­do a lo po­lí­ti­co.

¿Qué pasa con los cam­bios en tu es­ti­lo? ¿Te dan esa li­ber­tad en las edi­to­ria­les o te­nés que man­te­ner el que ve­nís tra­ba­jan­do?

Y, de­pen­de para quién sea el tra­ba­jo. Para los dia­rios es en co­yun­tu­ra, yo les en­vío la ima­gen jus­to cuan­do cie­rra el pe­rió­di­co y se im­pri­me, no pue­de ha­ber nin­gún ries­go ahí por­que no hay tiem­po de cam­bio. No­so­tros nos en­ten­de­mos, tie­nen con­fian­za en mí y sa­ben cómo tra­ba­jo, por eso me dan li­ber­tad, pero siem­pre den­tro de lo pu­bli­ca­ble. En otro tipo de pu­bli­ca­cio­nes, por ejem­plo li­bros, al ha­ber más co­rrec­cio­nes e idas y vuel­tas sue­le ser mas per­ju­di­cial para la obra fi­nal. Pero bueno, en ge­ne­ral cuan­do te dan in­di­ca­cio­nes no es lo me­jor, eso lo de­cía Car­los Nine. Él entre­ga­ba la ilus­tra­ción y des­pués de cam­biar­la mil ve­ces por los co­men­ta­rios que le ha­cían per­día todo y ya es­ta­ba he­cha sin ga­nas. Siem­pre el tra­ba­jo va a fun­cio­nar me­jor si lo desa­rro­lla el que in­ter­pre­ta el tex­to, por­que es el que tie­ne la he­rra­mien­ta (la mano) más cer­ca de las ideas. 

¿Cómo es la re­la­ción con el con­te­ni­do de la nota si no lo com­par­tís ideo­ló­gi­ca­men­te?

La ilus­tra­ción está su­bor­di­na­da al tex­to, siem­pre, pero te­nés un es­pa­cio para tu pro­pia opi­nión. No te­nés por­qué ilus­trar algo con lo que no es­tás de acuer­do, pero sí so­bre el tema. Hay mu­chas for­mas de ha­cer­lo, en ras­gos ge­ne­ra­les, se pue­de opi­nar so­bre el ar­tícu­lo o mis­mo sos­te­ner algo de lo que dice. 

¿ Y qué lu­gar ocu­pa la ilus­tra­ción en un tex­to en­ton­ces? Por­que se­gún lo que me con­tás pa­re­cie­ra que la ima­gen tie­ne la mis­ma im­por­tan­cia que el tex­to, pero no sue­le ser siem­pre así. 

Eso de­pen­de de dón­de se está tra­ba­jan­do. Por ejem­plo yo aho­ra es­toy en opi­nión en­ton­ces ahí sí te po­dés dar el lujo, es tu opi­nión y la fir­más. De he­cho a los pro­ble­mas que sur­jan por esta cues­tión la edi­to­rial con­tes­ta que el que fir­ma es el que se hace car­go. Es com­pli­ca­do por­que a ve­ces se cree que como uno ilus­tra una nota ho­rro­ro­sa que te toca, se com­par­te la mis­ma opi­nión.

¿Cuá­les son tus re­fe­ren­tes más im­por­tan­tes?

Hay va­rios: Car­los Alon­so, De la Vega. En la ilus­tra­ción: Car­los Nine, Ralph Stead­man… pen­sá que a pe­sar de ha­ber es­tu­dia­do en el Fa­der o en la Puey­rre­dón soy au­to­di­dac­ta y es­tos ar­tis­tas fue­ron mis maes­tros. A al­gu­nos in­clu­so los co­no­cí en per­so­na. Pero bueno, prin­ci­pal­men­te son di­bu­jan­tes con ca­rác­ter y bas­tan­te ges­tua­les, y yo tomé mu­cho de eso. Se po­dría de­cir que es un lujo te­ner la li­ber­tad de di­bu­jar así. Du­ran­te mu­cho tiem­po la gen­te creía que Eu­lo­gia Mer­le era un pseu­dó­ni­mo por­que les pa­re­cía que mis tra­ba­jos no es­ta­ban desa­rro­lla­dos de una for­ma fe­me­ni­na, como si exis­tie­ran cua­li­da­des de gé­ne­ro en los di­bu­jos, ¿no? ¿Las mu­je­res tie­nen que di­bu­jar de for­ma más naif? Lo que yo hago te mira muy de fren­te, la mi­ra­da es muy im­por­tan­te. Hoy en día la si­tua­ción es muy di­fe­ren­te, in­clu­so hay mu­chas mu­je­res que tie­nen una obra muy po­ten­te.

¿Vis­te que con la ilus­tra­ción in­fan­til pasa algo si­mi­lar? Hay un pre­jui­cio a creer que los chi­cos no pue­den apre­ciar otro tipo de di­bu­jo que no sea naif. ¿Vos ilus­trás li­bros in­fan­ti­les tam­bién?

