Siempre tuve fascinación por los cuentos. Antes de ir a dormir, un cuento. Ya sea que lo leyeran o que lo contaran de memoria, el cuento se manifestaba. De esta manera, muchos de nosotros accedimos a grandes clásicos: los cuentos de los Hermanos Grimm, Jacques Perrault y tantos otros. Sin embargo, cuando crecemos y tenemos otros intereses literarios, nos damos cuenta que solo conocimos esos textos a través de adaptaciones y nos sorprende saber que no fueron pensados –en su mayoría– para un público infantil. Esto es algo que siempre me ha llamado la atención: ¿por qué ciertos textos, considerados para un público adulto, tienen sus adaptaciones para niños?
Podemos decir que, uno de los objetivos de las adaptaciones en general, es la conservación de textos que podríamos llamar “clásicos de la literatura universal”. Sin embargo, en este afán de transmisión de una época a otra, las obras son sometidas a una serie de modificaciones, como los códigos de la nueva sociedad que las recibe, diferente a aquella para las que fueron concebidas. Este proceso suele incluir la censura de ciertos aspectos del original, aquellos que entren en conflicto con las visiones del momento al cual se dirigen. La adaptación es un procedimiento a través del cual se garantiza la circulación estos textos, pero es totalmente válido preguntarnos cuánto queda del original: ¿hasta qué punto los recursos lingüísticos y estilísticos del autor son una parte esencial de la obra? Al adaptarla, ¿no la perderemos de vista lentamente, a la vez que algo nuevo y diferente aparece frente a nuestros ojos?
Tomemos como ejemplo los cuentos de los Hermanos Grimm. La compilación de los relatos orales tradicionales de Alemania, bajo el nombre de cuentos para la infancia y el hogar, correspondía a una necesidad de conservar la tradición folclórica del pueblo germano. Más adelante, se realizaría una pequeña compilación más orientada a un público infantil, donde estarían omitidas escenas explícitamente violentas o de carácter sexual. De esta manera, los cuentos que hoy conocemos y nos cuentan a la hora de dormir casi no se parecen en nada a los tradicionales cuentos alemanes.
Entonces, ¿qué significa adaptar para chicos?. La respuesta surge de la pregunta acerca de qué clase de lectores son los chicos y qué queremos incentivar en ellos. Si bien entendemos que, en principio, no podrán captar las diversas complejidades del texto ni del mundo al que refieren, tampoco debemos subestimarlos. Como adultos tenemos que acercarnos y aprender con ellos. Debemos acompañarlos desde diferentes lugares en la lectura y entender que el vasto y acelerado desarrollo tecnológico ha incidido de manera decisiva en su manera de ver el mundo, y quizá no sea tan inocente como la que caracterizó a la niñez de otras épocas.
Los chicos nos leen. Leen a través y con nosotros. Nuestro mayor desafío es invitarlos a caminar juntos en la delgada línea entre protegerlos de aquello que los pueda desalentar y permitirles explorar por su cuenta los textos. El camino hacia los clásicos no resulta sencillo, pero no tiene por qué ser aburrido. Lo mejor que podemos regalarles es el llamado a la aventura de la lectura y enseñarles que puede ser muy divertido si lo recorremos juntos.