El protagonista padece una insuficiencia cardíaca desde su nacimiento, y un episodio a los cuarenta y ocho años lo obliga a terminar en el hospital. Ese es el marco en el que se desarrolla la novela La insuficiencia de Pablo Chacón. Un problema de salud que coloca a la muerte en el horizonte aparece desde el origen de la vida. La incertidumbre y la fragilidad no operan sólo sobre el futuro: lo hacen sobre toda la vida. La lucidez se entrelaza con los delirios provocados por las drogas (¿sólo por las drogas?), y la vigilia y el sueño se mezclan. El paciente de hospital se presenta como aquel a quien la muerte se le va acercando al mismo tiempo que se aleja, y que sabe que el final puede ser inminente.
La posibilidad de considerar la obra como un texto de carácter autobiográfico se realza con la dedicatoria inicial, que está dirigida a los médicos del hospital Argerich de la ciudad de Buenos Aires. El texto está plenamente cargado de un vocabulario médico muy específico y hasta fragmentos de estudios clínicos que sólo un profesional podría comprender:
El electrocardiograma tomado el 20/01/10 indica ritmo sinusal F, 100 x minuto. Eje: — 15 PR: 160 ms; QRs ms; QTC: 440 ms. Otroz hallazgos: hipertrofia VI
Agrandamiento aurícula izquierda
T negativa en DI, AVL, V5 y V6
Infra ST en DI, V5 y V6
Supra ST de concavidad superior de VI a V4
En contra de lo que se podría suponer, la novela discurre muy rápidamente. El texto se articula en tensiones construidas entre pares opositivos: vida-muerte, lucidez-delirio, sueño-vigilia, lenguaje médico-lenguaje cotidiano. Si bien la obra gira en torno al caso clínico del protagonista, este parece tener una importancia relativa: nunca llegamos siquiera a conocer su nombre. En La insuficiencia lo que importa no son los personajes, los nombres, ni los casos, sino el tránsito entre esos polos opuestos. Médicos, enfermeras, pacientes, familiares, anestesistas, cirujanos, vivos, muertos. Entran, circulan, salen. Esa configuración espacial se imprime en el propio texto en un nivel lingüístico: la novela no está separada en capítulos. Forma un continuum, es orgánica: cualquier acontecimiento se da en el marco de la enfermedad. Las pausas, espacios en blanco y separaciones no operan como una construcción sistemática, sino que se asimilan a los momentos de sueño y a las pérdidas de conocimiento del protagonista.
La única certeza es el final. El sujeto, que tiene en claro que tarde o temprano llegará la muerte, no se desespera por ser curado, ni tampoco busca acelerar el proceso. A medida que avanzan los días de internación, el individuo comienza a perder su identidad: “No se acuerda con quién habló, cuántas veces lo midieron, evaluaron, controlaron. No se acuerda cuántos ni quiénes fueron a verlo, ni qué dijo, ni por qué dijo lo que dijo”. Como un fantasma, sobrevuela la habitación, describe el hospital. La contundencia del lenguaje médico se mezcla en el texto con imágenes confusas, aparentemente inconexas, producto de delirios, recuerdos o sueños.
El enfermo es un (sujeto) paciente. Los otros actúan y operan sobre él; los otros deciden sobre él. El tratamiento incide en él haciéndolo perder todo: incluso, su propio lenguaje. El lenguaje médico lo ha invadido y no puede escapar. En La insuficiencia, el cuerpo se acostumbra a diuréticos, antihipertensivos y betabloqueantes. Y el sujeto constituye esa experiencia mediante la puesta en lenguaje de su paso por el hospital. Se trata de un paciente atípico, obsesivo, y sumamente atento a cada uno de los procesos y procedimientos que se desarrollan en torno a su caso. No parece posible narrar la historia de otro modo: cada detalle, aún aquellos que parecen incomprensibles para quien no sepa nada de medicina, aparecen como fundamentales. La tensión entre un lenguaje cotidiano y un lenguaje especializado no aparece de modo binario, no es uno u otro. El vocabulario científico lo invade todo y ya no se puede acceder a la cotidianeidad por fuera del problema de salud.
En La insuficiencia, la importancia de los personajes y las anécdotas son menores. El núcleo central es la ciencia. Pero hay una cosa más importante aún, que contiene a todos los elementos en uno y no se puede separar: se trata, ni más ni menos, que de la escritura.