Me recibió con gran alegría y hospitalidad en su casa de Brooklyn. En aquel momento, él había publicado el año anterior la primera edición de su obra maestra Hojas de hierba –costeada por él mismo– y se estaba dedicando a distribuirla. Pero, excepto por los elogios del poeta Ralph Waldo Emerson que lo llamó “el poema americano”, la mayoría de las respuestas que obtuvo por parte de la crítica fueron negativas o indiferentes. Su publicación fue uno de los fracasos comerciales más rotundos de la historia de la literatura: no se vendió ni un solo ejemplar. Y de los críticos que recibieron un ejemplar gratis, quienes respondieron, lo hicieron con disgusto, desprecio y desconcierto. Porque este libro era demasiado extraño para la época: no llevaba rima ni métrica, pero tampoco era prosa, cada una de sus líneas estaba impresa como si fuera un verso. Y además, la temática era salvaje, de una sensualidad obscena y un misticismo profano, pretencioso, ególatra e inmoral para aquellas mentalidades puritanas.
A pesar de que se esforzaba en disimularlo, pude notar en Whitman una cierta inquietud respecto al fracaso de su publicación. Por eso le dije para darle ánimos: “No se preocupe Walt, usted va a volverse el poeta más famoso de su país y uno de los genios poéticos más reconocidos de todos los tiempos. Va a pasar a la Historia como el fundador de la poesía moderna y uno de los iniciadores del verso libre. Su poesía va a ser leída por muchas generaciones y va a influenciar a grandes poetas de todo el mundo. Se lo digo yo, que vengo del futuro”. Entonces Walt, visiblemente contento por ver sus intuiciones confirmadas, me invitó a dar un paseo por los bosques, y allí mientras caminábamos, pude realizarle esta entrevista.
Pregunta: ¿Podría presentarse para quienes no lo conocen?
Respuesta[1]: Yo soy Walt Whitman, tengo treinta y siete años, mi salud es perfecta. Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí, de esta tierra y de estos vientos. Me engendraron padres que nacieron aquí, de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí, de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.
P: ¿Cómo ha empezado a escribir poesía?
R: Estuve esperando desde siempre y sin que nadie me viera, aguardando paciente mi turno, acurrucado, apelotonado siglos y siglos. Inmensa ha sido la preparación de mi ser. Antes de que mi madre me pariese las estrellas me apartaron un sitio en sus órbitas mismas y enviaron su luz. Árboles inmensos me dieron su sustento y saurios monstruosos me transportaron en sus fauces. Todas las fuerzas del universo han trabajado sin descanso y obedientes para completarme y deleitarme… Y ahora estoy aquí, en este sitio, con mi alma robusta y vigorosa.
P: ¿Cómo es su metodología de trabajo?
R: Me sumerjo en la ciudad y presencio el espectáculo de la calle. Todo lo observo, todo lo anoto, todo este espectáculo con su resonancia me interesa, me sumerjo en él… y luego me voy. Me voy solo por los montes lejanos y solitarios, vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra para ver crecer la hierba. Veo, danzo, río, canto, como, bebo, engendro… y me voy a bañar al río para admirar mi cuerpo. Al caer la tarde busco un sitio seguro donde pasar la noche, enciendo una hoguera y me duermo sobre un montón de hojas secas.
P: ¿De qué hablan sus poemas?
R: Mis poemas hablan de la vida no catalogada, de la libertad y del misterio. No se ocupan de los neutros ni de los castrados, exaltan al hombre y a la mujer bien organizados, baten los tambores de la rebelión y se unen a los fugitivos, a los mártires, a los que conspiran. Yo digo la palabra mágica y primera, canto la canción del crecimiento y del orgullo. De mi garganta salen voces largo tiempo calladas, voces de largas generaciones de prisioneros y de esclavos, de desesperados y de enfermos, de ladrones y de enanos, voces olvidadas, voces de sexo y de lujuria, voces veladas que yo desgarro, voces indecentes que clarifico y transfiguro… Yo no me tapo la boca ni pongo el índice sobre los labios. Mi voz llega hasta donde mis ojos no alcanzan y con el giro de mi lengua lanzo mundos y nebulosas de mundos… Pero mi discurso no es más que el hermano menor de mis sueños.
P: ¡Diablos! Ya está anocheciendo… Le agradezco señor Whitman que haya respondido a mis preguntas, pero debo volver a mi época…
R: Quédate hoy conmigo, vive conmigo un día y una noche y te mostraré el origen de todos los poemas. Tendrás entonces todo cuanto hay de grande en la Tierra y en el Sol, y nada tomarás ya de segunda ni de tercera mano, ni mirarás por los ojos de los muertos, ni te nutrirás con el espectro de los libros. Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos ni tomarás las cosas de mis manos. Aprenderás a escuchar en todas direcciónes y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser. No sé quién eres ni qué haces, no te lo pregunto ni me importa saberlo. Yo no doy pequeñas limosnas. Cuando doy, me doy entero yo mismo. Extiende las manos, mi granero está repleto y todo lo que tengo es para ti… Cuando mañana despiertes verás que todo cuanto he dicho es verdad…
1Curiosa y significativamente, todas las respuestas de Walt Whitman coinciden con fragmentos de su largo poema Canto a mí mismo.