Mariano di Cesare: “Nos propusimos reconectarnos con nosotros mismos”

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Mariano di Cesare: “Nos propusimos reconectarnos con nosotros mismos”

Con una década recorrida sobre el escenario, Mi amigo invencible es una de las bandas más conocidas del indie nacional y convirtió a Mendoza en un referente ineludible de la música argentina actual. Con su nuevo álbum, Nuestra noche (2017), propone un sonido “más sincero y natural” que en trabajos anteriores.

Foto: r.MUTT / Na­ta­lia Vidal

Todo co­mien­za en 2007 en la pro­vin­cia de Men­do­za con el dis­co Gua­per, la te­na­za que rom­pe el alam­bre del co­rral (2007), el pri­mer ál­bum de la ban­da Mi ami­go in­ven­ci­ble. El dis­co es un ex­pe­ri­men­to so­no­ro con cier­ta mi­ra­da exis­ten­cia­lis­ta en sus le­tras, una de las prin­ci­pa­les ca­rac­te­rís­ti­cas de la ban­da. Sus in­te­gran­tes, Ma­riano di Ce­sa­re (voz y gui­ta­rra), Ma­riano Cas­tro (voz) y Ni­co­lás Vo­los­chin (gui­ta­rra) se con­vier­ten en re­fe­ren­tes de un mo­vi­mien­to mu­si­cal que más tar­de se co­no­ce­ría como man­so in­die. Lue­go, en Re­la­tos de un in­cen­dio (2011), el pri­mer ál­bum de la tri­lo­gía, se unie­ron Leo­nar­do Gu­di­ño (per­cu­sión) y Juan Pa­blo Qua­tri­ni (bajo).

Mien­tras se pre­pa­ran para las nue­vas fe­chas en don­de da­rán a co­no­cer su nue­vo tra­ba­jo Nues­tra no­che ha­bla­mos con Ma­riano di Ce­sa­re y Ma­riano Cas­tro, lue­go del fes­te­jo de los diez años que rea­li­za­ron el 5 de agos­to en Ni­ce­to.

Hace poco fes­te­ja­ron los diez años de la ban­da, ¿lo vi­ven como el fin de una eta­pa o el co­mien­zo de otra?

Ma­riano di Ce­sa­re: Más que un fin o un prin­ci­pio, es una vuel­ta. La pri­me­ra vuel­ta en­te­ra que se da y la idea es que si­ga­mos así: que sea un mo­vi­mien­to con­ti­nuo, en el que no haya ni fin ni co­mien­zo. Qui­zás an­tes de cum­plir los diez años no veía­mos cier­tos cam­bios y nos di­mos cuen­ta que en ese tiem­po cam­bian mu­cho las co­sas y eso fue lo que nos pasó. No fue un cum­plea­ños más en el que se re­plan­tean mu­chas co­sas y se pro­po­nen otras pero, como dije, más que un fin o un co­mien­zo fue una vuel­ta en­te­ra.

Ma­riano Cas­tro: Los diez años son un hito, una pa­ra­da de des­can­so para se­guir. Una vez que lle­gás a esa pos­ta, ahí re­cién te das cuen­ta qué co­sas que­da­ron en el ca­mino y cuán­to te que­dó por re­co­rrer. No lo sa­bés pero el aná­li­sis de las co­sas que que­da­ron atrás y de las co­sas apren­dis­te fue muy no­to­rio en ese sen­ti­do, por­que la ban­da mutó mu­cho des­de lo que fue en sus orí­ge­nes.

¿Sien­ten que el re­co­rri­do que hizo la ban­da es otro y ya tie­nen otra mi­ra­da de ese co­mien­zo?

MC: El pri­mer hito de la ban­da con­sis­tió en ve­nir a Bue­nos Ai­res, fue un nue­vo co­mien­zo y los dis­cos se em­pe­za­ron a gra­bar de otra ma­ne­ra. Em­pe­za­mos a tra­ba­jar so­bre el con­cep­to de la tri­lo­gía y el úl­ti­mo dis­co fue el fi­nal del con­cep­to. No­so­tros ve­nía­mos y ha­blá­ba­mos de la ban­da como un pro­yec­to so­li­to de Ma­riano (Di Ce­sa­re). Aho­ra la ban­da ya es otra, ha­bla­mos del pre­sen­te y de los úl­ti­mos cin­co años.

