Su recorrido como profesional es algo ecléctico: estudió la carrera de Abogacía y fue docente en una comunidad aborigen misionera, hasta que finalmente se convenció de la pasión que sentía por la fotografía como medio expresivo. Publicó tres libros: el primero, con veinte años, Filosofía por un adolescente, y con veintidós, Raíces vivas: tapokuera oikoveva; el tercero fue su primer libro exclusivamente de fotografía, El velo del tiempo. En 2009 se radicó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para estudiar en la Escuela Argentina de Fotografía (EAF). Mates de por medio, nos recibe en su estudio de Colegiales mientras demuestra que al día de hoy mantiene la tonada característica del nordeste argentino.
¿Cómo fue tu recorrido hacia la fotografía?
Yo soy de Posadas, Misiones, y me decidí a vivir a Buenos Aires en el año 2009, es decir, hace siete años que estoy viviendo en Capital. El motivo por el cual me vine a vivir fue más que nada porque quería estudiar fotografía. En Posadas no teníamos la carrera de fotografía como tal; sí la oportunidad de hacer cursos y talleres, por lo que comencé a formarme de esta manera: hice un curso de fotografía básica y de ensayo en Posadas, y también hice fotografía en Oberá, en un festival que se llama Oberá Siembra Cine, que era más fotografía cinematográfica.
La fotografía, ¿fue tu primera opción de estudios?
Yo vengo de una familia tradicional: mi hermana estudió Contadora Pública, mis padres toda la vida fueron comerciantes, y nos incentivaron a que estudiemos. Eso era muy importante: como ellos no lo pudieron hacer, lo que más nos transmitieron fue que podamos estudiar y que podamos salir adelante, trabajando de lo que nos guste, y que si de alguna manera eso nos daba una oportunidad de viajar y conocer gente y lugares, que lo hiciéramos. Nos dieron mucha libertad para que pudiéramos crecer profesionalmente y yo comencé con una formación en Derecho, en Abogacía. Terminé el secundario con dieciocho años y empecé la facultad. Cursé toda la carrera de Derecho en la Universidad Católica de Santa Fe, me faltaban muy pocas materias para recibirme, y gracias al Derecho –que no lo reniego– llegué a una comunidad aborigen, que fue lo que me permitió decidirme por la fotografía.
¿Cómo sucedió eso?
Teníamos seminarios jurídicos y había prácticas profesionales; y de alguna manera a mí siempre me preocupaba el tema de los títulos de propiedad de las tierras, de que estén a nombre de las comunidades, de que algún día no venga alguien y se apropie de las ellas. Me preocupaba de muy pequeño, admito que tengo algo con el tema de las culturas, de la gente nativa. Me encantaba ver que ellos eran artesanos, que hacían cosas con las manos que yo no puedo hacer; ver su creatividad; me encantaba ver que hablaban una lengua que no yo no conocía y su música me cautivaba… siempre pensé “me gustaría que ellos tengan algo que los proteja”. Fui a conocer una comunidad y me quedé viviendo y trabajando con ellos durante tres años, en Ka’aguy Porâ, que significa “monte lindo”, y que está en Comandante Andresito (Misiones). Allí se había creado un plan en una escuela aborigen en donde maestros enseñábamos en EGB3 durante quince días, y luego teníamos una quincena de receso. Son escuelas rurales que tienen planes de quince días intensos y quince días de jornadas de descanso. Para mí fue una de las experiencias más lindas de mi vida.
En Misiones había en su momento, aproximadamente, unas ochenta comunidades aborígenes a lo largo de la Ruta Nacional 12 y la Ruta 14. Algunas comunidades tenían escuela para hacer la primaria, pero no contaban con una escuela de EGB3, entonces Educación creó esta escuela en Comandante Andresito, bien al norte, en la frontera con Brasil, la primera escuela de EGB3 de las comunidades aborígenes, y yo tuve la suerte de formar parte de ese equipo docente. En su momento, hace varios años atrás, y me designaron para trabajar en el área de Lengua, Ciencias Sociales y Tecnología.
