Un año sin Carrie Fisher. 365 días, 365 vueltas alrededor del sol. En una galaxia muy, muy lejana, sólo pasó una milésima de segundo.
Esta elegía sale un año tarde. Mientras todos los fans y los medios periodísticos la recordaron y celebraron en los días sucesivos a su muerte, acá desistimos rápidamente en escribir palabras que fueran dignas de la despedida de una princesa guerrera. Las lágrimas y un gigantesco nudo en la garganta impidieron que lleváramos a cabo nuestra tarea. Un año después, pareciera que nada hubiera cambiado, que la herida todavía está abierta como si hubiera sido recién, pero esta vez, decidimos hacer letra el dolor y le ponemos el pecho a las balas, el estómago al tackle, y como Leia hubiera hecho, arremetemos contra esta horda de stormtroopers que son nuestros sentimientos.
La noticia de su infarto nos agarró desprevenidas, en el medio de nuestros quehaceres cotidianos y todavía disfrutando de la euforia por el estreno de Rogue One.
A la luz de su fallecimiento, surgieron preguntas al respecto de su papel dentro de los dos episodios restantes de la saga que recién se pudieron comenzar a contestar con el estreno de The Last Jedi, hace un par de semanas. No sorprende, entonces, que los sentimientos estén a flor de piel: acabamos de ver a nuestra princesa por última vez en la pantalla grande, en una participación estelar cuyas líneas nos resultan ahora inevitablemente premonitorias. Mark Hamill, su hermano en la ficción y su compinche en la vida real, pronunció palabras que se clavaron en lo más hondo, a modo de bálsamo, quizás: “No one’s ever really gone”, ni siquiera nuestra valiente generala, no mientras viva en nuestra memoria colectiva e individual, en el corazón de tantos fans, de todas las nenas como nosotras que crecieron queriendo ser una princesa de armas tomar.
Nadie te prepara para que ver morir a tus ídolos de la infancia (y por qué no, de la adultez). Nadie te enseña cómo sobrevivirlos sin sentir que te han quitado algo, que te han desgarrado, que la vida te ha estafado. Y aún todavía no sabemos bien cómo es que se hace, pero acá seguimos (we Carrie on), celebrando la vida de Carrie Fisher, su legado como escritora, actriz y script-doctor, su fortaleza para hablar de temas difíciles (como la enfermedad mental que la sumió en las drogas durante mucho tiempo), su calidez y su humor como persona, su valentía como heroína de cine, como leyenda.
Los héroes son héroes porque tienen vidas increíbles y aventuras incomparables, aunque en verdad lleven la más ordinaria y difícil de las realidades. Son héroes porque nos hacen querer ser como ellos, o sea, una mejor versión de lo que somos ahora. Son héroes porque sus ausencias son las que más se sienten y las que parecen nunca dejar de doler. Y Carrie es nuestra heroína, no sólo por enfrentarse al mismísimo Moff Tarkin, sino porque vive en nuestra memoria y en nuestros actos. Somos con ella, somos gracias a ella.
Y eso, la hace inmortal.
May the Force be with you, always, querida Leia.
> Por Lucía Imbrogno y Delfina Moreno Della Cecca