Un día me fui del pago

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Un día me fui del pago

La pose, con dirección de Mariana Carrasco y potentes actuaciones femeninas, se presenta los sábados en Espacio Sísmico. La obra nos recibe con la tranquera cerrada y nos coloca frente a frente con la brutalidad del amor y del fracaso entre ritmos lisérgicos con aires de milonga campera.

La pose tie­ne un re­co­rri­do de ex­pe­ri­men­ta­ción y re­pre­sen­ta­cio­nes en di­fe­ren­tes es­pa­cios. En el 2015 co­mien­za su ca­mino en El Por­ve­nir, un fes­ti­val con di­rec­to­res de tea­tro me­no­res de trein­ta años que se rea­li­za en el Cen­tro Cul­tu­ral Ma­tien­zo. A par­tir de ese mo­men­to, la obra con­ti­núa sus fun­cio­nes por di­fe­ren­tes es­pa­cios: des­de El Spor­ti­vo Tea­tral has­ta su re­es­treno en Es­pa­cio Sís­mi­co en ju­lio de este año. La anéc­do­ta de la obra es la co­no­ci­da vuel­ta al pue­blo de la anti he­roí­na, si­tua­da en el con­tex­to de una ar­gen­ti­na en ple­na cri­sis del año 2001. Des­de la di­rec­ción, Ma­ri­na Ca­rras­co ubi­ca a los per­so­na­jes que en­tran y sa­len des­de un te­lón de foro ater­cio­pe­la­do: así la pues­ta en es­ce­na ha­bla de sí mis­ma y ar­ti­cu­la el cam­po con la re­pre­sen­ta­ción. La obra se ocu­pa en re­cor­dar­le a los es­pec­ta­do­res de que se en­cuen­tran den­tro del tea­tro. Asi­mis­mo, des­de la dra­ma­tur­gia, Ma­ria­na Ca­rras­co y Na­dia San­dro­ne car­gan la pie­za con fuer­tes re­so­nan­cias: la vio­len­cia de gé­ne­ro ins­ti­tu­cio­nal y do­més­ti­ca, el de­ber ser fe­me­nino y la in­dus­tria de la be­lle­za y el éxi­to.

Un día Blan­ca (Me­li­na Be­ní­tez) se va del pago a pro­bar suer­te a la ca­pi­tal, está de­ci­di­da a todo: quie­re es­tu­diar, tra­ba­jar y vi­vir de su pa­sión. Como un ar­tis­ta sin me­ce­nas ni aco­mo­do he­re­di­ta­rio, vuel­ve a su pue­blo ren­di­da pero dis­pues­ta a fes­te­jar su cum­plea­ños como si fue­ra una party country club com­ple­ta. Deja atrás una ciu­dad pren­di­da fue­go por los efec­tos de la cri­sis del 2001. En el ca­mino ma­no­tea unos dul­ces en me­dio de un sa­queo para Es­te­la, su her­ma­na, quien vive con Eduar­do en su pue­blo na­tal. En pa­ra­le­lo con la fa­mo­sa Blan­che Du­Bois de Un tran­vía lla­ma­do de­seo, nues­tra Blan­ca lo­cal flo­ta en­tre de­seos y de­li­rios: co­rri­da del len­gua­je co­ti­diano y to­ma­da por un es­ta­do poé­ti­co. La afi­la­da ac­tua­ción de Me­li­na Be­ní­tez ge­ne­ra un efec­to tra­gi­có­mi­co que hace es­ta­llar la sala, la bru­ta­li­dad se acre­cen­ta y, sin em­bar­go, ne­ce­si­ta­mos sol­tar la risa. 

