Fray Butler en Fundación OSDE: El retorno de la permanencia

Indie en catalán: Joan Miquel Oliver llega a la Argentina
sábado 25 de noviembre de 2017
Ya lo sé todo
martes 28 de noviembre de 2017

Fray Butler en Fundación OSDE: El retorno de la permanencia

Fray Guillermo Butler se nos aparece como un Fra Angelico argentino del siglo XX que, desde la intempestad del carácter, retrató paisajes de nuestro país y de Europa. Casi como un retorno imposible, la exposición que está hasta el 13 de enero en Fundación OSDE, nos abre las puertas a detener un poco la vorágine urbana y sumergirnos en la permanencia y la quietud del tiempo.

Mu­chas ve­ces se ten­dió a leer las obras de Butler úni­ca­men­te a tra­vés de su con­di­ción de sa­cer­do­te, bus­can­do en ellas un con­te­ni­do ocul­to más allá de lo vi­si­ble. Sin em­bar­go, la ex­po­si­ción La ima­gen sin tiem­po, cu­ra­da por Ta­tia­na Kohen, nos pro­po­ne una nue­va lec­tu­ra que se ale­ja del con­te­ni­do mís­ti­co, para acer­car­se al ar­tis­ta en sí mis­mo. A lo lar­go de toda la sala en­con­tra­mos obras agru­pa­das por te­má­ti­cas: pai­sa­jes de aquí y de allá, re­tra­tos, di­bu­jos, mu­ra­les que se dis­tri­bu­yen por el es­pa­cio de­jan­do de lado el or­den cro­no­ló­gi­co. Ade­más, la re­pro­duc­ción de uno de sus vi­tra­les más fa­mo­sos dis­pues­to so­bre el ven­ta­nal de in­gre­so y un fal­so re­fle­jo pro­yec­ta­do en el piso, sor­pren­den al es­pec­ta­dor y lo su­mer­gen en esta otra di­men­sión, don­de el tiem­po pa­re­ce no exis­tir.

De ori­gen cor­do­bés, a los die­ci­séis años Butler in­gre­só a la or­den do­mi­ni­ca y a los vein­ti­sie­te se or­de­nó sa­cer­do­te. Si bien en 1908 via­jó a Roma con el pro­pó­si­to de es­tu­diar de­re­cho ca­nó­ni­co, las cla­ses que ha­bía to­ma­do a lo lar­go de su vida en Cór­do­ba con Ho­ra­cio Mos­si y Emi­lio Ca­raf­fa, sin du­das tor­cie­ron su rum­bo. Al poco tiem­po se mudó a Flo­ren­cia e in­gre­só en la Aca­de­mia li­bre. Allí ade­más tomó con­tac­to con los fres­cos de Fra An­gé­li­co (1390–1455), quien ade­más de ar­tis­ta era tam­bién in­te­gran­te de la or­den do­mi­ni­ca. Butler ad­mi­ró no sólo su téc­ni­ca re­na­cen­tis­ta (com­bi­na­ción del es­ti­lo gó­ti­co y rea­lis­ta de su tiem­po) sino ma­yor­men­te lo que él de­fi­nía como el “con­te­ni­do emo­ti­vo” y car­ga­do de sen­ti­mien­tos re­li­gio­sos de las obras.

S/T, s/f

Sus au­to­rre­tra­tos dan cuen­ta de su do­ble con­di­ción de ar­tis­ta y sa­cer­do­te. Mien­tras en los pri­me­ros ca­sos se re­tra­ta­ba so­bre un fon­do neu­tro, cuan­do apa­re­cía de sa­cer­do­te lo ha­cía por­tan­do la ves­ti­men­ta ade­cua­da, ro­dea­do de un en­torno re­li­gio­so y con una ac­ti­tud so­bria e in­tros­pec­ti­va. En el caso que aquí trae­mos, mira al es­pec­ta­dor fi­ja­men­te in­ter­pe­lán­do­lo sin por ello re­cla­mar­le algo. 

