Todo comienza en 2007 en la provincia de Mendoza con el disco Guaper, la tenaza que rompe el alambre del corral (2007), el primer álbum de la banda Mi amigo invencible. El disco es un experimento sonoro con cierta mirada existencialista en sus letras, una de las principales características de la banda. Sus integrantes, Mariano di Cesare (voz y guitarra), Mariano Castro (voz) y Nicolás Voloschin (guitarra) se convierten en referentes de un movimiento musical que más tarde se conocería como manso indie. Luego, en Relatos de un incendio (2011), el primer álbum de la trilogía, se unieron Leonardo Gudiño (percusión) y Juan Pablo Quatrini (bajo).
Mientras se preparan para las nuevas fechas en donde darán a conocer su nuevo trabajo Nuestra noche hablamos con Mariano di Cesare y Mariano Castro, luego del festejo de los diez años que realizaron el 5 de agosto en Niceto.
Hace poco festejaron los diez años de la banda, ¿lo viven como el fin de una etapa o el comienzo de otra?
Mariano di Cesare: Más que un fin o un principio, es una vuelta. La primera vuelta entera que se da y la idea es que sigamos así: que sea un movimiento continuo, en el que no haya ni fin ni comienzo. Quizás antes de cumplir los diez años no veíamos ciertos cambios y nos dimos cuenta que en ese tiempo cambian mucho las cosas y eso fue lo que nos pasó. No fue un cumpleaños más en el que se replantean muchas cosas y se proponen otras pero, como dije, más que un fin o un comienzo fue una vuelta entera.
Mariano Castro: Los diez años son un hito, una parada de descanso para seguir. Una vez que llegás a esa posta, ahí recién te das cuenta qué cosas quedaron en el camino y cuánto te quedó por recorrer. No lo sabés pero el análisis de las cosas que quedaron atrás y de las cosas aprendiste fue muy notorio en ese sentido, porque la banda mutó mucho desde lo que fue en sus orígenes.
¿Sienten que el recorrido que hizo la banda es otro y ya tienen otra mirada de ese comienzo?
MC: El primer hito de la banda consistió en venir a Buenos Aires, fue un nuevo comienzo y los discos se empezaron a grabar de otra manera. Empezamos a trabajar sobre el concepto de la trilogía y el último disco fue el final del concepto. Nosotros veníamos y hablábamos de la banda como un proyecto solito de Mariano (Di Cesare). Ahora la banda ya es otra, hablamos del presente y de los últimos cinco años.
¿Qué elementos encontraron en Relatos de un incendio, La nostalgia soundsystem y La danza de los principiantes a la hora de pensarlos como parte de una única trilogía?
MdC: En primer lugar, tuvimos la suerte de encontrarnos con Federico Calandria. Él es dibujante y es como un integrante más de la banda. Cuando nos juntamos para hacer Relatos de un incendio, no sabíamos todavía que de ahí iba a salir una trilogía. A partir de un dibujo suyo, surgió la idea de crear una especie de mundo. Las canciones comenzaron a formar parte de todo un mundo y de un espacio que había surgido a partir de su dibujo. La idea de hacer algo conceptual se dio recién al final, cuando nos dimos cuenta de que todo era parte de una misma obra.
MC: A veces es muy complicado hacer una obra totalmente conceptual. Plantear un disco en el que todas las letras lleguen a un puerto común es una obra gigantesca y nunca lo abordamos de esa manera, sería una locura que todas hablen de lo mismo. Lo único que comparten es el marco de referencia, como dijo Mariano, que te predispone a vos de cierta manera para empezar a escuchar las canciones entendiendo que van para un lado, y ese juego está bueno porque esa simple pauta es como un pequeño filtro; pero la obra no deja de ser completamente libre de interpretación, lo cierra la persona que lo está escuchando.
Digamos que ustedes no buscan que estén orientadas a una sola interpretación.
MdC: Nos gusta que las canciones dialoguen entre sí, o repetir cosas que ya pusimos. Esa fórmula de traer una frase de una canción vieja a una nueva nos encanta y eso también genera cierto lazo entre las canciones que arman una red y esa red arma ese concepto.
¿Por qué optaron por un sonido en vivo para Nuestra noche?