En esos ca­sos el tema es la edi­to­rial, que si bien hay ilus­tra­do­res más arries­ga­dos no es­tán dis­pues­tos a pu­bli­car­los por­que tie­nen que ven­der sí o sí. Y ade­más tie­nen que li­diar con los pa­dres, que son los que com­pran los li­bros. Aho­ra hay un mon­tón de edi­to­ria­les nue­vas que pre­sen­tan un for­ma­to de li­bro-ob­je­to en don­de la ilus­tra­ción está más va­lo­ra­da.

El caso de la ima­gen es muy par­ti­cu­lar, por­que aun­que esté muy bien desa­rro­lla­da y ten­ga su au­to­no­mía, siem­pre se la re­la­cio­na a lo na­rra­ti­vo. El pú­bli­co de­man­da una ex­pli­ca­ción o algo más allá de la ima­gen. ¿Por qué crees que pasa eso?

En el caso de la ilus­tra­ción tie­ne que ser así por­que sino pier­de su sen­ti­do. En el caso del di­bu­jo o el len­gua­je grá­fi­co yo creo que tie­ne que ver con que te­ne­mos una edu­ca­ción más li­te­ra­ria que vi­sual, nos fal­ta desa­rro­llar ese mé­to­do de co­mu­ni­ca­ción. Ne­ce­si­ta­mos cons­ta­tar lo que nos hace sen­tir una ima­gen con pa­la­bras por­que no es­ta­mos dis­pues­tos a te­ner un men­sa­je más in­tui­ti­vo, más am­bi­guo o per­so­nal. Lo que a vos te dice una ima­gen a mí me pue­de de­cir otra cosa. Vi­vi­mos en una so­cie­dad de con­su­mo en don­de es ne­ce­sa­rio ser pro­duc­ti­vo en todo y no hay lu­gar a la am­bi­güe­dad, ne­ce­si­ta­mos te­ner el con­trol to­tal de lo que se co­mu­ni­ca. Pero el di­bu­jo es algo más abier­to, da lu­gar a otras ideas e in­ter­pre­ta­cio­nes: de­pen­dien­do del mo­men­to te pue­de de­cir una cosa u otra. Está muy so­bre­va­lo­ra­do lo ra­cio­nal, y lo vi­sual nos co­nec­ta con otras par­tes más in­tui­ti­vas.

En ese sen­ti­do es un poco pe­li­gro­so el di­bu­jo para lo es­ta­ble­ci­do, ¿no?

¡Sí, to­tal­men­te! Por ejem­plo, yo tuve que ilus­trar una nota so­bre ni­ños vio­la­dos en Ruan­da, y cla­ro, no po­día di­bu­jar a los chi­cos vio­la­dos, es in­to­le­ra­ble. La no­ti­cia se pue­de leer, pero no es so­por­ta­ble ver la ima­gen del mis­mo tema. En Twit­ter ni me meto por­que te ado­ran como tam­bién te odian, mu­chas ve­ces te pu­tean y se dan ma­ni­ja por ha­cer di­bu­jos que yo les di un sen­ti­do pero en otra co­mu­ni­dad eso pue­de te­ner otra con­no­ta­ción y ge­ne­ra un mon­tón de co­sas.

Es muy pa­re­ci­do a lo que pasó con Char­lie Heb­do y el aten­ta­do a la edi­to­rial.

¡Sí, cla­ro! To­tal­men­te, ¡fi­ja­te lo que pue­de ge­ne­rar un poco de tin­ta en un pa­pel!

Tam­bién está la con­tra­dic­ción de Fran­cia que per­si­gue a un chi­co por ha­ber he­cho un di­bu­jo bur­lán­do­se del aten­ta­do a los di­bu­jan­tes pa­ri­si­nos.

Cla­ro, eso tie­ne que ver con el de­ba­te so­bre la mo­ra­li­na y lo po­lí­ti­ca­men­te co­rrec­to, don­de por que­rer po­ner lí­mi­tes ya ni se pue­de di­bu­jar, por­que no sa­bés a quién es­tás ofen­dien­do y ter­mi­na­mos con­tra­di­cién­do­nos. Vos sa­bés que la his­to­ria no es li­neal, es­ta­mos pa­ra­dos en un lu­gar y al rato ¡bum! en el otro ex­tre­mo.

¿En qué es­tás tra­ba­jan­do aho­ra?

Y mirá… cuan­do me pre­gun­tan siem­pre digo que soy di­bu­jan­te. Más allá de ha­cer ilus­tra­cio­nes u obra pro­pia siem­pre me de­di­co a di­bu­jar, que es mi he­rra­mien­ta prin­ci­pal. Es­toy ex­plo­ran­do en mi pro­pia obra aho­ra, y mu­cha de esa in­ves­ti­ga­ción está fil­tra­da en el tra­ba­jo ilus­tra­ti­vo. En este mo­men­to es­toy en cri­sis, hace tiem­po que no ve­nía a Bue­nos Ai­res y me es­ti­mu­la un mon­tón, sien­to que no me fui, ex­tra­ña­ba mu­cho. Allá en Ma­drid hay otra ven­ta­ja y es que soy aje­na, veo todo a la dis­tan­cia, como si es­tu­vie­ra en un tubo de en­sa­yo. Aho­ra que soy mamá es un buen pre­tex­to para ve­nir y pa­sar tiem­po acá. Para que vea que esto soy yo y pue­da en­ten­der mi vida. En Ma­drid ten­go mi ta­ller, el que siem­pre soñé, y en don­de ex­plo­ro mi pro­pia obra. Sigo con la fi­gu­ra­ción pero rom­pién­do­la. Está bien el di­bu­jo pero ¿y para qué? In­ten­to in­ves­ti­gar esto, qué quie­ro de­cir, cual es mi dis­cur­so.