Yo no soy maestro ni estudié la carrera de docencia, lo había aclarado en su momento al Consejo, pero me habían visto con muchas ganas de aprender, de trabajar, me designaron estos cargos.
¿Cómo hiciste para desempeñar esas asignaturas en una comunidad guaraní?
Me habían designado Tecnología en una escuela en la que no contábamos con ninguna computadora ni había Internet, entonces era tecnología entre comillas. Pero me había interesado mucho hacerles una propuesta a ellos, ya que yo tenía contacto con cámaras fotográficas –analógicas más que nada–, y comencé a enseñarles fotografía. En esos quince días les mostraba cómo manejar el tiempo, cómo manejar el diafragma, el tema del ISO, la luz, las sombras, las mediciones, pero cuando me regresaba a Posadas, les dejaba las cámaras que yo tenía para que ellos se pudieran fotografiar. Lo más interesante era cuando yo regresaba a la comunidad y revelábamos esas copias, ver el resultado de lo que ellos habían logrado. Me quedaba maravillado con lo que ellos habían obtenido. Entonces cada vez me fui metiendo más en el mundo de la fotografía hasta que hice mi primera muestra fotográfica en Posadas, que se llamaba Guaraníes. Y ahí es como que di un paso en mi vida que fue fundamental, porque empecé a darme cuenta que una imagen podía comunicar muchísimas cosas, y podía comunicar un poco cómo vivían realmente ellos. Era algo actual, eso me gustó, porque salimos de los libros que estaban desactualizados.
Yo ya venía con la intención de poder escribir un libro en castellano, en guaraní clásico y en guaraní mbya, que es la etnia dentro de los guaraníes que habitan en esta zona de Misiones. Entonces me di cuenta, al no conocer el idioma guaraní, que necesitaba una profesora, una traductora, alguien que esté en contacto con ellos de manera mucho más directa que yo. Encontré a una docente que me acompañó en este proceso de poder escribir un libro en estos idiomas y de ahí nació mi segundo libro que es Raíces vivas: tapokuera oikoveva, que es el nombre en guaraní. Mi preocupación era que hubiera un material bibliográfico, escrito en guaraní y en castellano, y que fuera algo actual. Que los chicos que estuvieran estudiando en Misiones, Corrientes o Chaco pudieran tener un material actualizado y que sepan cuántas comunidades hay, en qué estado se encuentran, qué accesos tienen, cómo es su educación y su formación; y más que nada que haya algo que pueda protegerlos en cuanto a los conocimientos tradicionales, recursos genéticos, el folklore, su música, siempre me interesó mucho que todo esto quede registrado a nombre de una comunidad.
¿Qué formato le diste al libro para mantener esta idea de protección a las comunidades?
Fue una decisión acertada la de hacerlo con relatos muy testimoniales, como entrevistas. Yo hacía una entrevista y la registraba con las palabras de la misma manera en que se habían dicho, pero para que también quede para sus generaciones, para que vengan sus hijos y puedan decir “bueno, mi madre, mi abuela me comentó esta creencia religiosa o esta mitología y yo lo puedo seguir conociendo”. También para que esa lengua, que es de transmisión oral y que se va perdiendo porque no hay material escrito, pueda de alguna manera recuperar algo. Yo no sé si lo logré. El resultado fue 100% positivo, pero fue una semilla que yo creo que sembró y nos dio muy lindos resultados, y que quedó el libro plantada. La verdad es que fue muy linda la experiencia, y ahí nació la fotografía para mí, estando en esa comunidad.
Yo creo que llegué a esa comunidad en Andresito para ver, de alguna manera, si uno puede aportar algo. Es ilógico creer que uno puede cambiar todo. Creo que al final ellos me ayudaron a mí, porque gracias a ellos yo aprendí mucho de la vida, en el sentido de que aprendí a escuchar, a actuar con prudencia ante muchas situaciones, a estar atento ante cómo está el otro, a valorar lo que uno tiene, y a empezar a contar lo que nos pasa realmente adentro, en nuestro interior, estar atento a cómo está uno por dentro. Yo lo aplico mucho a mi fotografía. No tratar de decir “bueno, para hacer un trabajo fotográfico me tengo que ir a otro país”. Si eso ocurre, me encanta, pero a mí me pasaba que yo tenía muchas cosas para contar desde el lugar donde yo me encontraba, que era Misiones, y me di cuenta de que la fotografía era la mejor manera en la que podía expresarme, y poder a la vez enunciar algo.
