¿Cómo y cuándo surgió la idea de una feria de editores independientes?
Víctor Malumián: La Feria de Editores empieza en el 2013 en el Bar de FM La Tribu con veinte editoriales amigas y la intención de generar un espacio para recibir feedback de los lectores y charlar sobre libros. Durante la primera edición cayó sin piedad la tormenta de Santa Rosa, las calles se anegaron y lo tomamos como una señal de que no teníamos que hacer más esas cosas. A la hora, el agua empezó a bajar y la gente a visitar la feria. Al final estuvo buenísimo. Pasaron varias ediciones y la feria fue creciendo paulatinamente. En la última edición convocó a seis mil lectores y se generó un ambiente muy interesante de intercambio de información entre colegas.
Creo que uno de los incentivos más interesante para venir a visitar la feria es encontrar un montón de editoriales que quizás no tienen el recorrido comercial más eficaz –ya sea por el tamaño de la tirada, ya sea por problemas logísticos– y dejarse llevar por la charla con sus editores, conocer autores nuevos y escuchar recomendaciones.
Hernán López Winne: Subrayo una cuestión que no me parece menor: decidimos llamarla “Feria de Editores” porque, más allá que el adjetivo “independientes” nos ahorra muchas explicaciones y por economía verbal lo usamos todo el tiempo, entendemos que es un término muy complejo y muy difícil de definir. Por eso, yo al menos prefiero hablar, simplemente, de editoriales que, con estructuras de tamaños diversos (que pueden ir desde Adriana Hidalgo, que tiene más de cuatrocientos títulos, hasta Odelia, que recién está empezando), se distinguen de los grandes grupos y construyen sus catálogos sin guiarse únicamente por lo que piensan que tal o cual libro puede llegar a vender.
¿Cuáles fueron las principales transformaciones que notaron en estos años?
V.M.: 2016 fue un año de quiebre por varios motivos. Recibimos editoriales de Chile, México, Uruguay y Colombia, lo cual dio la pauta de que la Feria venía creciendo; por otra parte, la prensa especializada le dio una cobertura increíble y eso ayudó mucho a que un público más amplio conociera la propuesta.
¿Qué objetivos tienen para la feria de este año?
Este año intentamos armar un primer catálogo de librerías que trabajan con las editoriales participantes de la Feria; como cualquier catalogación está destinada a estar incompleta e imperfecta. Esperamos mejorarla y completarla a cada edición. La idea es que todos los lectores que nos visiten se lleven de forma gratuita un pequeño catálogo con más de doscientas librerías de todo el país para seguir la charla y las recomendaciones en las librerías que trabajan los catálogos todo el año, con los libreros que son los principales difusores de los libros. En ese mismo impreso también encontrarán los datos de las editoriales participantes. Con un poco de suerte, quizás, se generen nuevos nexos.
Esta es la sexta edición de la Feria, ¿consideran que es un espacio que ayudó a consolidar una identidad para las nuevas editoriales?
V.M. : No sé si tanto, lo que sí notamos es que para las editoriales de nuestro tamaño es un espacio donde se puede mostrar el catálogo, compartir experiencias y tener feedback directo con el lector. Creo que, en ese sentido, se está logrando un espacio que sentimos como propio tanto de cara al lector como de cara al sector.
¿Qué tipo de relación se da entre el editor y el lector?
H.L.W.: Creo que la Feria de Editores se intenta recuperar ese espacio de interacción entre editores y lectores que es muy difícil que se produzca. Como lector, cuando uno compra un libro y lo lee, no piensa en todo el proceso que aconteció para llegar a ese producto terminado. Lo que sucede en la Feria es que los lectores pueden preguntar a los editores por la hechura de ese libro, por la elección de determinada estética, de un diseño de tapa, incluso pueden sugerir títulos o esbozar algún comentario o crítica respecto de las ediciones.
¿Y entre los editores?
H.L.W.: En ese caso, es un espacio muy interesante para conocer producciones de los colegas que se pierden en la vorágine del trabajo cotidiano a lo largo del año. Además, hay tantas novedades y tantas editoriales que es imposible estar al tanto de todo. Por eso, en la Feria de Editores también se promueve este intercambio porque, como siempre decimos, entre los editores nos leemos todo el tiempo y sabemos qué libro o libros recomendar.
