Subió un hombre barbudo que leyó con voz grave y resonante sus emotivos poemas de sensibilidad proletaria. Criticó al ambiente oficial de la poesía, dijo que eran unos mediocres que solo buscaban el lucro, y dio nombres. Cuando terminó lo aplaudimos gritando un sapukai. Subió otro músico, un cantautor que (curiosa y significativamente) hizo una canción de Fernando Cabrera. Yo recordé de repente que el día anterior hubiera sido (si estuviera vivo) el cumpleaños de Serge Gainsbourg. Y pensé, como siempre que pienso en Serge Gainsbourg, en Jorge Guinzburg, por una semejanza de apellidos. Y Jorge Guinzburg me hizo pensar en Allen Ginsberg. Entonces bebí una copa a la salud de aquel gran genio en quien se inspira mucho del espíritu y la mística de leer poesías en los bares.
El lugar estaba lleno y la gente hablaba animadamente en las mesas, lo cual impedía en parte que se pudiera escuchar a los artistas. De todos modos, nadie parecía sentirse inhibido. Hubo una desbordante seguidilla de números artísticos. Un poeta acompañado de dos músicos leyó sus letras de chacareras, interesantes, profundas, irónicas… Otro poeta carismático y exaltado declamó imbuido de un urgente romanticismo anárquico. Un dúo de folklore-jazz ejecutó una música como de pachamama eléctrica, mientras la cantante alternaba poesías de ternura húmeda y selvática. Un poeta se apareció todo vestido de rojo e interpretó un poema visionario y delirante. Otro poeta expuso sus teorías sobre la matemática del amor. Un cantante con aires de mexicano romántico punk expresó sus tonadas minimalistas. Un poeta profético y apocalíptico entonó un largo poema en donde las imágenes bailaban y explotaban como big bangs en el aire.
Todo corría desenfrenadamente hacia los labios, y yo anotaba lo que veía en mi cuaderno, intentando descuajeringar mi cerebro para poder percibir las múltiples situaciones simultáneas que se iban desplegando. Vuelvo a mi pregunta del comienzo: ¿acaso sucede algo en una lectura de poesías? Y mi respuesta es que sucede mucho más que “algo”. Cada poeta expresa su universo imaginario-simbólico personal, y expone su visión subjetiva de la existencia. Entonces, quienes lo escuchan, pueden realizar por unos segundos o minutos el viaje más fantástico y maravilloso que existe: el viaje hacia otro punto de vista. Si al menos por un instante, alguien ha verdaderamente sentido algo de lo que se dijo sobre el escenario, es ahora una persona más libre y su imaginación se ha enriquecido. Ese es el gran poder de la poesía, un poder liberador del que apenas nos estamos enterando.
Por supuesto que en la poesía, al igual que en las otras artes, hay expresiones sublimes y expresiones mediocres. Incluso también, quizás más que en otras artes, al utilizar algo tan subjetivo, sutil y cambiante como las palabras, las sensaciones que un mismo poema puede generar en dos personas distintas, o en la misma persona en momentos distintos, es totalmente impredecible. Por eso, cada lectura es un acontecimiento único en donde los mundos internos y externos se entrelazan y puede o no, suceder eso que llamamos… “la Magia”.
En este caso quedamos tan pipones de magia que cuando las lecturas terminaron y comenzó a tocar una banda de jazz improvisado psicodélico y experimental, nos fuimos a comer una pizza y todos estábamos exaltados, frenéticos, hablando al mismo tiempo, diciendo cosas sin sentido…
El ciclo de poesía, música y teatro “Dramático”, se realiza cada dos semanas en distintos lugares de zona norte. Es con entrada gratuita. Para más información: https://www.facebook.com/ddramatico/