¿Qué ele­men­tos en­con­tra­ron en Re­la­tos de un in­cen­dio, La nos­tal­gia soundsys­tem y La dan­za de los prin­ci­pian­tes a la hora de pen­sar­los como par­te de una úni­ca tri­lo­gía?
MdC: En pri­mer lu­gar, tu­vi­mos la suer­te de en­con­trar­nos con Fe­de­ri­co Ca­lan­dria. Él es di­bu­jan­te y es como un in­te­gran­te más de la ban­da. Cuan­do nos jun­ta­mos para ha­cer Re­la­tos de un in­cen­dio, no sa­bía­mos to­da­vía que de ahí iba a sa­lir una tri­lo­gía. A par­tir de un di­bu­jo suyo, sur­gió la idea de crear una es­pe­cie de mun­do. Las can­cio­nes co­men­za­ron a for­mar par­te de todo un mun­do y de un es­pa­cio que ha­bía sur­gi­do a par­tir de su di­bu­jo. La idea de ha­cer algo con­cep­tual se dio re­cién al fi­nal, cuan­do nos di­mos cuen­ta de que todo era par­te de una mis­ma obra.

MC: A ve­ces es muy com­pli­ca­do ha­cer una obra to­tal­men­te con­cep­tual. Plan­tear un dis­co en el que to­das las le­tras lle­guen a un puer­to co­mún es una obra gi­gan­tes­ca y nun­ca lo abor­da­mos de esa ma­ne­ra, se­ría una lo­cu­ra que to­das ha­blen de lo mis­mo. Lo úni­co que  com­par­ten es el mar­co de re­fe­ren­cia, como dijo Ma­riano, que te pre­dis­po­ne a vos de cier­ta ma­ne­ra para em­pe­zar a es­cu­char las can­cio­nes en­ten­dien­do que van para un lado, y ese jue­go está bueno por­que esa sim­ple pau­ta es como un pe­que­ño fil­tro; pero la obra no deja de ser com­ple­ta­men­te li­bre de in­ter­pre­ta­ción, lo cie­rra la per­so­na que lo está es­cu­chan­do.

Foto: r.MUTT / Na­ta­lia Vidal

Di­ga­mos que us­te­des no bus­can que es­tén orien­ta­das a una sola in­ter­pre­ta­ción.

MdC: Nos gus­ta que las can­cio­nes dia­lo­guen en­tre sí, o re­pe­tir co­sas que ya pu­si­mos. Esa fór­mu­la de traer una fra­se de una can­ción vie­ja a una nue­va nos en­can­ta y eso tam­bién ge­ne­ra cier­to lazo en­tre las can­cio­nes que ar­man una red y esa red arma ese con­cep­to.

¿Por qué op­ta­ron por un so­ni­do en vivo para Nues­tra no­che?

MdC: Lo que nos pro­pu­si­mos en este nue­vo dis­co fue re­co­nec­tar­nos con no­so­tros mis­mos por­que es­tá­ba­mos muy es­tre­sa­dos por la ciu­dad. Nos fui­mos le­jos, al cam­po. An­tes de ir­nos en­sa­ya­mos mu­cho. En ese mo­men­to nos di­mos cuen­ta de que las can­cio­nes ya es­ta­ban para to­car­las en vivo. Siem­pre tu­vi­mos la idea de gra­bar un so­ni­do en vivo pero las cir­cuns­tan­cias nos lle­va­ron ha­cer los dis­cos de otra ma­ne­ra, en el es­tu­dio. Ge­ne­ral­men­te, las can­cio­nes no las te­ne­mos, no las co­no­ce­mos has­ta que las ter­mi­na­mos en el es­tu­dio. Como pasó tan­to tiem­po des­de Dan­za de prin­ci­pian­tes has­ta aho­ra, pu­di­mos tra­ba­jar so­bre las nue­vas can­cio­nes y pu­di­mos ter­mi­nar­las. Te­nía­mos un gran pu­ña­do para gra­bar y todo lo re­sol­vi­mos en el lu­gar don­de fui­mos a ha­cer­lo. La in­fra­es­truc­tu­ra y la pro­duc­ción de Sha­man [He­rre­ra] su­ma­do a to­das esas fuer­zas que ve­nía­mos car­gan­do se unie­ron para que sa­lie­ra ese so­ni­do, para que fue­ra el de una ban­da to­can­do en un es­ce­na­rio. Lo que que­da aho­ra des­pués de las se­sio­nes del cam­po es aco­mo­dar cier­tas co­sas pero el dis­co casi lo ter­mi­na­mos en dos días, con gra­ba­cio­nes en vivo. Se nota ese vivo que siem­pre per­se­gui­mos, so­bre todo por la sol­tu­ra y la des­pro­li­ji­dad que hay, que en el es­tu­dio no se ne­ce­si­ta por­que está todo más con­tro­la­do. Que­ría­mos tras­la­dar ese jue­go nues­tro al so­ni­do del ál­bum.