¿Vos de­jás que los tra­ba­jos ilus­tra­ti­vos in­flu­yan en tu obra o ha­cés una di­vi­sión?

Sí, tomo de ahí para mi obra per­so­nal. En to­dos es­tos años avan­cé mu­cho con la ilus­tra­ción, si bien yo tra­ba­jo para un me­dio in­for­ma­ti­vo dia­lo­go todo el tiem­po con mi pro­pio uni­ver­so. Pero sin em­bar­go me gus­ta­ría ser más li­bre to­da­vía, vi­vir de lo que me apa­sio­na y te­ner una li­ber­tad ab­so­lu­ta.

En un mun­do ideal, ¿te gus­ta­ría de­di­car­te a la pin­tu­ra y vi­vir de eso?

Sí, aun­que no sé si a la pin­tu­ra es­pe­cí­fi­ca­men­te o pin­tar en un ca­ba­lle­te y ven­der. En prin­ci­pio me es­toy en­fren­tan­do a mis pro­pias li­mi­ta­cio­nes, ca­pi­ta­li­zan­do lo que he con­se­gui­do ha­cer tra­ba­jan­do en el ta­ller. En el tra­ba­jo ilus­tra­ti­vo uno re­cu­rre a co­sas que ya tie­ne ga­ran­ti­za­das… in­ten­to arries­gar­me, pero siem­pre hay un lí­mi­te y una fe­cha de en­tre­ga. El tra­ba­jo pro­pio, li­bre, es tan enor­me que es muy di­fí­cil sa­ber ha­cia dón­de ir. Lo que sí sé es que la ma­te­ria es algo que ne­ce­si­to para co­nec­tar­me con Dios, el cos­mos, la na­tu­ra­le­za o como quie­ras lla­mar­lo. Hoy en día con el arte con­tem­po­rá­neo mu­cha gen­te cree que el di­bu­jo mu­rió, como si este fue­ra algo del pa­sa­do y lo con­cep­tual del fu­tu­ro. Son dos len­gua­jes di­fe­ren­tes, y hay mu­chas per­so­nas que si­guen ne­ce­si­tan­do del di­bu­jo, de la ma­te­ria.

¿Qué le re­co­men­da­rías a una per­so­na que ya está de­ci­di­da a ser ilustrador/a y quie­re ga­nar­se la vida de esa for­ma?

En prin­ci­pio, lo que re­co­men­da­ría para cual­quier ac­ti­vi­dad ar­tís­ti­ca, es que sean in­de­pen­dien­tes. Las edi­to­ria­les es­tán muy di­fí­ci­les, es otra épo­ca. Si te­nés con­ti­nui­dad y sos ho­nes­to con vos mis­mo algo va a lle­gar, ese mo­vi­mien­to sir­ve. Por otro lado, si te­nés vo­ca­ción no te de­di­ques pro­fe­sio­nal­men­te a eso. Es de­cir, bus­cá un tra­ba­jo pa­ra­le­lo que no in­va­da tu crea­ti­vi­dad has­ta que es­tén dis­pues­tos a pa­gar­te por lo que vos te­nés para ofre­cer y no lo que ellos te pi­dan. Sino, ter­mi­nás gas­tan­do la mano di­bu­jan­do co­sas que no te gus­tan y te vas des­gas­tan­do de a poco, con­ta­mi­nan­do y ago­ta­do.


Eu­lo­gia va a es­tar en Es­pa­ña par­ti­ci­pan­do en el Fes­ti­val Lu­mi­na­ria, en el que va­rios ar­tis­tas van a in­ter­ve­nir pues­tos en desuso de mer­ca­dos. Una ex­pe­rien­cia que se mez­cla con gen­te aje­na al mun­do ar­tís­ti­co logran­do una in­ter­ac­ción fruc­tí­fe­ra entre la pro­duc­ción y la co­ti­dia­nei­dad.

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Nehuen Wolf
Nehuen Wolf
Nace en Lomas de Zamora en 1990, donde hace sus estudios primarios y secundarios. Estudia dibujo con el artista Cristian Cánepa, y luego se anota en el U.N.A. en la carrera de pintura. Participa de la beca de estudios Proyectarte, y obtiene una residencia en España, Fundacion Karrvaz, posteriormente trabaja en el programa televisivo 1000 manos, de la Tv Pública donde es panelista y toma contacto con grandes artistas. Profundiza su conocimiento artistico en el taller de Nicolas Menza al que asiste durante 4 años. Fué asistente en el taller de litografía de Natalia Giachetta. Actualmente es realizador escenográfico del Teatro Colon, redactor de la revista Mutt y da clases en su taller de Lomas de Zamora donde trabaja desde el 2009.