Con motivo del próximo centenario de la creación de la Fuente de Marcel Duchamp y del manifiesto dadaísta, reflexionamos acerca de los gestos políticos de la vanguardia, sus intenciones y las preguntas que podemos hacernos hoy en torno al hecho artístico.
Hace ya casi cien años abría sus puertas por vez primera en París la “Exposición de los Independientes” en el Grand Central Palace, proclamada a sí misma como “sin jurados ni premios”. Organizada por la Society of Independent Artists, la muestra recibió un número muy amplio y variado de obras entre las que fue evidente la ausencia del artista Marcel Duchamp, quien junto con otros colegas formaba parte de la comisión directiva de la Sociedad. Por el contrario, antes de la inauguración sí había llegado la escandalosa Fountain (Fuente): un urinario de porcelana modelo Bedforshire de fondo plano, firmado a mano por un tal R. (Richard) Mutt.
Se trataba, sin embargo, del mismísimo Duchamp, quien había elegido este artefacto para desterrarlo de todo uso ordinario y proponerle un destino completamente diferente. Sus antecesores, una rueda de bicicleta montada sobre un banquito y un portabotellas, comenzaban a definir lo que ya para 1917 Duchamp llamaría ready mades: objetos de la vida cotidiana elegidos en base a una absoluta “indiferencia estética”, seleccionados por el artista y convertidos -por el solo hecho de esta elección- en obras de arte.
Marcel Duchamp, Fountain, 1917 (réplica 1964). Tate Gallery.
El inmediato rechazo del mingitorio/ Fuente de la exposición desató un acalorado debate. Entre sus consecuencias inmediatas estuvo la renuncia de Duchamp y Arensberg (quien había participado de la creación del artefacto) a la junta directiva de la Society of Independent Artists, así como la publicación de un artículo en la revista The blind Man con el título “El caso Richard Mutt”. En el mismo se leía: “Que el señor Mutt hiciera o no la fuente con sus propias manos carece de importancia. La ELIGIÓ. Cogió con sus manos un artículo de la vida cotidiana y lo colocó de un modo que su significado utilitario desapareciera gracias a un título y a un punto de vista nuevos: creó un pensamiento nuevo para ese objeto”1. Y de este modo, el objeto no sólo transformó los límites de lo que hasta entonces era llamado artístico (como ya lo venían haciendo los otros ready mades) sino que se convirtió en emblema del arte como provocación a la institución artística, a sus reglas de legitimación y a la sacralidad de la obra. Escondido detrás de ese seudónimo, y probablemente también de las palabras en The Blind Man, Duchamp comenzaba a desmoronar las ideas en las que estaban basados tradicionalmente los conceptos de arte, artista y público. Con la Fuente se iniciaban una serie de reflexiones que se fueron superando a sí mismas y complejizando a través de otras obras del propio artista.
Poco antes de la “Exposición de los independientes” y en plena convulsión de una guerra que en aquel entonces se perfilaba como eterna, un grupo de artistas liderado por Tristan Tzara comenzaba en el café Voltaire de Zúrich un movimiento que se autobautizaría “Dadá”. Caracterizado por ser una de las primeras vanguardias con representantes en ciudades tan distanciadas en aquellos tiempos como París, Berlín y Nueva York, esta nueva agrupación vanguardista (entre cuyas obras paradigmáticas podrían ubicarse algunas de Duchamp) se declaró en contra de todo, incluso en contra del arte mismo: “Dadá no significa nada.(…) Dadá, dadá, dadá, aullido de colores encrespados, encuentro de todos los contrarios y de todas las contradicciones, de todo motivo grotesco, de toda incoherencia”2.
Motivados por una fuerte oposición al conflicto bélico pero sin caer en ningún tipo de creencia pacifista o utópica, los dadaístas recurrieron a la provocación como principal arma, reflexionando no sólo a través de las imágenes, sino también de las palabras. Introdujeron objetos de la vida cotidiana en las obras y traspasaron los límites de lo explícitamente plástico: ambientaciones, intervenciones con voz y cuerpo, gestos irónicos, azarosos y provocativos. Rupturas que permitieran hacer frente a la sociedad burguesa consumidora del arte.
Peter Bürger, famoso teórico de la historia del arte, cuestionaría3 la eficacia final de obras como Fuente y movimientos como el dadaísmo, por ser obras que se oponían a la institución pero terminaron dentro de ella; por ser obras que buscaban reunir el arte con la vida y no lograr aggiornarse al paso del tiempo. Bastante de acuerdo con estas ideas, el historiador Eric Hobsbawm4 diría que la verdadera revolución desde la técnica vanguardista no se dio en las artes plásticas sino en el terreno de la publicidad: la misma habría conseguido abordar las innovaciones tecnológicas y llevarlas al mercado de masas, democratizando el consumo estético de una manera que la pintura no había podido conseguir.
Por fuera de estos razonables argumentos, hoy nos proponemos destacar la intención original del gesto de las vanguardias, del que abrevarían de gran número (por no decir todas) las obras de arte producidas desde allí a nuestros días. Conmemorando el centenario de la creación de Dadá y el pronto centenario de la Fuente, la sección de Visuales de la Revista Mutt se inaugura proponiéndose como espacio de reflexión en torno al arte pasado y presente, y a todo lo que hace a este mundo avasalladoramente visual que nos rodea.
Sherrie Levine, Fountain (after Marcel Duchamp: A. P.), 1991. Walker Art Center.
Dadá no significa nada y puede significar todo. R. Mutt no alude a nadie, y a la vez es veladura de los ya dichos y otros tantos nombres. R. Mutt como provocación, como gigantesco signo de pregunta punzando el final de las más diversas oraciones. R. Mutt como disparador, y también como disparo. Esperamos ser espacio de pensamiento, preguntas y más preguntas, y ninguna respuesta. ¡Pasen y lean!
Bruce Nauman, Self Portrait as a Fountain, 1966–67. Whitney Museum.
NOTAS:
1 TOMKINS, Calvin, Duchamp, Anagrama, Barcelona, 1999.
2 TZARA, Tristan, Manifiesto Dadá, 1918
3BURGER, Peter, Teoría de la vanguardia, Las cuarenta, Buenos Aires, 1974
4HOBSBAWM, Eric, A la zaga. Decadencia y fracaso de las vanguardias del siglo XX, Crítica, Barcelona,