Foto: Coni San Martín (https://www.facebook.com/coniSanMartinfotografias/)
Los orígenes del carnaval son múltiples. En él se fusionan los cultos paganos con las reapropiaciones religiosas cristianas posteriores. Los festejos por el ingreso a la primavera en el hemisferio norte se amalgaman con la cristianización de esta festividad, la última antes de la cuaresma, durante la cual se prohíbe el consumo de carne, y en donde comienza el recorrido que desembocará en la Pascua. La esencia del carnaval –producto del encuentro de diversas tradiciones– parece estar ligada con la celebración, transformación y la resurrección.
Nuestro febrero carnavalesco en pleno verano latinoamericano se transforma a lo largo de todo América Latina en una fiesta que se aleja del ritual religioso y se conecta con lo más autóctono del festejo popular, cerca de los bailes sociales, las carrozas, las bombitas de agua y los pomos de espuma.
El teórico Mijaíl Bajtín en su texto La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento lee en el carnaval un aspecto crucial de la cultura popular y su papel frente a la norma establecida. El elemento carnavalesco, disruptivo y –en este sentido– crítico de la realidad es la risa. Una risa carnavalesca, profunda y mordaz, que traspasa con su estruendo las formas más cristalizadas de opresión. A través de la parodia, el “orden natural” se desnaturaliza por un momento para mostrar la fragilidad de las categorías que rigen el mundo.
Foto: Coni San Martín (https://www.facebook.com/coniSanMartinfotografias/)
La alegría carnavalesca, con su festín de música y lentejuelas, irrumpe sobre nuestra rutina y nos sugiere mucho más que una diversión frívola y pasajera. Es una festividad de un optimismo trasgresor, desestabilizador, de naturaleza transformadora.
¡Desde r.MUTT los invitamos a festejar este carnaval multicolor de manera audaz y creativa, con el valor de reír y pensarse a sí mismos, aunque sea por un momento, de otra manera!