Históricamente las mujeres han estado presentes en la historia del arte. Ya desde la pre-historia y la antigüedad encontramos formas femeninas representadas en estatuillas, pinturas murales y cerámicas, por sólo mencionar algunas. Y es también, según el mito de Butades, una joven muchacha la inventora de la pintura: ante la inminente partida de su amado, ella delinea el contorno de su sombra sobre la pared. Desde el 1500, con el florecimiento renacentista, las mujeres en las obras de arte se vuelven una constante: El nacimiento de Venus de Boticelli, La Mona Lisa de Leonardo y La Venus de Urbino de Tiziano son mujeres claves de la historia occidental de la pintura. Sin embargo hay algo que llama la atención. Cuando se piensa en la historia del arte muchas son las obras con mujeres protagonistas que conocemos, pero son pocos los nombres de artistas mujeres que se nos ocurren (casi ninguna en comparación con la gran cantidad de artistas hombres).
Sin embargo, y más allá de que en la actualidad el quehacer artístico ya no está reservado exclusivamente a las personas de sexo masculino, desnaturalizar la falta de mujeres artistas en la historia del arte es un paso más, necesario, en favor de la igualdad. Ese fue el objetivo de la historiadora Linda Nochlin en 1971 cuando formuló una pregunta simple pero no por ello menos poderosa: ¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?”. Para la autora la respuesta no puede estar en buscar ejemplos de artistas mujeres que sí hayan sido reconocidas o en tratar de encontrar un estilo femenino distinguible. La primera opción implicaría aceptar que si no se conocen artistas es porque no eran lo suficientemente buenas como para ser reconocidas y la segunda, conceder que hay un estilo femenino que es diferente al tipo de arte masculino. Para alejarse de esas ideas, Nochlin se opone a considerar que haya “grandes artistas”, ya que bajo esa idea subyace el mito de un sujeto nacido con un talento innato y milagroso, un “don artístico” que lo hace ser diferente. Develar esta premisa (que venimos repitiendo desde que Vasari escribió las “Vidas de grandes artistas” en el siglo XVI) le permite a la autora poner el foco en que el arte no es un hecho aislado y libre, sino que es una actividad social y, como tal, está mediada y determinada por instituciones también sociales. Por lo tanto, para ser artista es necesario acceder a ciertas instituciones (de formación por ejemplo) que darán el conocimiento necesario para alcanzar la excelencia (sobre todo entre los siglos XV y XX donde el quehacer artístico estaba vinculado a una actividad manual). Que las mujeres no pudieran acceder a ciertas instancias formativas (como las lecciones con desnudos) implicaba que quedaran en una situación de desventaja formativa con respecto a los hombres. Eso sin considerar el lugar social de esposa y madre que tenía designado la mujer y del cual no era nada fácil salirse. La conclusión es, entonces, que más allá del talento que pudieran tener o no las mujeres artistas, era para ellas institucionalmente imposible alcanzar la excelencia.
Dejando de lado las críticas que otras autoras han planteado a Nochlin, retomar su pregunta (y respuesta) es un buen punto de partida para comenzar a correr el velo patriarcal de la historia del arte, una historia escrita por y para hombres en donde la mujer es un objeto a contemplar y no un sujeto activo de creación.
En consonancia con las reflexiones de Nochlin, en la actualidad nos encontramos con colectivos artísticos de mujeres que buscan ser su propia voz: se asumen como artistas que ponen su arte a la orden del día de los reclamos feministas. Aquí algunos de los que proliferan por Latinoamérica.
Mujeres públicas, un Grupo Feminista de Activismo Visual. Es un colectivo argentino formado en 2003 por cinco mujeres. Sus obras se realizan con materiales de bajo costo y son fácilmente reproducibles, lo que les permite apropiarse del espacio público para visibilizar las problemáticas que sufren las mujeres. Afiches, panfletos, intervenciones, objetos, stencils y stickers son pensados colectivamente y, además de “exponerlos” en la calle, quedan disponibles en una página de internet para que las consignas puedan ser reapropiadas y difundidas. Aborto, violaciones en misiones militares, modelos impuestos de belleza y lesbianismo son algunos de los tópicos que han tratado, pero también denuncian la misoginia naturalizada en frases de hombres célebres. La táctica de copar la calle funciona como una forma de insertar mensajes críticos con creatividad e impacto visual, en tanto éste se considera una forma de militancia más efectiva que la tradicional.
Mujeres creando nació en Bolivia en 1992. María Galindo, Julieta Paredes y Mónica Mendoza fueron las iniciadoras de un proyecto que buscaba apropiarse del espacio público, aquel que mucho tiempo le había estado vedado a las mujeres. Las tres militantes de izquierda estaban de acuerdo en que querían trabajar con las mujeres pero no en un partido político. Con elementos de la izquierda, el anarquismo y el feminismo fueron dando forma a un pensamiento propio y comenzaron a comunicar sus ideas, fundamentalmente con graffiteadas que servían al propósito de llegar a la gente común y corriente en su cotideaneidad. Con ellos denuncian el racismo y la violencia estatal, sexual, familiar e institucional. Además de los mensajes críticos que pintan y firman sobre las paredes de la ciudad, también realizan intervenciones performáticas y editan un periódico.
Mujeres Artistas en Movimiento es un colectivo uruguayo formado por tres egresadas de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Montevideo a las que les interesaba estudiar sobre el impacto social del arte. A través de una dinámica grupal de debate y discusión, el colectivo se propone trabajar problemáticas sociales que atraviesan particularmente a la mujer pero que incumben a toda la sociedad, como la violencia doméstica y la despenalización del aborto. Para ello han desarrollado la metodología de trabajo en la calle poniendo su cuerpo a trabajar a través de las performances.
Dentro de los tres grupos que brevemente reseñamos encontramos similitudes importantes. En todos se hace necesario hacer hincapié en lo femenino: la palabra “mujer” aparece en las denominaciones elegidas. Asimismo las problemáticas a tratar son en general las mismas, y el lugar para llevar a cabo sus críticas o reclamos es el espacio público. A través de pintadas o performances el objetivo está puesto en poder comunicar a toda la sociedad, al ciudadano común que transita por la calle, todo lo que falta en materia de igualdad de género. Las mujeres que conforman estos colectivos, lejos de querer realizar un “gran arte” individual y personal, explotan las posibilidades artísticas para poner en agenda los reclamos feministas y tratar de propulsar un cambio social.