El punto de contacto es el arte, que reúne a más de 350 artistas y curadores de los cinco continentes. Treinta y dos ciudades, dieciséis países bajo una misma consigna: eliminar los kilómetros, borrar las fronteras, reivindicar la diversidad y la singularidad.
En el marco de la Bienal, el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. Del Libertador 1473) presenta dos propuestas en simultáneo: las instalaciones La traversée de la vie y Mysteries, del artista francés Christian Boltanski (hasta el 10 de diciembre ) y la serie Interferencias, que reúne veinte obras pertenecientes a la colección del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Ginebra (hasta el 26 de noviembre)
Boltanski retoma la idea del transcurrir del tiempo: desde una perspectiva humana, en La traversée de la Vie , así como desde una perspectiva natural en Mysteries. En el caso de La traversée de la vie ( algo así como “el cruce de la vida” o la “travesía”), del año 2015, se sitúa al espectador frente a una serie de fotografías impresas en telas traslúcidas que penden del techo. Un cartel de Partida y uno de Llegada enmarcan la obra, sinónimos del nacimiento y la muerte de todo ser vivo.
Los protagonistas de las fotografías han sufrido la guerra y la han sobrevivido: una familia anónima, que, al igual que tantas otras, ha quedado marcada por los horrores de la violencia a gran escala.
Las imágenes están diluidas, borroneadas, como si fueran recuerdos que con el paso de los días se han ido distorsionando. La fragilidad de la memoria y la brevedad de la existencia se muestran al visitante a partir de la dificultad de reconocer a los sujetos y a los objetos, fantasmas de un pasado incierto.
Mysteries, obra de este año, es una intervención que ocupa la Sala 40. Boltanski instaló en la costa de la provincia de Chubut bocinas que imitan, al ser atravesadas por el viento, el canto de las ballenas. El sonido es lo que prima, lo que invoca a una naturaleza originaria sin la intervención humana.
Una serie de proyecciones en tiempo real registran el trabajo del artista en la Patagonia, a lo largo de ocho horas de video.
Para Interferencias, la otra intervención de BIENALSUR, se seleccionaron veinte obras de artistas contemporáneos del museo Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Ginebra para exponerlas junto a la colección permanente del Bellas Artes en la planta baja.
Al ser vistas junto a obras arquetípicas de la historia del arte, las piezas traídas de Ginebra generan un diálogo crítico que llega hasta los mismos fundamentos de la concepción del arte: retratos que no retratan sino que son tiras de tela, por ejemplo, junto a retratos vaporosos y detallistas al extremo.
Cuestiones como la espacialidad y el tiempo, la belleza o la virtud se ven sacudidas de raíz. Paredes de cartón ficticias que impiden la observación de las esculturas o miles y miles de dados en el piso que imposibilitan el recorrido tradicional de las obras.
Y es que en Interferencias se interfiere, así de simple. El espectador se encuentra perdido, ya que su rutina de observación y contemplación está interrumpida. El museo, como templo de las musas y lugar de reposo, quieto, apacible, conservador, se ve cuestionado en su misma esencia.Las convenciones de lo que debe y no debe ser expuesto,así como la forma en la que el visitante debe actuar frente a la obra son interpeladas y cuestionadas.
El resultado es desconcertante, provocador, a la vez que abre el camino a la reflexión.