MC: En el es­tu­dio siem­pre está la ten­ta­ción de mo­di­fi­car la obra a tal pun­to que se van agre­gan­do co­sas y se va la­van­do de la esen­cia que te­nía. Hay que con­tro­lar­se en ese sen­ti­do. Aho­ra es­tá­ba­mos ha­blan­do de eso, de no me­ter­le mu­chas co­sas más ya que los dis­cos se fil­tran mu­cho, se van lim­pian­do y se pier­de mu­cha de la ener­gía pri­ma­ria.

MdC: Con los dis­cos an­te­rio­res tra­ta­mos de ge­ne­rar obras sú­per tra­ba­ja­das, con mu­cho res­pe­to pero con la idea que sea el me­jor dis­co que po­día­mos ha­cer. Eso re­sul­ta­ba ago­ta­dor, era toda una pre­sión. Para este dis­co nos fui­mos a re­la­jar, a sa­car lo me­jor de no­so­tros en re­la­ción a lo sin­ce­ro, por eso bus­ca­mos ge­ne­rar un so­ni­do en vivo.

MC: Es como una ana­lo­gía a la in­se­gu­ri­dad per­so­nal, como po­ner­te un mon­tón de co­sas o ma­qui­llar­te por­que nun­ca es­tás se­gu­ro que al­guien te pue­de acep­tar o flas­hear con una sim­ple­za. Por eso es lo me­ri­to­rio lo que va­mos a ha­cer aho­ra. Es mu­cho más pro­fun­do y me­nos su­per­fi­cial el he­cho de que sea tan na­tu­ral.

¿Y con este nue­vo ál­bum co­mien­zan los via­jes?

MC: En es­tos años que he­mos gi­ra­do en mon­tón de lu­ga­res, nos he­mos dado cuen­ta lo va­rio­pin­tas que son las es­ce­nas de Ar­gen­ti­na. Tie­nen unas ca­rac­te­rís­ti­cas en par­ti­cu­lar que te­nés que ir in situ para co­no­cer­las y en­ten­der lo que está pa­san­do ahí en ese lu­gar y que na­die te las pue­de con­tar.

MdC: Hay cues­tio­nes su­ma­men­te mo­der­nas en el in­te­rior, van­guar­dis­tas. En la pro­vin­cia, con res­pec­to a la Ca­pi­tal, es que no se emu­la nin­gún mo­vi­mien­to que se da en otros paí­ses: no es­tán los darks, los punks ar­gen­ti­nos, como en Ca­pi­tal don­de los gue­tos se dan tal cual como son; eso en el in­te­rior no pasa y ge­ne­ra una li­ber­tad ar­tís­ti­ca que lo hace algo dis­tin­to, flu­ye de otra ma­ne­ra. En cin­co años, la es­ce­na mu­si­cal ar­gen­ti­na ha cam­bia­do mu­chí­si­mo. Los he­chos cul­tu­ra­les son mo­vi­mien­tos co­lec­ti­vos que van más allá de las fi­gu­ras que se des­ta­can, se da con el pú­bli­co que va a los re­ci­ta­les, al­guien que toca la gui­ta­rra, al­guien que hace no­tas. El pú­bli­co es ac­ti­vo, es mú­si­co, es pe­rio­dis­ta.