Aho­ra bien, sus obras no re­fle­jan la reali­dad cir­cun­dan­te, no hay un re­la­to de ac­tua­li­dad que ape­le a lo so­cial ni a lo po­lí­ti­co. Tam­po­co re­mi­ten a un tiem­po pa­sa­do. En Butler el tiem­po pa­re­ce no exis­tir, pa­re­ce ha­ber sido de­te­ni­do in­fi­ni­ta­men­te en un ins­tan­te que no es en ab­so­lu­to fu­gaz, sino per­ma­nen­te y es­toi­co. Sus pai­sa­jes son una prue­ba de ello. A lo lar­go de su vida, Butler pin­tó los di­ver­sos pai­sa­jes que tran­si­tó car­gán­do­los de par­si­mo­nia y se­re­ni­dad. En mu­chas de ellas, en­con­tra­mos es­ce­nas del cre­púscu­lo o de me­dia tar­de, en las que las som­bras co­bran una gran im­por­tan­cia, ofre­cien­do no solo un gran con­tras­te com­po­si­ti­vo sino tam­bién de car­ga­do va­lor emo­ti­vo.

Vien­do sus obras, pa­re­cie­ra que los es­pa­cios fue­ran más im­por­tan­tes que las per­so­nas. Al re­co­rrer la mues­tra nos en­con­tra­mos con un sin­fín de pai­sa­jes pero casi muy po­cos per­so­na­jes en ellos. Sal­van­do los re­tra­tos, las per­so­nas no son re­co­no­ci­bles: es­tán re­pre­sen­ta­dos de ma­ne­ra di­fu­sa o ne­gán­do­le el ros­tro al es­pec­ta­dor. Pero tal como Del­fi­na Bun­ge de Gál­vez una vez sos­tu­vo: “La obra de Butler no es un pai­sa­je o un jar­dín de­ter­mi­na­dos, sino un am­bien­te”. Sus obras no cons­ti­tu­yen los ob­je­tos allí re­pre­sen­ta­dos, las te­má­ti­cas a las que ape­ló o las téc­ni­cas de las que se va­lió sino que son es­ta­dos de áni­mo. Al re­co­rrer esta mues­tra, el es­pec­ta­dor se lle­va sen­sa­cio­nes y, de­fi­ni­ti­va­men­te, no sale igual a como en­tró. Más allá de lo ra­cio­nal, hay en este ar­tis­ta una bús­que­da es­pi­ri­tual que tras­cien­de lo re­li­gio­so.

 “Crepúsculo” (1923)

Otro dato in­tere­san­te de Butler: como fiel ad­mi­ra­dor de Fra An­ge­li­co, su má­xi­ma as­pi­ra­ción ar­tís­ti­ca fue el po­der pin­tar un mu­ral y, si bien nun­ca re­ci­bió un en­car­go de pro­pia or­den, en 1930 con­cre­tó un ci­clo para la igle­sia de la In­ma­cu­la­da Con­cep­ción de Vi­lla Ma­ría en Cór­do­ba. Para este tra­ba­jo Butler reali­zó una se­rie de bo­ce­tos en car­to­nes, don­de se pue­de per­ci­bir una fres­cu­ra y sol­tu­ra en el tra­ta­mien­to de las fi­gu­ra que lue­go se per­die­ron en el muro. Este tra­ba­jo, al igual los vi­tra­les que reali­zó a lo lar­go de su vida, son pre­sen­ta­dos en esta ex­hi­bi­ción por me­dio de un vi­deo y re­pro­duc­cio­nes fo­to­grá­fi­cas, jun­to a tex­tos que acom­pa­ñan y com­ple­men­tan la in­for­ma­ción.

En tiem­pos en los que todo es in­me­dia­to, fu­gaz y en­de­ble, la mues­tra La ima­gen sin tiem­po pue­de sig­ni­fi­car un gran cam­bio en el día. Como una es­pe­cie de des­co­ne­xión con el abru­ma­dor tra­jín co­ti­diano, las obras de Butler nos lle­van a esa otra di­men­sión don­de el sol siem­pre bri­lla y nada nun­ca aca­ba.

Mara Sofía López
Mara Sofía López
Estudiante en la Licenciatura en Artes Plásticas (UBA). Trabajó como asistente de montaje en la muestra “Los sembradores de maíz en plena selva extranjera” (Centro Cultural Paco Urondo), y en producción y traducción de textos para artistas plásticos como Viviana Zargón y Fernando Hierro.