El invierno recién comienza y Los Espíritus calientan el Teatro de Flores con la presentación de su último disco, Agua Ardiente. La banda de La Paternal pisa fuerte en la escena del indie nacional. Y es que sus trabajos mejoran, se profesionalizan y conquistan a un público cada vez más grande. Las dos fechas estuvieron a sala llena.
Dio inicio a la función la Orquesta Típica Fernández Fierro, que calentó los motores a puro tango y con una puesta en escena impecable. La voz furiosa de Julieta Laso al mando, cuatro potentes bandoneones, cuatro tensos violines, un piano certero, un contrabajo, una viola y un violonchelo fueron perfectos para calmar la ansiedad de un público con sed de buena música.
Sólo habían pasado unos minutos de las ocho y media de la noche de un viernes frío en la ciudad cuando sonaron los primeros acordes de Los Espíritus. El ex Teatro Fénix recibe a la canción Huracanes, el corte número uno de Agua Ardiente. Le siguió Jugo y en el mismo orden que dicta su último álbum continuarían los primeros cincuenta minutos del recital.
La noche recién había comenzado y el público se copó con los “cuelgues” que los músicos ofrecieron entre tema y tema. Ellos, como retribución, hicieron un cántico especial. “Macri, basura vos sos la dictadura”, vivaban desde abajo del escenario varios jóvenes y otros no tanto. Esta irrupción se podría explicar por el contenido y tono crítico de alguna de sus letras. La rueda describe un mundo de consumismo extremo donde la humanidad destruye al planeta, en donde “pudrimos los mares, pudrimos los ríos. Pudrimos las aguas que beben los niños”. Por su parte, Negro chico cuenta la historia de un nene que vive en la calle, aspira pegamento y pide monedas porque no tiene para comer.
En el sexteto, la figura del frontman se reparte entre Maxi Prietto y Santiago Moraes. Aunque en los temas que Prieto no canta, su guitarra lo hace por él. Con sus voces guían el viaje por todos sus trabajos discográficos anteriores: Los Espíritus (2013) y Gratitud (2015). En medio del trance, a Miguel Mactas –secuaz espíritu en guitarra– se lo ve en un viaje musical que se expresa en sus mil caras por minuto. Desde la percusión y los coros Fernando Barreyro hace lo propio y, cada tanto, se hidrata con una sana bebida deportiva mientras que la batería de Felipe Pipe Correa va al hueso a toda hora.
Después de dos horas y media de canciones, la velada llega a su fin. El ya clásico hit Noches de verano se canta en todos los rincones del lugar y aporta el broche exacto, preciso y popular para cerrar una gran noche. Es pleno junio, pero esta premisa encaja perfecto. Los Espíritus se consolidan como una de las bandas del momento. En un incipiente invierno frío construyen un oasis en medio del cemento.