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Salir del cuerpo

Los domingos en el teatro El Extranjero se presenta Millones de segundos. Con dramaturgia y dirección de Diego Casado Rubio, la obra narra la dura vida de un adolescente transexual que lucha por dejar de vivir en el cuerpo equivocado. 

Alan es un ado­les­cen­te tran­se­xual con sín­dro­me de As­per­ger. No so­por­ta las ven­ta­nas abier­tas y le gus­tan las puer­tas ce­rra­das, fil­mar­se y su­bir sus vi­deos a You­Tu­be; le cues­ta mi­rar fijo a los ojos y dis­fru­ta de con­tar los mi­nu­tos y se­gun­dos, de enu­me­rar­lo todo. Alan quie­re de­jar de vi­vir en el cuer­po in­co­rrec­to y tie­ne la es­pe­ran­za de po­der em­pe­zar su trans­for­ma­ción.

To­dos los días Alan se es­ca­pa de la es­cue­la; debe te­ner cui­da­do de que no lo per­si­gan para po­der evi­tar las gol­pi­sas de sus com­pa­ñe­ros. Siem­pre le gri­tan “puta”, “des­via­da”, “en­fer­ma”. Le es­cri­ben la mo­chi­la con múl­ti­ples in­sul­tos, lo ame­na­zan, lo arrin­co­nan y lo gol­pean. El pe­li­gro siem­pre es in­mi­nen­te, la aler­ta es cons­tan­te, ya que en cual­quier mo­men­to pue­de sur­gir un ata­que ines­pe­ra­do.

El pa­dre de Alan está au­sen­te: con­du­ce un ca­mión y hace lar­gos via­jes en la ruta, mien­tras que la ma­dre (Ma­ría Rosa Fre­ga) “lim­pia la mier­da de la otra gen­te” como em­plea­da do­més­ti­ca y sos­tie­ne el día a día como me­jor pue­de. No lo­gra com­pren­der a su hijo, le da ver­güen­za, lo tra­ta como fe­me­nino, lo ve siem­pre “raro”, y debe obli­gar­lo a po­ner­se po­lle­ras y a ves­tir­se de­lan­te de ella. En­tre­tan­to, Alan lo­gra en­con­trar con­sue­lo en San­són (Víc­tor La­bra), su con­fi­den­te y úni­co ami­go, un hom­bre que pone el cuer­po a la con­cien­cia del pro­ta­go­nis­ta. San­són es la pro­yec­ción desea­da de Alan, el hom­bre que se sien­te, el de­seo, el yo in­te­rior, la ver­dad.

La pues­ta de Mi­llo­nes de se­gun­dos re­ci­be a los es­pec­ta­do­re con un so­ni­do de in­ter­fe­ren­cia, una mú­si­ca elec­tró­ni­ca cru­da que per­tur­ba los oí­dos y pone la piel de ga­lli­na. En el sue­lo del es­pa­cio es­cé­ni­co se en­cuen­tra una ta­blet que re­pro­du­ce in­fi­ni­ta ve­ces el vi­deo de un niño ju­gan­do en la pla­ya, y en el fon­do, una pa­red ar­ma­da con nue­ve cu­bos lu­mi­no­sos blan­cos. El es­pa­cio está casi des­pe­ja­do, sólo al­gu­nas pi­las de ropa so­bre el sue­lo acom­pa­ñan a los cuer­pos de los ac­to­res. El di­rec­tor y dra­ma­tur­go Die­go Ca­sa­do Ru­bio de­ci­de que la luz ocu­pe la to­ta­li­dad, que esos nue­ve cu­bos blan­cos sean ma­ni­pu­la­dos por los ac­to­res, que el es­pa­cio mute y que cam­bien de co­lo­res se­gún las di­fe­ren­tes si­tua­cio­nes de la pues­ta. El di­se­ño de lu­ces de Ve­ró­ni­ca Al­co­ba se dis­tin­gue en todo mo­men­to: es un tra­ba­jo que acom­pa­ña con­ti­nua­men­te los di­fe­ren­tes y pro­fun­dos es­ta­dos emo­cio­na­les que la obra tran­si­ta.   