Co­mien­za la fies­ta, Blan­ca se pa­sea con su me­jor ves­ti­do, con­ver­sa al aire y en­gran­de­ce sus ex­pe­rien­cias: sus es­tu­dios, con quién, dón­de, cuán­to y cuán­do. Por de­trás de la fan­ta­sía, el ma­cho do­mi­na a las mu­je­res en un bai­le de­men­cial. Allí se so­me­ten las fuer­zas fe­me­ni­nas de la obra: Es­te­la (Lo­re­na Da­mon­te), la pri­ma (Can­de­la­ria Se­sín) y la úni­ca ami­ga que asis­te a la fies­ta, Vic­to­ria (Sol Ti­tiu­nik). La ac­tua­ción de Can­de­la­ria Se­sín es im­pe­ca­ble, con un tono hi­la­ran­te cons­tru­ye to­dos los cli­chés pue­ble­ri­nos para lue­go sol­tar­los con fuer­za, ella tie­ne cla­ro que no na­ció para ser ma­dre y hay re­ce­lo en el pue­blo por su de­ci­sión. El tra­ba­jo de Sol Ti­tiu­nik tam­bién es ex­ce­len­te: Vic­to­ria es la úni­ca ami­ga de Blan­ca y se sabe con pri­vi­le­gios de cla­se, se deja lle­var por los ai­res de cam­po y ofre­ce como úni­ca ayu­da téc­ni­cas new age.

El humo blan­co cu­bre la es­ce­na, el cu­ña­do de Blan­ca rea­li­za fu­mi­ga­cio­nes. Eduar­do (Fa­bián Bril) es ex­per­to en ex­ter­mi­nar la ma­le­za de los cam­pos, pero no pue­de evi­tar su pro­pia raíz ve­ne­no­sa. Su fuer­za ma­chis­ta y pa­triar­cal re­vi­ve en cada em­pu­jón, en el for­ce­jeo se­xual, en el mal­tra­to co­ti­diano, en cada co­men­ta­rio e im­po­si­ción. No se can­sa de de­cir­le a su mu­jer que sin él no vale nada, pero la lle­ga­da de Blan­ca irrum­pe en el or­den de las co­sas. El cuer­po de Es­te­la es te­rri­to­rio de abu­so y se mues­tra des­mem­bra­do: ve­mos un bra­zo des­nu­do aso­mar­se por una va­li­ja y este frag­men­to se suma al re­per­to­rio de cuer­pos de mu­je­res ase­si­na­das que te­ne­mos pre­sen­tes en la me­mo­ria. La ima­gen que con­for­man el bra­zo de Es­te­la sa­lien­do de la va­li­ja y el tono de Eduar­do ge­ne­ran un efec­to do­lo­ro­so y, a la vez, de­cons­tru­ye la pose del ma­cho que gri­ta y pa­ta­lea ante la nada.

Blan­ca fi­nal­men­te ac­cio­na, quie­re de­jar de es­pe­rar una opor­tu­ni­dad y co­men­zar a ser, sabe que las con­di­cio­nes no son igua­les para to­dos y se desata la lo­cu­ra. Las la­gu­nas al fi­nal de la ruta no son más que es­pe­jis­mos y ella lo sabe bien. Des­plie­ga en­ton­ces su má­xi­mo es­ta­do poé­ti­co, poe­sía en me­dio del ho­rror, poe­sía para so­bre­vi­vir, poe­sía para sa­lir de la pose.


¿Qué? La Pose.

¿Dón­de? Es­pa­cio Sís­mi­co (La­va­lle­ja 960, CABA).

¿Cuán­do? Los sá­ba­dos a las 23 ho­ras.

¿Cuán­to? En­tra­das a $150 y $130.


Ficha técnico artística:

Dramaturgia: Marina Carrasco y Nadia Sandrone.

Actúan: Melina Benitez, Fabián Bril, Lorena Damonte, Candelaria Sesín y Sol Titiunik.

Músicos: Mauro Coletti y Pablo Mendilaharzu Obeid.

Realización de escenografía: Chelo López Acevedo.

Diseño de iluminación: Juan Isola.

Coreografía: Sofia Vitullo.

Asistencia de dirección: Nadia Sandrone.

Dirección: Marina Carrasco.
Silvina Bernabé
Silvina Bernabé
Licenciada y Profesora en Artes Combinadas (UBA). Estudió Gestión y Producción de Artes Escénicas en el CELCIT con Gustavo Schraier. Realizó seminarios de dramaturgia y narrativa con Mauricio Kartun, Natalia Carmen Casielles, Selva Almada y Natalia Romero, entre otros. Realizó críticas periodísticas de espectáculos para el portal de difusión Geoteatral y la revista de Teoría y Crítica Teatral Telondefondo. Actualmente trabaja en múltiples obras de teatro y proyectos culturales como productora ejecutiva.