Por Malena Boero
Quién pudiera, de un modo cotidiano, hablar de tantas cosas y profundizar en cada una de ellas como sucede en Ruedos de un payaso. Aquí, lo profundo aparece en lo sencillo. La escena, por momentos, es de una extrema inocencia cautivante, y por otros, se convierte en una extraña atmósfera que estremece, pero por sobre todo, siempre mantiene un aire de comedia sumamente elocuente.
La escena propone un recorrido impecable de comienzo a fin. Primero hacen su entrada Santiago Blomberg y Manuel Katz –en piano y violín respectivamente–, quienes dialogan a través de sus instrumentos con el personaje de Agustín Soler que aparece cautelosamente. La relación que establecen construye sentidos a mansalva; no se trata de un mero acompañamiento musical. Los músicos y “la música” –pensada como una protagonista más– evidencian detalles del movimiento, de la atmósfera y de los imaginarios creados, hasta el punto de concebir un código de humor a través de este ida y vuelta.
El potente personaje principal se expresa a partir del silencio y la gestualidad, esta última no sólo comprendida por el rostro: es todo el cuerpo el que cuenta y más allá de él también. Su presencia se expande ocupa toda la sala. Es esa misma presencia la que logra llevar la atención a alguna parte del cuerpo que, de un momento a otro, pareciera tomar vida y rebelarse consigo mismo. El silencio es puesto en jaque por las infinitas formas de contar a través de la voz, pero prescindiendo del uso de la palabra.
La puesta utiliza muchos objetos y los aborda desde su utilidad, su connotación simbólica y sus posibilidades de manipulación o transformación. Permiten conectar las escenas de una forma excelente, y posibilitan la ida y vuelta a un número impensado de fantasías.
De manera pícara, este payaso insinúa al espectador una relación de complicidad. Su mirada hacia el público revela una entrega que dificilmente no le sea retribuida.
Todo lo que aparece de un modo pequeño (las acciones, los objetos y escenografía) invita a sensibilizarse y enternecerse. Sin embargo, también ese mundito da lugar a las más grandes dolencias, alegrías o ilusiones. Este personaje pareciera recordarle al espectador cuánta ingenuidad hay en cada uno de ellos, como si las cosas pasaran frente a sus ojos sin darse cuenta. Cada cual cuida su mundo„ procura compartirlo o guardarlo. Cada cual se enfrenta a la luna, a sus sueños y a sus silencios.
La obra puede verse el sábado 30 de julio a las 17 horas y el domingo 31 de julio a las 15 horas en el Galpón de Guevara (Guevara 326).
Trailer
Ficha técnica:
Música Original: Santiago “Oveja” Blomberg
Músicos: Manuel Katz, Santiago “Oveja” Blomberg
Vestuario: Pia Drugueri
Gráfica: Pauland
Producción Ejecutiva: Pierpaolo Olcese / Agustín Soler
Intérprete, idea y producción: Agustín Soler
Dirección: Gabriel Paez