Patti Smith no sólo fue una de las artistas más influyentes del rock de los años 70 en la ciudad de Nueva York. Además de cantante, fue una artista plástica, poetisa y activista que influyó con su arte al representar al movimiento de una generación.
Tengo el libro Éramos unos niños en mis manos. Recorro las palabras de Patti Smith y creo poder escuchar su voz en mi mente, como si relatara sus hermosas anécdotas junto a mí. De fondo suena su canción “Gloria” y trato de imaginar su proceso creativo, cómo decidía cada palabra, cómo creaba esos juegos con su voz tan maleable. A veces me lamento de no haber conocido su obra cuando era más joven. Sus poemas habrían sido de gran ayuda en esas lejanas noches de desconcierto adolescente, pero tarde o temprano Patti llegó a mi vida y me presentó algo increíble: su mundo. En los momentos en los que estoy desorientada por la rutina y pierdo el motor inicial que me guía en cada día, pienso Yo quiero ser Patti Smith; tener su hambre voraz por la vida y el arte, no tener miedo de ponerme al mundo en el bolsillo y salir a caminar.
Al igual que en la escena final de la película Jerry Maguire (1996), en la que Renée Zellweger pronuncia el memorable diálogo “You had me at hello” –y todos lloramos junto a Tom Cruise–, es claro que cuando me enteré de la existencia de esta obra de teatro, no dudé ni un segundo. El ingenioso título y la gráfica son una contundente puerta abierta que invita a todos aquellos amantes de Patti Smith a presentarse sin falta a la función. La expectativa me obnubiló y ni siquiera me detuve a averiguar más sobre la obra; sólo Yo quiero ser Patti Smith y nada más.
La obra en cuestión me sacó de todo ese estado previo de ansiedad y dañina expectativa y me permitió conocer otra cosa muy diferente a lo que esperaba. Florencia Bendersky pone en escena el texto de la dramaturga chilena Valentina Vallejos, quien se propone jugar con la imagen de Patti Smith como un disparador creativo, un puntapié inicial que se desmonta en relatos íntimos, reclamos del pasado y amores inconclusos. La obra gira alrededor de una mujer que no es feliz con su presente, y es en su extrema admiración a la artista Patti Smith donde ve una posible salida. La identificación con su ídola es una oportunidad de volver a sentirse viva y conectar con sus propios deseos inconclusos. Se propone así secuestrar a un ex novio de su juventud, volver a formar la banda de rock de la adolescencia y lograr un giro dramático en la historia de la música, tal como lo logró Patti en los setenta.
La obra entrelaza de forma espléndida el vínculo de la pareja dentro del contexto del secuestro con todo lo dicho por Patti Smith. Sus imágenes, su música y sus textos envuelven la escena y convierten a la artista en un testigo omnipresente que avala la locura y el amor de los protagonistas. Laura Dantonio y Fidel Araujo sorprenden con la completa entrega que realizan en escena; ya sea en las interpretaciones musicales, las crisis cómicas o en los clímax dramáticos de tensión, la pareja protagónica resuelve y eleva el nivel de la puesta.
Yo quiero ser Patti Smith es una interesante propuesta dentro de la cartelera actual porteña: una apuesta al fanatismo del espectador oculto en la penumbra de la sala, al amor incondicional por la música y a la inspiración que despierta el arte para tomar las riendas de nuestra vida. Nunca es tarde para cambiar lo que no queremos.
La obra puede verse los sábados a las 23 horas en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).
Ficha técnico artística
Director: Florencia Bendersky.
Autor: Valentina Vallejos.
Actúan: Laura Dantonio y Fidel Araujo.
Iluminación: Julio López.
Diseño del espacio: Paula Ochoa.
Diseño de sonido: Pablo Duchovny.
Preparación vocal: Sergio Grimblat.
Asistente de dirección: Franco Candiloro.
Adaptación: Florencia Bendersky.