En uno de los segmentos finales del documental Lo and Behold, Reveries of the Connected World (2016), el director Werner Herzog formula una simple pregunta: ¿puede ser que Internet comience a soñar con sí misma? Aunque la idea de concebir a la web como una entidad autoconsciente se encuentre lejos del horizonte tecnológico, se puede comenzar a rastrear diversos intentos en la literatura contemporánea por explorar el imaginario proliferante de la red. En la novela Los cuerpos del verano de Martín Felipe Castagnet podemos encontrar no sólo un intento por sondear las nuevas formas de experiencia que se dan producto de la expansión de la tecnología, sino también una escritura que, lejos de narrar desde los temores de lo que podría ocurrir, asume las posibilidades de narrar lo que ya ha ocurrido.
”La red tiene una existencia tan concreta como las ciudades de una civilización” dice en un momento uno de los personajes. Internet aparece como el terreno para explorar los horizontes de una realidad posible, una imposible y una virtual. A partir de este cruce Castagnet construye su narración.
La novela está sostenida por una premisa sencilla y radical: en un futuro, Internet se ha convertido en un soporte capaz de albergar la identidad de las personas una vez que mueren. Desprendida del cuerpo, el alma pasa a un estado de flotación en el que vaga libremente por el entramado de la red en la que vivos y muertos se mezclan e interactúan. Los cuerpos, entonces, pueden recargarse con distintas almas mediante un proceso de copiado o “quemado”. A partir de esto, Castagnet despliega una sociedad donde la sexualidad, las relaciones de familia y hasta las posibilidades de venganza se ven modificadas en un mundo donde la muerte ya no funciona como límite y la identidad queda librada del imperativo de lo biológico. “Es bueno tener otra vez cuerpo, aunque sea este cuerpo gordo de mujer que nadie más quiere, y salir a caminar por la vereda para sentir la rugosidad del mundo”. Así comienza la novela: el narrador, Ramiro (“Rama”), después de pasar un largo tiempo en estado de flotación, vuelve al mundo en el cuerpo de una mujer. Mediante la mirada de Rama, el futuro se devela frente a los ojos del lector.
Uno de los grandes aciertos de la novela es el tono con que el narrador se enfrenta a “la rugosidad del mundo”. Con una sensibilidad hiperestimulada por el pasaje de lo digital a lo físico, Rama recorre los pliegues de la realidad haciendo foco en las diversas sensaciones de lo “real”. La cáscara de una naranja, el calor del sol en la piel y hasta la percepción del mismo cuerpo aparecen como vivencias desacostumbradas y transitadas nuevamente, que el narrador registra en un tono neutro y detallado. El cuerpo aparece como un campo desconocido a (re)descubrir.
Mediante el extrañamiento de elementos que resultan cotidianos, la novela logra poner en primer plano una serie de cuestiones que remiten a la identidad, el género y la sexualidad. ¿Es posible tener un orgasmo en un cuerpo que no coincide con el sexo original de la persona? ¿Cómo se constituyen los lazos familiares en un mundo donde un padre puede volver a la vida en el cuerpo de una mujer de mediana edad? ¿Cómo es posible vengarse de alguien cuando ya no existe la muerte? Estas son apenas algunos de los múltiples cuestionamientos que se abren y despliegan en este universo.
Castagnet opta por acotar la novela a un registro de lo cotidiano, donde los detalles y datos construyen un mapa que, aunque incompleto, otorga una serie de referencias para que el lector complete el resto.
Los artículos borrados de la Wikipedia son más importantes que los que permanecen: ¿cuáles son los criterios para borrar un artículo de una enciclopedia que se propone incluirlo todo? En lo que se hace desaparecer está la clave de la humanidad; nuestra tarea es reconstruir lo destruido, reponer lo perdido, reaparecer lo invisible antes de que desaparezca del todo.
Esta es una novela que, más que leerse como una novela futurista, puede considerarse como testimonio de una época de transición, de un momento bisagra de una generación que tuvo su educación sentimental en el entramado de la red. Castagnet ubica su novela en este umbral, haciendo de esta una lúcida indagación sobre el estado actual y las posibles consecuencias.