¿Cómo se sien­ten cuan­do vuel­ven a Men­do­za? ¿Re­car­gan ener­gías?

MdC: Hay algo real es que cuan­do vol­ve­mos, te­ne­mos fe­chas y más que re­car­gar ener­gías, las des­car­ga­mos y vol­ve­mos ro­tos a Bue­nos Ai­res. Cada vez que va­mos, en mi caso, voy a desa­yu­nar con mis vie­jos, to­mar unos ma­tes y lue­go es­ta­mos to­can­do al rato. Me en­cuen­tro con al­gu­nos ami­gos pero es­toy muy poco tiem­po. La ma­yo­ría de las ve­ces que va­mos es­ta­mos con fe­chas y es todo muy in­ten­so. Nues­tra idea es siem­pre es­tar un poco más de tiem­po en Men­do­za por la ener­gía y el cli­ma. El aire de ahí es para no­so­tros más que ne­ce­sa­rio. Aun­que no sa­be­mos cuán­to tiem­po es­ta­re­mos en Ca­pi­tal, eso no quie­re de­cir que va­mos a vol­ver ni nada, sólo no sa­be­mos cuán­do nos va­mos a ir, no­so­tros so­mos chi­cos de mon­ta­ña. Tu­vi­mos una re­la­ción de amor-odio con Men­do­za, nos fui­mos en el mo­men­to de re­la­ción odio en nues­tras can­cio­nes es­ta­ba todo más que bien pero la­men­ta­ble­men­te para po­der se­guir re­par­tien­do tu mú­si­ca ha­cia lu­ga­res ines­pe­ra­dos, Men­do­za no era el lu­gar, an­tes era un am­bien­te su­per con­ser­va­dor y hos­til. Aho­ra con In­ter­net y la bola que se le da a Men­do­za, eso cam­bió.

MC: No­so­tros que­re­mos se­guir sien­do una ban­da de Men­do­za, nos gus­ta es­tar cer­ca del pú­bli­co y no ser una ban­da di­fí­cil de ver. Que­re­mos que se nos pue­da ver se­gui­do y sa­ber que for­ma­mos par­te de todo el mo­vi­mien­to que está pa­san­do, nos sen­ti­mos par­te de eso, del mo­vi­mien­to men­do­cino o del in­te­rior.  

¿Cómo se pre­pa­ran para los pró­xi­mos shows?

MdC: Em­pe­za­mos con los en­sa­yos para pre­pa­rar­nos, aun­que más que pre­pa­rar­nos es­ta­mos muy an­sio­sos por to­car. El via­je de la gira es un via­je de egre­sa­dos. Agra­de­ce­mos mu­cho que las can­cio­nes nos lle­ven a to­dos los la­dos, a co­no­cer gen­te nue­va, ami­gos nue­vos. No lo po­de­mos creer.

MC: Es lin­do vol­ver a una ciu­dad don­de ya te­nés ami­gos mú­si­cos y eso se da gra­cias a este re­co­rri­do. Es muy loco te­ner ami­gos mú­si­cos he­chos en este ca­mino, en Mi­sio­nes o en Cór­do­ba. Nun­ca pen­sé que po­día te­ner­los.

Foto: r.MUTT / Na­ta­lia Vidal


Mi amigo invencible cerrará el Festival de la Bienal de Arte Joven, en el Centro Cultural Recoleta el viernes 29 de septiembre a las 23 horas. La entrada es libre y gratuita.

Samanta Gamarra
Samanta Gamarra
Estudiante avanzada de la carrera de Letras (UBA), orientación en teoría literaria. Presentó la ponencia "Este es mi diseño: la estética del crimen en la serie Hannibal de Brian Fuller" en el II Coloquio de Humanidades y Ciencias Sociales sobre Culturas y Consumos Freaks (2015).Co-creadora de “KAPOW!”, un taller introductorio sobre la historia del cómic y la novela gráfica, en la plataforma de contenidos de Horno Cerebral.