Nacido en Buenos Aires un 27 de marzo de 1930, desde pequeño se encuentra en contacto con el arte a través de su padre, quien era pintor aficionado. Este temprano interés lo lleva a tomar clases de dibujo en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y, ya en la facultad, se inclina por la carrera de arquitectura en la Universidad de Buenos Aires pero que luego la abandona. Mayormente autodidacta, su paso por la universidad lo dota de los conocimientos necesarios para desempeñarse como perspectivista y docente, dos empleos claves para un hombre que alcanza el prestigio artístico pero que no tiene el rédito económico necesario como para vivir del arte.
Sus obras tempranas son retratos, naturalezas muertas y flores que siguen las formas modernistas de la Escuela de París, una estética que se encontraba muy instalada en Buenos Aires hacia 1940. Son obras que mantienen el orden y la armonía de la composición, pero que retoman las formas vanguardistas de principios de siglo. Es, particularmente, la simplificación de formas y la superposición de planos cubista lo que dará el tinte distintivo al joven De la Vega.
Poco a poco, esta simplificación de formas va dando paso a una geometrización más profunda. Conforme en la escena internacional se van afianzando diversos grupos que propagan el “arte concreto” (un arte que se crea en la mente antes que en la producción) en Argentina la tendencia se impone: en 1945 se crea el grupo Arte Concreto-Invención y en 1946 el grupo Madí. De la Vega, sin participar en ninguno de estos grupos, empieza a realizar obras abstractas en las que el eje deja de estar puesto en la realidad física para proponer relaciones ópticas entre los colores, las texturas y las formas.
Sin embargo, en 1959, un encuentro entre De la Vega, Luis Felipe Noé y Rómulo Macció será el primer paso para un cambio decisivo. Allí advierten su interés común por la pintura de gesto libre, abstracto y de compenetración con la materia (características que podríamos unificar bajo el término informalista), pero le dan un giro que cambiará las cosas. En 1962 exponen los resultados de sus investigaciones en la muestra Otra Figuración, con obras que vuelven a la figuración humana que aparece como consecuencia de la huella del trabajo y la materialidad sobre el cuadro. Luego de los años de predominancia de la abstracción estos artistas (junto a Ernesto Deira) retomarán la estética del deshecho y la destrucción, de las chorreaduras de pintura y los materiales innobles que caracterizaban al Informalismo pero le dan un giro que permitirá superar el acostumbramiento que se había producido en torno a esa estética. En otras palabras, de la materialidad informalista hacen asomar figuras humanas que, como presencias, reclaman la atención del espectador. Si bien nunca se reconocieron como grupo la impronta del movimiento “Otra Figuración” impactó fuerte en la escena artística local.
Durante seis años (entre 1960 y 1966) De la Vega mantendrá las formas de la “Otra Figuración”. Sin embargo, durante ese tiempo, algunas características van a diferenciar su producción de la de los otros artistas con los que trabajaba.
En las primeras obras de este período, la superficie suele estar cubierta por texturas y manchas de color aplicadas con gran carga de materia. Los colores al óleo aparecen libremente y en grandes cantidades, aplicados con elementos que dejan marcas en la superficie del gesto del artista y generan efectos perceptivos táctiles. En ese contexto, la figuración asoma con dificultad, a partir de trazos parciales que esbozan imágenes que a la vez la mimetizan con el fondo. Este tipo de obras son las que predominan hasta el viaje a París que realiza en 1962. A su regreso la incorporación del collage en las obras y la introducción de monstruos darán paso a la serie conocida como Bestiario.
En esta serie lo característico estará dado por la presencia de monstruos que combinan óleo chorreado y collage. Las fichas de juegos, botones y juguetes que utiliza son un signo que el espectador deberá develar para captar las asociaciones con un mundo infantil derruido. Asimismo, será una etapa en donde están muy presentes los espejos y las imágenes dobles: un juego entre polaridades que remiten a la manifestación de algo oculto.
En Nueva York cambié la temática: adiós a las figuras mitológicas y búsqueda del hombre. Norteamérica es un mundo tan poderoso y artificial que por contraste el hombre adquiere relieve.
Jorge de la Vega
Finalmente, la última etapa de su producción se da con posterioridad a un viaje que realiza a Nueva York. Influido por el arte Pop y la cultura del consumo va a volcarse a obras que remiten a la psicodelia usando tintas de colores. Por otro lado, las obras realizadas en blanco y negro recuerdan a espejos en donde el cuerpo se fragmenta y los miembros se entremezclan.
En 1971 fallece en Buenos Aires, no sin antes haber experimentado en la música y la composición. Además de continuar sus actividades como artista plástico graba un disco y presenta un espectáculo musical con figuras de la época, como Nacha Guevara y Carlos del Peral. Sus canciones se pueden escuchar siguiendo el link: https://www.youtube.com/watch?v=sHbPIjl-4DI