Fabienne Claire Nothomb (mejor conocida como Amélie Nothomb) nació el 9 de julio de 1966 en Bruselas, Bélgica. Su padre, Patrick Nothomb, fue cónsul en Osaka, Japón, entre los años 1968 y 1971, gracias a lo cual Amélie tuvo un contacto privilegiado con la cultura oriental durante su infancia.
Esta experiencia incidió fuertemente en la conformación de su peculiar personalidad. En su obra confluyen influencias tanto de la literatura francesa como de la japonesa, a la vez que se puede leer un juego permanente entre la ficción y la no ficción, ya que Amélie gusta de insertarse a sí misma como protagonista de sus propias narraciones.
Nothomb hace de la figura del autor, un personaje. La Amélie Nothomb que parece en las novelas como Biografía del hambre (2006) y La nostalgia feliz (2015) posee otra biografía que difiere levemente de la de Fabienne Claire. El personaje de Amélie Nothomb, nace en Kobe, Japón, el 13 de agosto de 1967, trabaja como intérprete y domina diversas lenguas. Nothomb autora se desdobla y su identidad corre por dos caminos. Cabe preguntarnos cuál es la real y cuál la ficcional y, al leerla, concluimos que para Nothomb, realidad y ficción se cruzan; ambas entidades conviven y se entremezclan.
Pétronille (2016), su última novela publicada por la editorial Anagrama, comienza con la necesidad de encontrar un compañero de borrachera. “La embriaguez no se improvisa. Es competencia del arte, que exige dar y cuidar. Beber sin ton ni son no lleva a ninguna parte”. Amélie asocia la embriaguez a una alteración de la conciencia. Esta es una experiencia que no se puede experimentar en soledad, sino que se necesita compartir con alguien. Luego de intentar estrechar este vínculo con personas cercanas sin éxito, Amélie conoce a Pétronille Fanto, un ser cuyo género nunca es especificado por el relato. ¿Hombre? ¿Mujer? No se sabe. Lo único que importa es que resulta ser la compañía etílica perfecta para nuestra protagonista.
La relación entre Pétronille y Amélie es la de un ídolo con su fan. Pétronille le escribe en varias oportunidades, mantiene con ella una extensa correspondencia que destila admiración pero, al mismo tiempo, le envía en sus cartas planteos intelectuales muy interesantes que llaman la atención de Amélie. Se conocen de manera inesperada y, a partir del primer encuentro, ya no logran separarse. Pétronille —estudiante de literatura inglesa que se encuentra realizando un master de literatura isabelina— es para Nothomb como los contemporáneos de William Shakespeare, a los que considera como chicos malos dispuestos a pelear. Es necesario notar que la androginia que deriva de la indefinición del género de Pétronille hacia adentro de la novela de Nothomb es también resultado de las reglas dramáticas del período en el que el dramaturgo inglés aludido realiza su obra. En el teatro isabelino, los papeles femeninos eran desempeñados por varones. Esta regla escénica impacta fuertemente en la producción shakesperiana y queda claro que es un aspecto que Nothomb retoma para la propia construcción del personaje que da título a su novela.
Pétronille y Amélie son personajes a la vez opuestos y parecidos. Pétronille ha nacido en el seno de una familia comunista, mientras que Amélie es parte de la burguesía belga. Sin embargo, ambas se sienten ajenas a las motivaciones de sus padres y encuentran en la literatura su razón de ser. Este punto de encuentro se va desgastando y, a medida que la novela avanza, las diferencias se hacen más evidentes. El carácter de Pétronille se vuelve progresivamente impredecible, hasta hacernos dudar de sus propios sentimientos por Amélie.
Pétronille comienza como un ensayo acerca de la embriaguez pero se transforma, conforme la narración avanza, en el relato de dos colegas, en un cuadro que pinta la relación entre dos femmes de lettres que se convierten en amigas y compañeras de vida. Sin embargo, no debemos dejar que las brillantes burbujas de champagne embriaguen nuestra percepción: puede que detrás de la admiración se esconda el aguijón de la envidia. ¿Puede existir una amistad verdadera entre dos talentosas escritoras? ¿O el fuerte lazo de compañerismo no es capaz de anular la envidia profesional? Amélie Nothomb nos desliza su respuesta literaria —inquietante y ambigua— mientras se lleva una copa de brut Roederer a los labios.