En un rincón de un café de Vitoria, España, un hombre y una mujer se miran de reojo de tanto en tanto. Él, Pena, un escritor devenido en alcohólico; ella, Triste, una mujer con el corazón roto. Pero lo que parece una historia de amor entre dos desconocidos arrollados por el mundo, que no se animan a acercarse a hablar, se transforma cuando el autor español, Daniel González, se pregunta: ¿Quién mató a la chica Triste? En esta novela, En el fondo del vaso, conocemos la historia de la pareja que no pudo ser.
Después de años de dedicarse al periodismo e incluso colaborar con la Agencia EFE, Daniel publicó su primera novela bajo el sello de autopublicación de Penguin Random House, Caligrama. Lo que comenzó siendo un borrador que fue presentado a un concurso de jóvenes escritores en donde fue finalista, luego se convirtió en el debut de un escritor con una prosa plagada de melancolía y tristeza, que incluso se anima a denunciar la violencia de género.
¿Por qué eligió el género policial?
Daniel González: Este género siempre me han apasionado. La intriga y el estímulo para que el lector reflexione y ate cabos para resolver el misterio aportan un plus ante otros géneros. No me veo capaz de probar otros estilos. Ahora en España la novela negra ha cogido fuerza de nuevo tras el auge de los autores escandinavos como Víctor del Árbol, Ibon Martín, Eva Sáenz de Urturi, Claudio Cerdán, Rafa Melero, Ricardo Alía y otros muchos que han despertado el interés de los lectores.
En su libro aparecen personajes con un entramado complicado ¿Ya tenía pensado cómo iban a ser o se fueron desarrollando a lo largo de la obra?
DG: La verdad es que partía sólo con dos personajes, el de Rubén (Pena) y el de Triste. Tenía claro que eran dos personas rotas por dentro, que ya no recordaban lo que era ser felices, pero me faltaba encontrar los motivos por los que vivían en el pozo de las frustraciones. Tener que sacrificarla a ella para contar la historia de superación de Rubén no fue fácil, pero una vez que arranqué (el libro estuvo parado meses después del primer capítulo) la historia fue fluyendo.
Aparecieron nuevos personajes, como la inspectora Clara Lazkano, que de un esbozo superficial se convirtió en un personaje de peso. Al empezar, sí sabía qué personajes necesitaba cada escena, pero luego la construcción de su personalidad fue sobre la marcha, adaptándose a los giros que daba la narración.
Su estilo de escritura, por lo menos en este libro, está marcado por lo metafórico, poético y los ambientes melancólicos ¿de dónde saca la inspiración?
DG: Para mí la mejor escuela de escritura es la vida. Los momentos que vivimos, las alegrías y las frustraciones, se las acabamos prestando a nuestros personajes. Sí que algunas personas me han dicho que el estilo les recuerda un poco a Carlos Ruiz Zafón, y he de admitir que es mi autor favorito. Cuando en la novela hablo de la “vida no vivida” a la que se refirió Carl Gustav Jung no puedo dejar de pensar en la propia frustración por aquellas cosas que no hice, o los sueños sin cumplir. Es algo común en el ser humano, y quizá partir de ese sentimiento tan profundo haya ayudado a que este estilo, tan cargado de sentimientos, se haya configurado de esa forma.
Aunque las características de su libro sean las de un policial usted le agregó un ingrediente final al relacionar al protagonista con la Inspectora Lazkano. ¿Porque decidió incluir una historia de amor?
DG: Creo que el libro me lo pidió. Para mí fue la recompensa que podía ofrecerle (a Rubén), y además abría la puerta a nuevas historias. Después de todo lo que había pasado se merecía ser feliz. Aunque pienso que ya desde el inicio lo policial se fusiona con una historia de amor frustrado. El lector necesitaba encontrarse con ese toque que le diera sentido a todo lo que había leído, que no quedase incompleto.
¿Fue un camino difícil el de publicar su primer novela?
DG: Me atrevería a decir que ha sido un camino similar al de la búsqueda de respuestas de Rubén Alday, con momentos de euforia y altibajos. El libro surgió tras escribir dos relatos, el de Triste y el de Pena. Da ahí, tras mucho meditar, surgió el primer borrador, escrito en cuatro meses, que mandé a un concurso literario para jóvenes escritores. La sorpresa fue que fue uno de los cinco finalistas, y eso fue lo que me animó a presentarlo a más concursos, a retocarlo y contrastar con escritores qué partes fallaban. Pero en España es muy complicado competir en concursos en los que, además de escritores ya consagrados, se presentan guionistas y profesionales de la escritura. Después de tres años de intentos opté por buscar una editorial, y aunque hubo algunas interesadas, el miedo a que un autor desconocido no atraiga al público impidió que apostaran por una historia que consideraban buena.
¿Cómo llegó a Caligrama, una editorial de autopublicación? ¿Hubo alguna razón por la cual eligió una editorial de estas características?
DG: Cuando tuve claro que si quería ver el libro publicado según las pautas que me había marcado tenía que ser autopublicándolo empecé a explorar la oferta existente. Por un lado podía contratar un corrector, un maquetador y un diseñador de portada y autopublicar en Amazon, o por otro lado dejarlo en manos de una editorial. En España hay muchas editoriales ‘pirata’ que cogen el dinero, te imprimen un número determinado de libros y se desentienden del tema. Mi mayor miedo era que pasara esto, porque la autopublicación debe ser, a mi juicio, un paso en el que se busca dar visibilidad a la obra y crear una marca de autor. Y entonces di con Caligrama. Realizan todo el proceso por un precio similar al de contratarlo por tu cuenta y además aportan los primeros ejemplares y la garantía de pertenecer a uno de los grupos editoriales más grandes.
El personaje de Triste fue víctima de violencia de género que, por lo menos en Argentina es un hecho cotidiano y repudiado en la sociedad actual. En su libro, ¿fue un hecho aleatorio para completar el personaje o fue un intento por reflejar y denunciar la realidad de la sociedad española?
DG: Aquí, en España, por desgracia la violencia de género es también una lacra social que cada año asesina a decenas de mujeres y deja miles de víctimas. Cuando empecé a pensar en el pasado de Triste tuve claro que su miedo, sus ganas de aferrarse a la soledad, encajaban en esta situación. Espero que lo que aporta ella a la historia invite al lector a reflexionar, a que vea las huellas que deja el maltrato. A día de hoy, por muchas medidas que se pongan, acabar con la violencia de género parece algo imposible. Pero también es cierto que la cultura, y muchos otros sectores de la sociedad, denunciamos constantemente estas situaciones. Y la novela negra es el escenario más propicio para retratar este tipo de hechos y actitudes ante las que algunas personas intentan apartar la mirada. Es la forma de decir que existen, que están ahí y que hay que combatirlas entre todos.