Era viernes por la noche en la big city, más precisamente en el barrio de Palermo. Había quienes pasaban el rato en el bar de enfrente, donde desde hace poco se recibe una pinta de Quilmes gratis si mostrás la anticipada del show de turno. Con Gusha Del Mestre, al mando del lente congelador de momentos, confirmábamos nuestra inclusión en la lista de prensa. La velada en Niceto Club arrancaba con QOME y su excéntrico sitar (instrumento de cuerda hindú) que sonaba fuerte y contundente para luego dar lugar a Programa, el terceto que, sin destacarse, se lució y logró el aplauso del público.
En el inicio se mezclaron los primeros acordes, golpes y susurros. La silueta negra con fondo verde dejaba ver rulos, una camisa y una guitarra en mano. Con ustedes Mandarina, Eric, que prefiere ser fruta antes que González, Gutiérrez o Hernández. La amalgama que se forma del teatro, la música, la poesía, el beatbox, los objetos, la batería, la búsqueda, la repetición, el ingenio y las ganas de pisar cuanto escenario se presente: en otras palabras, ERROR (2015), nombre del primer álbum físico que presentó Eric en la noche del viernes. El error como la oportunidad. El error como posibilidad. El error como un instrumento más.
El show comenzó con “la carta de presentación” del artista: El lavarropas, que se convirtió prácticamente en el single del disco, si se quiere. En YouTube se pueden encontrar miles de versiones del mismo artista en diferentes lugares tocándola. El plano se abre cuando los demás músicos entran en escena: Maximiliano Borovicka en bajo, Ary Lacanna y Luz María Congiusti en trompetas, Nicolás Cooper e Isaías Maiola Wheleer en trombones, Pablo Ferrari en charango y acá me quiero detener para destacar el nivel de estas dos chicas que acompañan como coristas y algo más, a la hora de poner el cuerpo y la voz en acción: Florencia Piaggio y María Tezza. Como bailarina, debo confesar que me dieron ganas de subir y seguir la coreo.
La noche siguió a puro golpeteo de guitarra, silencios que no se callaban nada y pausas para afinarla, porque si hay alguien que se la banca acá, esa es la guitarra de Eric. Las canciones tienen una lírica poética que te hacen caer y dejarte llevar por una historia que se parece bastante a la realidad que hoy nos toca. Por nombrar algunos de los pro y contras que se destacan en las letras, una es la constante lucha entre ciudad vs campo, en donde en una hay que pagar las cuentas, ir a trabajar o dormir en el cemento y en la otra no hay azúcar ni Poxiran pero recordás quién sos y podés reírte de una gorra azul. Hubo un plus en la lista. Además de la originalidad y creatividad que caracteriza a Eric, también se tomó el tiempo de hacer unos arreglos para versionar el tema Vos de bebé de Los Gedes, haciendo un guiño a la cumbia argentina. Terminó la noche con, a mi parecer, el infaltable Poxy en una mezcla de reggae y cumbia, para irse a puro baile, con una sonrisa en la cara y las gracias del músico, aunque los de seguridad pidan por favor “que te vayas retirando”.
Para los que no conocen aún a este personaje, que hace fusión “tecnoteatral autorepeti titi ti tiva”, los invito a investigarlo y estudiarlo. Único en su especie, Eric nos sienta en la mesa del recuerdo, nos recita un atardecer cotidiano que puede estar lleno de nubes con forma de elefantes, nos saca a pasear en trineo o casi mágicamente nos muestra la estabilidad de una simple escoba. Todo en una sola persona que sabe, nada más y nada menos, cómo manejar el poder del error.
Por Virna Funaro