O sea que, en cierta manera, la muestra Guaraníes ayudó a visibilizar tu preocupación por las comunidades aborígenes.
Llevar una fotografía de un niño guaraní y de una comunidad tal como ellos viven, al centro de una ciudad en donde la gente se preguntaba qué hacía esa imagen ahí, un interés de “cómo yo puedo ayudar”. A su vez, gente que le sacaba una foto y eso lo llevaba a nivel nacional. Así se comenzaron a comunicar a través mío a nivel nacional. Gracias a trabajo con los guaraníes me invitaron a formar parte de una fundación que se llama FUNA Fundación Nuestro Ambiente, y en 2004 me invitaron a representar a Argentina frente a Naciones Unidas para que pueda contar un poco lo que estaba haciendo frente a la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI). Pude presentarme ahí y contar un poco cómo estaban los guaraníes en el nordeste argentino, cómo ellos vivían, cuáles eran sus necesidades, cuáles eran sus problemas, y me di cuenta que todo comenzó a través de la fotografía, porque era una forma en la que yo podía decir “no estoy denunciando algo pero estoy contando cómo están realmente ellos en esta época de la vida”. Y había personas a las que les gustaba, personas a las que no les gustaba, pero sentí que mi imagen le llegaba a la gente, y que conscientemente yo seguía trabajando en un pueblito muy pequeño pero donde las cosas pasaban, donde se cruzaban fronteras.
Entonces, ¿por qué no dedicarme a esto? Si puedo contar lo que me está pasando y a la vez esto sirve para ayudar a alguien, bienvenido sea. Decidí dejar Derecho y me quedé en la comunidad. Fueron muy fuertes esos años, porque uno te lo cuenta ahora como una experiencia muy linda, pero yo tenía que demostrarles a mis padres que de alguna manera esto no era un hobby, que la fotografía era una profesión y que yo tenía que estudiar.
¿Cómo decidiste venir a Buenos Aires?
Yo no me podía quedar con cursos, sino que tenía que formarme porque me di cuenta que no era algo innato que yo tenía, que no era autodidacta: me di cuenta de mis limitaciones. En 2009 me decidí a venir a estudiar, especialmente quería estudiar en la EAF, así que averigüé el plan de estudios, me anoté en la carrera y me recibí en esa escuela, primero de Fotógrafo Profesional –tenemos un título que es oficial, con validez nacional– y luego de Técnico Superior en Imagen Fotográfica.
¿Te benefició de alguna manera haber estudiado tantos años de otra carrera tan opuesta, metodológicamente hablando?
Yo creo que aprendí mucho de la disciplina del Derecho. Es una carrera en la que tenés que tener conducta a la hora de estudiar, tenés que estar muchas horas sentado estudiando, seas o no muy inteligente. Es una carrera que tenés que dedicarle tiempo, tiene una exigencia de carga horaria. Y en el arte, eso me sirvió muchísimo, porque a la vez de formarme en una escuela, iba mucho a la biblioteca para conocer qué está pasando en la fotografía en Brasil, en países que nos rodean; ver qué pasa en San Pablo, en Montevideo, en Santiago de Chile, estar muy atento a lo que está pasando alrededor nuestro, y ver si eso fusiona con nuestra fotografía en Argentina, conocer festivales… tuve la oportunidad de llevar mi tercer libro –El velo del tiempo– invitado por la Universidad del Pacífico en Chile, a la carrera de fotografía. Me encantó viajar el año pasado porque pude compartir la experiencia con alumnos de la carrea, con docentes y con el director de la carrera, y ese intercambio para mí fue muy gratificante, fue muy enriquecedor en términos de los talleres que doy en la actualidad.
¿Cómo siguió tu recorrido profesional una vez recibido?
