Sinceridad carnal

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Sinceridad carnal

En el MUTTespecial de Anti-San Valentín, desde Letras hablamos de la novela El amante, en la que no cabe duda de que su autora, Marguerite Duras (1914–1996), escribe sobre el amor en su faceta más contradictoria, cruel y obsesiva. La escritora francesa desnuda y desestabiliza concepciones y lugares comunes sobre este sentimiento tan heterogéneo como desconocido. ¡Animáte a leer su verdad!

AntiSanval Letras 2

El tex­to de Mar­gue­ri­te Du­ras, El aman­te, fue pu­bli­ca­do en 1984. Ese mis­mo año, di­cha no­ve­la re­ci­bió el Pre­mio Gon­court –má­xi­mo ga­lar­dón li­te­ra­rio fran­cés– y la tra­yec­to­ria en­te­ra de esta es­cri­to­ra pasó a ser re­co­no­ci­da a ni­vel mun­dial.

La na­rra­ción de El aman­te es in­ten­sa. El re­la­to está lleno de re­mi­nis­cen­cias au­to­bio­grá­fi­cas que re­vi­ven la his­to­ria de amor de­vas­ta­dor en­tre una jo­ven de quin­ce años y un rico co­mer­cian­te chino de casi tres dé­ca­das de edad. En esta no­ve­la, el des­cu­bri­mien­to del de­seo se­xual es na­rra­do sin nin­gún tipo de oro­pel. La car­na­li­dad y to­das las con­tra­dic­cio­nes que un ro­man­ce algo ob­se­si­vo y se­cre­to con­lle­van son ex­pues­tas en la le­tra de ma­ne­ra bru­tal: “Me tra­ta de puta, de co­chi­na, me dice que soy su úni­co amor, y eso es lo que debe de­cir.”

La na­rra­do­ra se (re)descubre en la es­cri­tu­ra al tiem­po que el lec­tor in­ten­ta des­en­tra­ñar las aris­tas más com­pli­ca­das de la pa­re­ja. La ex­pe­rien­cia ín­ti­ma de la re­la­ción, le­jos de ser un ro­man­ce re­pa­ra­dor, deja hue­llas im­bo­rra­bles en esta niña-mu­jer des­de el pri­mer en­cuen­tro en ade­lan­te.

En­tre los die­ciocho y los vein­ti­cin­co años mi ros­tro em­pren­dió un ca­mino im­pre­vis­to. A los die­ciocho años en­ve­je­cí. (…) Creo que me han ha­bla­do de ese em­pu­jón del tiem­po que a ve­ces nos al­can­za al trans­po­ner los años más jó­ve­nes, más glo­rio­sos de la vida. Ese en­ve­je­ci­mien­to fue bru­tal.”

El cuer­po de esta jo­ven, prác­ti­ca­men­te pros­ti­tui­do, se cons­ti­tu­ye en una he­rra­mien­ta efi­caz para ob­te­ner be­ne­fi­cios a la vez que se trans­for­ma en un Otro irre­co­no­ci­ble, tan­to para ella mis­ma como para su nú­cleo fa­mi­liar.

El ro­man­ce en­tre una niña y un hom­bre ma­yor de­ve­la que el amor ro­mán­ti­co no es más que una cons­truc­ción fic­cio­nal y que el ver­da­de­ro amor está re­ple­to de si­len­cios, pe­li­gros, pu­jas de po­der, men­ti­ras, odio e in­se­gu­ri­da­des. Y, en esa lí­nea se ex­pre­sa: “Nun­ca he es­cri­to, cre­yen­do ha­cer­lo, nun­ca he ama­do, cre­yen­do amar, nun­ca he he­cho nada sal­vo es­pe­rar de­lan­te de la puer­ta ce­rra­da.” Es un amor trans­gre­sor, un amor has­ta la muer­te, que pe­ne­tra in­te­rro­gan­tes ín­ti­mos y ver­da­des que mu­chas ve­ces la so­cie­dad no quie­re que sal­gan a la luz. Son ver­da­des car­na­les de cuer­pos desean­tes que cues­ta asi­mi­lar.

Cada tar­de esa pe­que­ña vi­cio­sa va a ha­cer­se aca­ri­ciar el cuer­po por su su­cio chino mi­llo­na­rio. Va tam­bién al ins­ti­tu­to don­de van las ni­ñas blan­cas, las pe­que­ñas de­por­tis­tas blan­cas que apren­den crowl en la pis­ci­na del Club De­por­ti­vo. Un días les or­de­na­rán que no di­ri­jan la pa­la­bra a la hija de la di­rec­to­ra de Sa­dec”.

AntiSanval Letras Foto 2

Mar­gue­ri­te Du­ras es­cri­bió y re­es­cri­bió esta mis­ma his­to­ria deses­pe­ra­da, des­de dis­tin­tos án­gu­los, toda su vida. Qui­zás ne­ce­si­ta­ba es­cri­bir para re­fle­xio­nar so­bre la mis­ma para com­pren­der­se me­jor o, in­clu­so, para sal­var­se de ese re­cuer­do. En su tex­to, Es­cri­bir, re­fle­xio­na de ma­ne­ra in­quie­tan­te: “Un es­cri­tor es algo ex­tra­ño. Es una con­tra­dic­ción y tam­bién un sin­sen­ti­do. Es­cri­bir tam­bién es no ha­blar. Es ca­llar­se. Es au­llar sin rui­do”.