Carolina Pacheco es una artista inquieta. Canta, escribe, milita, cocina, viaja. Se desempeña como corista de Miss Bolivia y forma parte de Nikola. Después de cuatro álbumes bajo el seudónimo de Señorita Carolina, está por presentar Hacia la hoguera, su primer trabajo bajo su nombre real. La intensidad de sus proyectos se contrasta con la calma con la que habla.
Estamos próximos a la salida de Hacia la hoguera. ¿Qué te permitió encontrar este nuevo sonido de bases electrónicas viniendo del folk y del rock?
La razón por la que lo hice fue consciente, no es que algo del afuera me lo impuso a mí. Al ser una artista independiente yo hago lo que se me canta y lo sentí. Tenía ganas de hacer algo distinto. Yo vengo mucho de usar una formación clásica en rock: batería, bajo, guitarra eléctrica, guitarra acústica y voces. Ni siquiera teclado había en mi banda. Y la verdad es que la música que yo escucho tiene muchos elementos electrónicos, y cada vez más vengo escuchando ese tipo de música. Por otro lado, hace ocho años que canto como corista de Miss Bolivia, entonces también me crucé con un montón de elementos del hip-hop, del rap y de la cumbia electrónica. Más allá de que mi próximo disco no tiene cumbia, sí tiene elementos electrónicos. Así que me puse a jugar, y me propuse hacer un disco así. Como diciendo… “¡a ver si puedo!” Y en el juego vi que esto estaba buenísimo, me gustó: era por acá. Seguramente las guitarras vuelvan para el próximo disco pero ya los elementos electrónicos no se van a ir.
¿Cuánta influencia tienen los colaboradores en este proceso de evolución musical? Pienso, por ejemplo, en Sergio Dawi, ex miembro de PR y sus Redonditos de Ricota.
Todos los invitados fueron bastante externos al disco. Yo les llevé una propuesta concreta, una canción ya compuesta y ellos hicieron su colaboración sobre eso. Con los cinco invitados –cuatro y mujeres y un varón, Dawi– en todos los casos vistieron la canción. Yo les di una estructura: hacé lo que quieras con tu parte. En algunos casos, como con Dawi, él no estuvo en el estudio. Entonces fue realmente un hacé lo que quieras: te mando esto y vos me mandás lo otro; nos vamos a juntar ahora que va a salir el disco. Nos conocíamos ya en persona pero para este disco todavía no nos vimos.
Sabemos de tu interés por cuestiones de género. ¿Qué aporte puede hacerse desde la música o el arte en general en favor del feminismo?
La militancia y la lucha –y es algo que tengo muy presente en este disco– tienen que ser con alegría, baile, movimiento, música y arte, porque sino están destinadas al fracaso. Además, sino es una amargura: la realidad ya es durísima y la lucha también, no se pueden encarar desde el lugar de enojo. Necesita de una porción de alegría, lucha, baile, música y de todas las artes posibles. Y por otro lado, el arte visibiliza. Los artistas que hablen de estos temas visibilizan algo que ya de cualquier manera está pasando, entonces se le da mayor circulación a algunas ideas y eso está bueno.
¿Esta preocupación por la militancia te trajo algún tipo de obstáculo al momento de producir el disco?
Por ahora no, lo que pasa es que capaz yo no me entero. Eso va a empezar a pasar cuando salga el disco y por ahí alguien lo habla atrás tuyo, o cuando hacés el show viene menos gente. Es un misterio lo que va a pasar. Los obstáculos que sí encontré fueron en mí misma, por este miedo a que a alguien no le guste o no lo entienda, o a que no sea lo suficientemente feminista. No todas las canciones hablan de eso, o sólo yo entiendo el mensaje, o es muy sutil. En muchas canciones la lírica no es directamente feminista. Entonces tengo también eso de “¿podría haber hecho más cosas? ¿Podría haber dicho más cosas? ¿A alguien no le gustará o le molestará?” Pero en este disco no sólo me pasa con la militancia, me pasa con todo. Me salí de mi lugar de confort y ya estoy haciendo un disco completamente diferente a lo que venía haciendo. Es un disco electrónico, súper pop, distinto. Salí de todos los lugares en los que estaba, los excedí y la verdad es lo que quiero hacer. Como llevo siempre más o menos la misma cantidad de gente, a lo sumo se arrimarán más, o se irán algunos y vendrán otros pero no siento que vayan a cambiar el estatus del público ni su cantidad.
Es el primer disco en el que te presentás con tu nombre. ¿Lo que estás haciendo ahora es lo que sos vos auténticamente, más que en otros proyectos?
Ni. O sea, te diría que casi me arrepentí de establecer el seudónimo en el primer disco. Siempre dudé: “¿necesito un seudónimo?” Si yo soy yo. Y los discos cada vez empezaron a ser más yo, y las cosas que empecé a elegir cada vez empezaron a ser más yo, y el seudónimo no se iba. Y cada vez más sentía que era lo único que me quedaba como una cáscara, como algo que no era tan yo. Era como lo último que me faltaba sacar.
¿El cambio estético está ligado al cambio de nombre?
Sí, y el color del pelo: hice todo junto, capaz que es la crisis de los cuarenta [se ríe]. Tengo treinta y siete años y me pasó que decidí a hacer todo lo que tengo ganas, todo junto. De paso, ya que estoy, voy a sacar disco nuevo, y de paso me tiño el pelo, y se va todo a la mierda.
¿El proceso político actual determinó este nuevo trabajo?
Sí, claro, incluyendo lo que yo venía armando con el feminismo. Y con este último año que se vino encima, fue como “sí: algo tengo que decir”.