Me quedé trabajando en la EAF en la parte administrativa de la escuela, y en simultáneo comencé a trabajar también como coordinador de Foro de Portfolios. Esto se dio gracias a haber estudiado y a haber estado en contacto con las autoridades del Festival de la Luz, con Elda Harrington y Silvia Mangialardi. El de 2016 fue el tercer festival en el que trabajé como coordinador del Foro Internacional de Portfolios y la verdad es que es una experiencia muy linda y muy importante, porque tengo la oportunidad de trabajar y de conocer a fotógrafos internacionales, revisores que vienen de todas partes del mundo. Y por supuesto, también tengo la posibilidad de aprender de la mano de las directoras del festival en tanto a cómo manejarse en el mundo de la fotografía. Por el otro lado, me voy desarrollando profesionalmente desde mi formación como fotógrafo, ya que por un lado está toda la parte de gestión, y por el otro, mi camino individual.
En ese camino individual, ¿qué muestras le siguieron a Guaraníes y cómo influyó en ellas tu formación profesional?
Hice una segunda muestra fotográfica, que fue Atardeceres, también en Misiones. Al venir a formarme a Buenos Aires hice un cambio de chip del que no me di cuenta en su momento, y comencé a fotografiar los recortes de luz que produce la arquitectura en los límites urbanos de la ciudad. Salí de la naturaleza hacia otro paisaje distinto, pero sin tenerlo registrado, “bueno, voy a hacer algo diferente”. El hecho de viajar mucho en colectivo y de estar observando qué pasaba hacia arriba, también en busca un poco de ese cielo, de esa naturaleza, empecé a ver cómo esa luz filtraba en la ciudad y comencé a fotografiar eso. Eso derivó además en un trabajo muy lindo que se llama El velo del tiempo, y es mi tercera muestra fotográfica pero la primera grande. Fue la primera muestra en la que tuve la oportunidad de quedar seleccionado para el Festival de la Luz, y la pude exponer en el Museo Municipal de Bellas Artes “Juan Sánchez” (General Roca, Río Negro). Esa muestra después recorrió el Museo Provincial de Bellas Artes “Juan Yapari” (Posadas, Misiones) y otros lugares.
O sea, fue la primera muestra en la que cual saliste de un solo lugar.
Claro, empecé a recibir invitaciones de otros museos. El primer lugar en donde presenté la muestra, que fue como un antes y un después muy importante, fue el Museo MARQ (Museo de Arquitectura y Diseño). Yo inauguré ahí y después la muestra empezó a recorrer otros museos del país. Por eso digo que fue una exhibición que me dio mucha gratificación, y terminó siendo un libro. Yo venía de dos libros que había escrito, y pasé de la literatura a la fotografía, así que fue de alguna manera muy lindo porque reanudé ese camino de ver plasmado el trabajo en un libro, y en este caso fue algo fotográfico. El velo del tiempo fue presentado en el Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac Fernández Blanco” –en su sede de Palacio Noel–. La verdad es un museo precioso, así que me dio mucho gusto pasar por esos lugares. Y de alguna manera, como decimos, cuando uno hace un libro después de una muestra de fotografía, de una muestra importante para uno, cerrar con un libro es como una gran gratificación, porque es mucho trabajo y mucho esfuerzo.
¿Cómo fue la edición del libro?
Por supuesto, estuve acompañado: la curaduría del libro estuvo a cargo de Valeria Bellusci, quien fue mi profesora de ensayo durante mucho tiempo. Con ella trabajé durante todo este proceso de El velo del tiempo. También fue largo porque lo empecé en el año 2009 y lo presenté en 2015, o sea que no fue un trabajo de poco tiempo. Elda Hardington, quien me presentó en el Museo Isaac, también me acompañó en todo este proceso y estuvo trabajando conmigo y Valeria en la edición del libro, así que la verdad fue una muy linda experiencia.
¿Qué podés contarnos sobre tus talleres de fotografía?
