El teatro musical, tal y como lo conocemos hoy en día, no sería posible si no hubiera existido el vaudeville como antecedente más próximo.
El vaudeville era un género chico, donde el espectáculo estaba compuesto por distintas disciplinas que de manera inconexa se nucleaban en un mismo lugar. En él convivían malabaristas, cantantes, músicos, bailarines, magos, comediantes, entre una amplia variedad de artistas.
El teatro musical, en cambio, es un género en el que todas las disciplinas antes nombradas pueden convivir, pero deben estar conectadas por un hilo conductor que justifique su presencia dentro del espectáculo. Por otro lado, el teatro musical incluye una historia en donde los protagonistas del show se “escudan” bajo la protección de un personaje, a diferencia del vaudeville, donde las estrellas mantenían su nombre como el principal entretenimiento que llamaba la atención del público.
Es así como el vaudeville influenció en gran medida al teatro musical, ya que este último tomó elementos propios del anterior como las rutinas de danza, las canciones satíricas y las líneas de coro, que hoy se conocen como segmentos característicos del género.
El traspaso de un género al otro en la historia del espectáculo, tuvo su punto crucial con la aparición del cine y el auge de las películas. El entretenimiento de la pantalla grande desplazó a los vaudevilles pequeños que salían de gira por todo Estados Unidos y a los espectáculos, que se vieron obligados a evolucionar para llamar la atención del público. Fue así que se eclipsó al género chico con el crecimiento del teatro musical, que con toda su pompa logró competir con las películas, a tal punto que muchos de los títulos de Broadway pasaron al cine y viceversa.
Es interesante cómo, al conocer un poco más sobre historia, podemos ser capaces de ver detalles de este antecesor en los musicales clásicos, tal es el caso de Pippin o de Guys and Dolls, por nombrar sólo dos ejemplos dentro del amplio espectro de musicales que componen esta fabulosa época para el género.