Como to­dos, Alan vive in­mer­so en una so­cie­dad re­gi­da por la he­te­ro­se­xua­li­dad, una so­cie­dad pa­triar­cal que ejer­ce la vio­len­cia so­bre las otras iden­ti­da­des de gé­ne­ro que se en­cuen­tran por fue­ra de la nor­ma. Tan­to el ám­bi­to de la edu­ca­ción como el de la fa­mi­lia en­tor­nos en los que se mue­ve Alan son es­pa­cios en don­de se pro­pa­ga el dis­cur­so he­te­ro­nor­ma­ti­vo, y en don­de pa­de­ce los prin­ci­pios do­mi­nan­tes del gé­ne­ro que mar­can y es­tig­ma­ti­zan a aquel que es di­fe­ren­te me­dian­te bro­mas y hos­ti­ga­mien­tos. El ado­les­cen­te re­sis­te a las nor­mas de gé­ne­ro y re­glas ins­ti­tu­cio­na­les, bus­ca es­ca­par del en­torno que je­rar­qui­za, dis­cri­mi­na y ejer­ce vio­len­cia so­bre su iden­ti­dad. La ma­dre y los com­pa­ñe­ros de cla­se per­si­guen al pro­ta­go­nis­ta, mar­can la es­tig­ma, es­ta­ble­cen esa di­fe­ren­cia y agre­den su bús­que­da de trans­for­ma­ción como  “en­fer­me­dad”, “de­ge­ne­ra­ción” o “anor­ma­li­dad”.

Es ne­ce­sa­rio des­ta­car la la­bor pro­ta­gó­ni­ca de Ra­quel Ame­ri, una ac­triz de in­cues­tio­na­ble en­tre­ga que de­rra­ma ener­gía, po­ten­cia y ta­len­to. Ame­ri con­quis­ta la mi­ra­da de todo el pú­bli­co pre­sen­te en la sala con su tra­ba­jo. Tan­to el tra­ba­jo de Ame­ri como el de sus com­pa­ñe­ros de es­ce­na con­for­man una obra im­pe­ca­ble; la crea­ción de Die­go Ca­sa­do Ru­bio nos em­pu­ja a mi­rar la te­rri­ble reali­dad que pro­vo­ca el bull­ying trans­fó­bi­co. Las con­se­cuen­cias de la vio­len­cia co­ti­dia­na (el mal­tra­to fí­si­co, ver­bal o psi­co­ló­gi­co) que pa­de­cen los jó­ve­nes de for­ma reite­ra­da y a lo lar­go del tiem­po, por la orien­ta­ción se­xual y/o iden­ti­dad de gé­ne­ro que sale de la nor­ma pre­do­mi­nan­te, y que aco­rra­la a las víc­ti­mas sin de­jar­les sa­li­da al­gu­na. Es la res­pon­sa­bi­li­dad de to­dos vi­si­bi­li­zar, ex­po­ner al aco­sa­dor y lu­char con­tra la di­fe­ren­cia.


¿Qué? Mi­llo­nes de se­gun­dos.

¿Dón­de? Tea­tro El Ex­tran­je­ro (Va­len­tín Gó­mez 3378, CABA).

¿Cuán­do? Los do­min­gos a las 18:30 ho­ras.

¿Cuán­to? En­tra­das a $250.


Ficha técnico artística

Autoría: Diego Casado Rubio.

Actúan: Raquel Ameri, María Rosa Frega y Víctor Labra.

Vestuario: Vessna Bebek.

Iluminación: Verónica Alcoba.

Fotografía: Juan Borraspardo.

Asistencia de dirección: Juan Borraspardo.

Producción ejecutiva: Felicitas Oliden.

Producción: Juan Borraspardo.

Dirección: Diego Casado Rubio.
Cecilia De Paoli
Cecilia De Paoli
Licenciada y Profesora en Artes Combinadas (UBA). Estudió Dirección de Arte e Imagen aplicada a la escena y los medios de comunicación en el Centro de Arte y Diseño de Evelyn Bendjeskov. También incursionó en actuación y dirección teatral con Mariela Asensio, Alejandro Genes Radawski, José María Muscari y Mayra Carlos. Participó como actriz en obras de la compañía Quirófano Teatral. Actualmente realiza un taller de montaje teatral y entrenamiento actoral en el CELCIT. Fue redactora estable de Originarte.org, revista cultural.