El hecho de venirme a hacer tres años de una carrera de fotografía y después talleres de ensayo con Valeria Bellusci y talleres de expresión con Juan Travnik, me sirvió para formarme un poco a lo que hoy yo soy. Hoy en día estoy dando mis propios talleres, que son dos: uno de fotografía básica para todas aquellas personas que quieren aprender fotografía con la cámara que cuenten. Tengo alumnos que tienen cámaras Semi Reflex y cámaras Reflex profesionales, y hacemos salidas prácticas, vemos y trabajamos mucho con texto, con todos estos libros [señala varias enormes y prolijas pilas de libros], trabajamos con proyecciones… les hago llegar a la fotografía tanto contemporánea como los grandes maestros de la fotografía, y vemos mucha fotografía nacional, vemos muchos cortos, muchas imágenes. Y después estoy dando un taller de ensayo y expresión, más que nada para aquellos que ya tienen conocimiento de su cámara, pero quieren editar un trabajo, para terminar con un portfolio y presentarse en las revisiones, o quieren hacer un libro, o quieren poder cerrar un trabajo profesional, o ese trabajo desean llevarlo a algún centro cultural o algún museo. Pruebo con los alumnos tener clases grupales y clases individuales, porque los intereses también son otros. La verdad siento que voy aprendiendo mucho de esto.
¿Qué otros trabajos realizás como fotógrafo profesional?
Estoy trabajando como fotógrafo colaborador en una revista que se llama Casa Foa. Es una revista que ya está instalada en el mercado a nivel nacional, sale con edición impresa de seis números en el año, por suerte. Es una revista de arquitectura y diseño, y estoy muy orgulloso de formar parte de este equipo de trabajo desde el primer número. Me encanta porque tengo una directora editorial, María Luisa Mac Kay, que es un ejemplo a seguir, una persona siempre con una energía muy positiva y con una mirada superadora todo el tiempo, y eso nos transmite siempre que cada número sea mejor que el anterior. La verdad que me encanta formar parte de este equipo de trabajo, porque me estoy dedicando mucho a la fotografía de lo que es arquitectura y diseño, y tengo la oportunidad de fotografiar casas y departamentos hermosos. Es un equipo muy lindo en el que forman parte desde escritores, que hacen entrevistas muy buenas, a colegas fotógrafos también excelentes, y el diseño de la revista cada vez es mejor, la calidad de la impresión es impecable. Desde Misiones hasta Ushuaia buscamos siempre casas con estilo, con diseño para fotografiar.
Por último, contános un poco sobre tu último logro a nivel profesional.
Este año tuve la oportunidad –además de coordinar los Foros de Portfolios– de presentarme en las revisiones del Festival de la Luz con un nuevo trabajo que se llama Viaje interior. Tuve la alegría inmensa de ganar la Beca al Meeting Place del festival FotoFest de Houston (Estados Unidos) para el 2018. La beca consiste en que el ganador viaja durante 2018 a llevar su trabajo. Es uno de los festivales de fotografía más importantes del mundo, en donde las puertas se abren de manera internacional porque asisten revisores de todas partes, y la beca me permitirá mostrar mi trabajo a dieciséis revisores. Así que la verdad es que estoy súper contento con esta oportunidad, de la cual voy a aprender mucho. Estoy trabajando en eso para poder llevar el trabajo en las mejores condiciones, estoy estudiando inglés, será una experiencia muy linda y realmente ya la estoy disfrutando.
Por Delfina Moreno Della Cecca
Un libro: El elogio de la sombra de Jun’ichirō Tanizaki.
“Es mi libro de cabecera (…). Me sirvió mucho para mi trabajo El velo del tiempo, porque es una mirada oriental muy diferente a la nuestra pero en donde se trabaja mucho el tema de la sombra, y para fotografía es muy importante el tema de la luz. En mi trabajo me di cuenta que estaba parado todo el tiempo en las sombras para observar esa luz, entonces este libro en su momento me marcó mucho. Es un libro que lo vuelvo a leer y lo comento con mis alumnos en el taller de fotografía.”
Un ensayo literario: Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke.
Un artista musical: Chango Spasiuk.
Un artista visual: Andrés Paredes.
Una artista plástica: Alicia Disario.
Una directora de cine: Lucrecia Martell.
Una película: El ciudadano ilustre de Mariano Cohn y Gastón Duprat.
Una obra de teatro: Estás ahí de Javier Daulte.
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