La Iglesia católica fue siempre un tema que, por lo menos, me generó curiosidad. Una institución asentada en el Antiguo Régimen que conserva los valores de aquellos tiempos y que, incluso cuando ha perdido cierta legitimidad en los últimos años, se mantiene firme y con una gran cantidad de fieles. Es raro. Hablé algo de eso con mi mamá, me contó que hace poco vio a una persona sin techo pidiéndole a Dios que protegiera a los libros, a los árboles y a los perros. Es decir que, aun cuando una persona no tiene donde vivir, acude a la Iglesia a pedir protección para los que no pueden pedirla. Pienso entonces que, si bien es normal, casi cotidiano, que las clases altas contraigan matrimonio religioso o que bauticen a sus hijos, esta institución es más que nada el refugio de las clases populares. Por eso, decía, la Iglesia siempre me generó curiosidad.
La historia que se pone en escena en Padre Pedro, una obra escrita por José Ignacio Serralunga y dirigida por Matías Gómez tiene que ver en un punto con esa cuestión que mencionaba: Dante, interpretado por Ricardo Torre, es un hombre de clase baja que participa, junto a su esposa, del rito religioso de forma asidua, como verdaderos fieles. Por su parte, el cura, encarnado por Jorge Fernández Román, sabe de la superioridad que le otorga su profesión, si así puede llamarse, y la naturaliza al punto de que se ubica él mismo en ese escalón, por encima de sus fieles quienes, claramente, aceptan esta jerarquía de forma voluntaria. No obstante, si bien la narración se presenta de un modo, luego gira hacia otro lugar inesperado, hasta que termina de cerrarse como un círculo.
Fundamentalmente se trata de la historia de un hombre que se enfrenta a otro por una mujer, pero más que por su amor, sería por su posesión. En este sentido, la mujer queda sin voz y los dos hombres se juegan su destino. Destaca en el texto una cierta crítica al celibato y otras cuestiones del sacerdocio que nos hablan de lo absurda que es esta institución. Sin embargo, la forma en que se encaran estos temas es a través de la empatía que se genera entre los espectadores y el personaje que golpea a su pareja, asemejándolo a una bestia sin raciocinio y no a un hombre que ejerce la violencia de género.
Por otra parte, lo remarcable de esta obra es que se realiza toda en un acto. No hay apagón en ningún momento, ni cambio de vestuario, ni de escenografía (que consiste en un cuadrado hecho con sogas rojas, una virgen y dos asientos que hacen las veces de confesionario). Es decir que la historia que vemos transcurre en tiempo real y, no por ello, deja de atraer la atención de los espectadores en ningún momento. Esto es mérito tanto de la dirección como de los actores que interpretan de un modo muy acertado a sus personajes y nos transmiten, gracias también a la química que hay entre ellos, lo que sienten en esta situación particular que a ambos excede.
¿Qué? Padre Pedro.
¿Dónde? Noavestruz Espacio de Cultura (Humboldt 1857, CABA).
¿Cuándo? Los domingos a las 20:30 horas.
¿Cuánto? Entradas a $250.
Ficha técnico artística Dramaturgia: José Ignacio Serralunga. Actúan: Jorge Fernández Román y Ricardo Torre. Vestuario: Patricia Ramírez Barahona. Escenografía: Javier Parada. Iluminación: Ricardo Sica. Música original: Lukas Bustamante. Diseño gráfico: Verónica Martorelli y Valentina Marvaldi. Asistencia de dirección: Antonella Estrañy. Prensa: Kazeta Prensa. Producción ejecutiva: Mariana Zarnicki. Dirección: Matías Gómez.