El término nikkei no sólo designa a los descendientes de la comunidad japonesa que se formó en Perú con la gran inmigración de 1873, sino también nombra a las comidas de fusión peruana-japonesa. Ambos fueron una creación única de dicho contexto. El mix de tan poderosas culturas se convierte en un caldo de cultivo sazonado para paladares hambrientos de historias, casi como un plato gourmet. Nikkei constituye entonces un momento de creación histórico y cultural a partir de la lucha y la mezcla de opuestos, que logró generar algo completamente nuevo sin perder sus raíces.
Mariano Tenconi Blanco utiliza hechos históricos como disparador creativo, y reescribe la toma de la mansión del embajador de Japón en Perú por los guerrilleros del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru en 1996. El autor considera esta mezcla de culturas y su contexto como iniciativa para la creación de una historia de amor juvenil, para el enriquecimiento de diversos recursos estéticos (como la cumbia chicha peruana y la antigua literatura japonesa) y para indagar en los distintos efectos que produce la hibridez cultural.
El manga es una de las manifestaciones más importantes de la cultura popular contemporánea: es un gran fenómeno internacional en la industria del entretenimiento que posee sus propios criterios narrativos y estilísticos. Dentro de sus diversidades, se caracteriza por un aire juvenil, expresiones caricaturescas, e innumerables elementos que buscan hacer el relato más expresivo. Tenconi Blanco compone un registro actoral inspirado en dicho arte gráfico y alejado del realismo convencional al que estamos acostumbrados. Es magistral el trabajo logrado por los actores, que recrean en escena la dinámica corporal de típicos personajes del género japonés: logran construir un verosímil cercano al código de estos relatos orientales, en el que los cuerpos parecen arrancados de las páginas de un manga.
La obra se desarrolla a partir de la relación de los dos jóvenes y de los diversos juegos (interpretar una obra de teatro, karaoke, disfrazarse, entre otros) que le propone Izumo a Ollantay. Tenconi Blanco ubica el foco de atención en el juego de los jóvenes, pensado como un impulso al amor, en tanto es el sostén de la escena, conductor del relato y de la actuación. Javier Daulte analiza en su ensayo “Juego y compromiso. El procedimiento”[1] el valor intelectual y emocional del compromiso en el juego: “Un juego bien jugado es siempre atractivo pero no necesariamente divertido. Cuando se plantea el juego se busca que sus reglas nos cautiven y una vez cautivos, nos excitamos, sufrimos y nos angustiamos de un modo artificial.” Tanto Izumo y Ollantay, como sus intérpretes Yanina Gruden y Luciano Ricio, reflejan dicho compromiso, yendo al extremo con el juego que proponen.
Lima Japón Bonsai es una hermosa obra que invita al goce del juego teatral de dos jóvenes y permite conocer la mágica fusión de dos mundos distantes. Es un sumergirse ciegamente a la interpretación, al despojo del mundo externo y a la única conexión con lo lúdico. Lo que se inicia como un breve entretenimiento pasatista se convierte en intensidad, pasión y muerte.
La obra puede verse todos los jueves a las 21 horas en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) hasta el 29 de septiembre.
[1]Daulte, Javier. “Juego y compromiso. El procedimiento” en Revista Conjunto, Nº 136, abril/junio 2005. Disponible en http://www.casa.cult.cu/publicaciones/revistaconjunto/136/dualte.htm
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Mariano Tenconi Blanco.
Actúan: Yanina Gruden, Luciano Ricio.
Voz en Off: Ignacio Bartolone, Maruja Bustamante.
Vestuario: Merlina Molina Castaño.
Escenografía: Oria Puppo.
Diseño de luces: Matías Sendón.
Video: Gabriel Jofré, Mariano Tenconi Blanco.
Música original: Ian Shifres.
Letras de canciones: Mariano Tenconi Blanco.
Fotografía: Ariel Feldman.
Diseño gráfico: Gabriel Jofré.
Asesoramiento técnico: Ivan Grigoriev.
Asistencia de iluminación: Sebastián Francia.
Asistencia técnica: Osvaldo Clement.
Asistencia de dirección: Belén Chaud.
Prensa: Carolina Castro.
Producción: Carolina Castro.
Coreografía: Carolina Borca.
Dirección: Mariano Tenconi Blanco.