Muchos editores hoy en día son al mismo tiempo escritores, libreros y hasta gestores culturales. ¿Cuánto piensan que ha cambiado el rol del editor en estos tiempos?
V.M.: Creo que los editores que están al frente de este tipo de editoriales, cada vez más, toman en cuenta que sólo la mitad de su trabajo se completó cuando el libro está impreso. La difusión del libro, su prensa, su distribución, la gestión de actividades (más allá que alguien más ayude en esa tarea) no puede estar desligada del editor. Por dos razones: la primera es que los números no dan para tener grandes departamentos abocados a estas tareas, entonces el editor sí o sí tiene que ser parte del proceso, no puede sencillamente desentenderse; la segunda es que el editor asume una obligación cuando decide publicar un libro y es la de darle la mejor difusión posible, la mejor logística posible (en la medida de sus posibilidades). Por eso cada vez es más frecuente ver cierta hibridación en los roles.
¿Cuáles son las principales ventajas y desventajas de gestionar una editorial independiente?
V.M.: La economía es siempre mala. Estás a merced de todos los vaivenes que puedas imaginar. Tenés a favor que no necesitás vender diez mil o veinte mil ejemplares de un libro para que la editorial permita un sueldo o dos. Podés elegir los títulos por tu gusto personal y no por un análisis de mercado o una tendencia. Todo lo demás es viento en contra, pero eso, la libertad de publicar lo que te gusta, no es un detalle, es la razón por la cual invertís todo tu tiempo y energía. Porque ese libro te dejó algo a vos y querés que otra persona lo lea. Después de todo, no somos tan originales, si te gustó a vos, le va a gustar a otro. Solo resta encontrar a ese otro.
¿Cómo piensan que el campo editorial fue afectado a raíz de la apertura de la importación, el aumento de los costos de fabricación y la merma del poder adquisitivo en la gente?
V.M.: No creo que pueda responder con precisión esta pregunta porque estamos en pleno proceso. Creo que, en general, la sociedad tuvo que recortar drásticamente todos sus consumos, de todo tipo, con lo que eso implica. Los bienes culturales son los primeros en sufrir porque no tienen el mismo nivel de necesidad que la comida, el gas o la electricidad. Se puede recortar la compra de libros; vivir sin electricidad es extremadamente más complejo. Por otra parte, todo aquel ruido que se hizo acerca de la apertura de importaciones resultó cierto, como era de esperarse. Es muy difícil saber si la gran caída del sector está dada por uno de los factores o por la suma de ambos. Adicionalmente, creo que los que peor la están pasando en la cadena del libro son los libreros (aumentos en los alquileres, el agua, la electricidad, el gas, las paritarias, baja en las ventas, etcétera) y que se deberían tomar medidas al respecto observando casos donde, más allá de las diferencias, se lograron políticas que apoyaban a la red de librerías.
¿Qué opinan al respecto del rol del Estado en tanto regulador o no del campo editorial?
V.M.: Me parece que hay una falsedad grande en la idea de un Estado que no interviene y una cultura, economía, o lo que sea que se autorregula. A mí forma de ver (puedo estar muy equivocado), cuando el Estado no interviene gana el que está mejor plantado económicamente; rara vez gana el que mejor hace las cosas. Con esa idea de que el mercado es apolítico, se esconden las condiciones de producción de las mercancías. Si compiten de igual a igual un libro que viene de un país donde el papel no tiene IVA, el parque industrial de imprentas está mejor actualizado porque gana en euros y está cerca de los países productores de maquinaria, sumado a que quizás también recibió algún apoyo del Estado; claramente ese libro llega con una manufactura y un costo que hace imposible competir con él si no se contaron con las mismas ventajas. Por más excelso que sea el diseño de tu libro y libre de erratas, hay condiciones (sobre todo económicas) que no se subsanan con esfuerzo o mucha capacidad. Por ende, el libro español y el libro argentino, por ejemplo, no llegan en igualdad de condiciones a un mercado dado. A ningún mercado.
» Por Manuel Pedrosa y Natalia Avila
¿Qué? Feria de Editores.
¿Cuándo? Viernes 9, sábado 10 y domingo 11 de junio, de 15 a 20 horas.
¿Dónde? Santos 4040 (Santos Dumont 4040, CABA).
¿Cuánto? Entrada libre y gratuita.