La experiencia de Dora se replica en la de otras tantas jóvenes anónimas cuya vida fue conscientemente suprimida por la sádica mano del régimen nazi.
“Lleva tiempo conseguir que salga a la luz lo que ha sido borrado. Quedan pistas en los registros, pero ignora dónde están escondidos y qué guardianes los vigilan y si querrán enseñárnoslos. O tal vez simplemente han olvidado que esos registros existen.”
El narrador de Dora Bruder, esta novela de poco más de un centenar de páginas, decide realizar un ejercicio retrospectivo de búsqueda identitaria a partir del terremoto interno que hoy, varias décadas más tarde, provoca una noticia de 1941. En la tapa del libro hay un recorte periodístico que menciona la búsqueda, en el París totalitario de aquellos años, de una niña judía de quince años de edad llamada como el título del libro, junto a una acotada descripción física de la misma.
En el París contemporáneo al narrador protagonista, finalmente, nada se sabe de la muchacha: Dora no es más que una víctima anónima arrollada por el peso de la Historia, una Historia sin memoria que el cronista intenta reconstruir.
“Dicen que los lugares conservan por lo menos cierta huella de las personas que los han habitado. Huella: marca en hueco o en relieve. Para Ernest, Cécile y Dora, yo diría: hueco. Me embargaba una sensación de ausencia y vacío cada vez que me encontraba en un lugar donde habían morado.”
Página a página, paso a paso, el texto se interna en un arduo viaje que intenta desenredar los misterios del pasado en relación a la vida de Dora y su familia. Sin embargo, muy pocas certezas se presentan y toda la reconstrucción de la identidad se sucede a partir de muchas hipótesis, supuestos y reflexiones introspectivas, pero hay pocos datos certeros. El narrador se convierte, así, en un sujeto inquisidor que, a la vez, ficcionaliza y documenta.
“Mientras escribo este libro lanzo llamadas como señales de faro, aunque desgraciadamente no confío en que puedan iluminar la noche. Pero mantengo siempre la esperanza.”
El optimismo y la paciencia que caracterizan al narrador pueden llegar a opacarse con tantos interrogantes vacuos, pero él no se da por vencido y sigue firme en la búsqueda de la verdad encerrada, una verdad que devolvería, al menos simbólicamente, la identidad tanto a Dora como a todos los que fueron cosificados y torturados hasta su desaparición y destrucción. En ese sentido, lo que la novela propone es que es la escritura la que permite alcanzar un dejo de realidad y verdad en lo que a esta incógnita se refiere. El narrador se reconoce a sí mismo en el horror ajeno: habita los mismos espacios que Dora, transita sus mismas geografías sofocantes y hasta cree sentir el mismo tedio fantasmal que la dominaba. Él la busca, él convive con ella en determinado espacio y tiempo.
“Quizá, sin tener todavía una conciencia clara, andaba tras la pista de Dora Bruder y de sus padres. Estaban ya allí, en filigrana.”
El sujeto es atravesado por esta experiencia de manera irracional. La odisea por la búsqueda de la identidad deja, finalmente, a un hombre fragmentado con algunos ecos de verdad, muchas dudas y pocas certezas:
“Me dije que nadie se acordaba de nada. Tras el muro se extendía una tierra de nadie, una zona de vacío y olvido.”
Sin embargo, Dora Bruder ya no es un número dentro de un Campo de Exterminio. Dora Bruder es hoy Dora Bruder, una joven con una biografía escindida llena de huecos, silencios y secretos, pero con la seguridad de una identidad reivindicada.
Nombre del libro: Dora Bruder. Autor: Patrick Modiano. Editorial: Seix Barral. Año de publicación: 2014.