MdC: Lo que nos propusimos en este nuevo disco fue reconectarnos con nosotros mismos porque estábamos muy estresados por la ciudad. Nos fuimos lejos, al campo. Antes de irnos ensayamos mucho. En ese momento nos dimos cuenta de que las canciones ya estaban para tocarlas en vivo. Siempre tuvimos la idea de grabar un sonido en vivo pero las circunstancias nos llevaron hacer los discos de otra manera, en el estudio. Generalmente, las canciones no las tenemos, no las conocemos hasta que las terminamos en el estudio. Como pasó tanto tiempo desde Danza de principiantes hasta ahora, pudimos trabajar sobre las nuevas canciones y pudimos terminarlas. Teníamos un gran puñado para grabar y todo lo resolvimos en el lugar donde fuimos a hacerlo. La infraestructura y la producción de Shaman [Herrera] sumado a todas esas fuerzas que veníamos cargando se unieron para que saliera ese sonido, para que fuera el de una banda tocando en un escenario. Lo que queda ahora después de las sesiones del campo es acomodar ciertas cosas pero el disco casi lo terminamos en dos días, con grabaciones en vivo. Se nota ese vivo que siempre perseguimos, sobre todo por la soltura y la desprolijidad que hay, que en el estudio no se necesita porque está todo más controlado. Queríamos trasladar ese juego nuestro al sonido del álbum.
MC: En el estudio siempre está la tentación de modificar la obra a tal punto que se van agregando cosas y se va lavando de la esencia que tenía. Hay que controlarse en ese sentido. Ahora estábamos hablando de eso, de no meterle muchas cosas más ya que los discos se filtran mucho, se van limpiando y se pierde mucha de la energía primaria.
MdC: Con los discos anteriores tratamos de generar obras súper trabajadas, con mucho respeto pero con la idea que sea el mejor disco que podíamos hacer. Eso resultaba agotador, era toda una presión. Para este disco nos fuimos a relajar, a sacar lo mejor de nosotros en relación a lo sincero, por eso buscamos generar un sonido en vivo.
MC: Es como una analogía a la inseguridad personal, como ponerte un montón de cosas o maquillarte porque nunca estás seguro que alguien te puede aceptar o flashear con una simpleza. Por eso es lo meritorio lo que vamos a hacer ahora. Es mucho más profundo y menos superficial el hecho de que sea tan natural.
¿Y con este nuevo álbum comienzan los viajes?
MC: En estos años que hemos girado en montón de lugares, nos hemos dado cuenta lo variopintas que son las escenas de Argentina. Tienen unas características en particular que tenés que ir in situ para conocerlas y entender lo que está pasando ahí en ese lugar y que nadie te las puede contar.
MdC: Hay cuestiones sumamente modernas en el interior, vanguardistas. En la provincia, con respecto a la Capital, es que no se emula ningún movimiento que se da en otros países: no están los darks, los punks argentinos, como en Capital donde los guetos se dan tal cual como son; eso en el interior no pasa y genera una libertad artística que lo hace algo distinto, fluye de otra manera. En cinco años, la escena musical argentina ha cambiado muchísimo. Los hechos culturales son movimientos colectivos que van más allá de las figuras que se destacan, se da con el público que va a los recitales, alguien que toca la guitarra, alguien que hace notas. El público es activo, es músico, es periodista.
¿Cómo se sienten cuando vuelven a Mendoza? ¿Recargan energías?
MdC: Hay algo real es que cuando volvemos, tenemos fechas y más que recargar energías, las descargamos y volvemos rotos a Buenos Aires. Cada vez que vamos, en mi caso, voy a desayunar con mis viejos, tomar unos mates y luego estamos tocando al rato. Me encuentro con algunos amigos pero estoy muy poco tiempo. La mayoría de las veces que vamos estamos con fechas y es todo muy intenso. Nuestra idea es siempre estar un poco más de tiempo en Mendoza por la energía y el clima. El aire de ahí es para nosotros más que necesario. Aunque no sabemos cuánto tiempo estaremos en Capital, eso no quiere decir que vamos a volver ni nada, sólo no sabemos cuándo nos vamos a ir, nosotros somos chicos de montaña. Tuvimos una relación de amor-odio con Mendoza, nos fuimos en el momento de relación odio en nuestras canciones estaba todo más que bien pero lamentablemente para poder seguir repartiendo tu música hacia lugares inesperados, Mendoza no era el lugar, antes era un ambiente super conservador y hostil. Ahora con Internet y la bola que se le da a Mendoza, eso cambió.
MC: Nosotros queremos seguir siendo una banda de Mendoza, nos gusta estar cerca del público y no ser una banda difícil de ver. Queremos que se nos pueda ver seguido y saber que formamos parte de todo el movimiento que está pasando, nos sentimos parte de eso, del movimiento mendocino o del interior.
¿Cómo se preparan para los próximos shows?
MdC: Empezamos con los ensayos para prepararnos, aunque más que prepararnos estamos muy ansiosos por tocar. El viaje de la gira es un viaje de egresados. Agradecemos mucho que las canciones nos lleven a todos los lados, a conocer gente nueva, amigos nuevos. No lo podemos creer.
MC: Es lindo volver a una ciudad donde ya tenés amigos músicos y eso se da gracias a este recorrido. Es muy loco tener amigos músicos hechos en este camino, en Misiones o en Córdoba. Nunca pensé que podía tenerlos.