La maquinaria neoliberal a escena

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La maquinaria neoliberal a escena

La escena del teatro independiente cuenta con dos propuestas que abordan situaciones de conflicto laboral: Fuego todo con dirección de Jorge Eiro y La luz es un pozo con dirección de Laura Paredes y Paula Acuña. Con recursos tragicómicos, ambas obras alumbran la zona oscura de los efectos de las políticas neoliberales.

Fue­go todoLa luz es un pozo, son dos obras de tea­tro in­de­pen­dien­te que mues­tran lú­ci­da­men­te el es­ta­do de una es­fe­ra la­bo­ral que­bra­da y ex­po­nen lo que su­ce­de an­tes del es­ta­lli­do des­de el pun­to de vis­ta de los tra­ba­ja­do­res. Am­bas pro­duc­cio­nes cuen­tan con más de diez ac­to­res en es­ce­na y re­crean con­flic­tos en pe­que­ñas em­pre­sas na­cio­na­les con las li­cen­cias poé­ti­cas que la fic­ción per­mi­te y agra­de­ce. Por mo­men­tos, son una mul­ti­tud de tra­ba­ja­do­res con sus res­pec­ti­vos pa­tro­nes, pero tam­bién se abre el jue­go para las es­ce­nas ín­ti­mas, don­de des­cu­bri­mos cada sub­je­ti­vi­dad con sus mi­se­rias y vir­tu­des.

Con los con­flic­tos la­bo­ra­les se pre­ci­pi­tan las asam­bleas y en am­bas pro­pues­tas hay una es­ce­na de­di­ca­da a la or­ga­ni­za­ción co­lec­ti­va: las dos obras nos ape­lan y nos in­vi­tan a pre­gun­tar­nos ¿Qué lu­gar ocu­pa­mos u ocu­pa­ría­mos en una asam­blea por con­di­cio­nes la­bo­ra­les más jus­tas y has­ta dón­de lle­ga­ría­mos para que nues­tra voz se es­cu­che?  

En­tre lo có­mi­co y lo trá­gi­co, las dos pro­pues­tas cuen­tan la co­no­ci­da his­to­ria de la vio­len­cia neo­li­be­ral y sus vi­ci­si­tu­des. En el caso de Fue­go todo, el pun­ta­pié del re­la­to es una fies­ta en la fá­bri­ca que su­ce­de fue­ra de es­ce­na, es­cu­cha­mos el reg­gae­tón del mo­men­to y ve­mos al­gu­nas es­ce­nas en­tre com­pa­ñe­ros: un tira y aflo­je por un beso, y ges­tos ma­chis­tas ante la ne­ga­ti­va de la chi­ca en cues­tión. La obra ge­ne­ra un cli­ma de con­ti­nuum, co­men­zó mu­cho an­tes de que lle­gá­ra­mos a la sala y cuan­do nos re­ti­ra­mos to­da­vía hay mu­chos ca­bos suel­tos. A la sa­li­da del tea­tro, una vez en la ca­lle, las his­to­rias de con­flic­to so­cial se cuen­tan por sí mis­mas y si bien la obra no tie­ne una de­fi­ni­ción de tiem­po y es­pa­cio re­sul­ta im­po­si­ble no aso­ciar­la con nues­tro pre­sen­te. El pro­gra­ma de mano es un pan­fle­to de di­fu­sión de la lu­cha de los tra­ba­ja­do­res que se ti­tu­la: “No al cese de pro­duc­ción de Zil­ber­berg Hnas. y aso­cia­dos. Re­in­cor­po­ra­ción ya de los 20 com­pa­ñe­ros des­pe­di­dos”. An­tes de en­trar a la sala so­mos tes­ti­gos del en­cuen­tro de al­gu­nos per­so­na­jes du­ran­te la fies­ta y un brin­dis con sa­bor amar­go: “Por el pa­raí­so de lo inú­til”. Los des­pe­di­dos se ha­cen oír, in­te­rrum­pen la fies­ta y su pre­sen­cia in­vi­si­ble inun­da por com­ple­to el cli­ma co­ti­diano de tra­ba­jo.  

La luz es un pozo con dra­ma­tur­gia de Lau­ra Pa­re­desPau­la Acu­ña, abor­da los con­flic­tos que su­ce­den en una jo­ye­ría ubi­ca­da en el mi­cro­cen­tro por­te­ño. Las ven­tas caen, los suel­dos se atra­san y el só­tano de la jo­ye­ría de­vie­ne en mesa de jue­go noc­tur­na. Las in­ter­pre­ta­cio­nes, la di­rec­ción y la ilu­mi­na­ción de esta pues­ta fun­cio­nan de una ma­ne­ra muy pre­ci­sa, esto nos per­mi­te dis­fru­tar de un re­la­to que nos ale­ja del lu­gar co­mún y abre si­tua­cio­nes que quie­bran el rea­lis­mo. Des­de un aire acon­di­cio­na­do que fun­cio­na par­ti­cu­lar­men­te mal se fil­tran vo­ces que in­ci­tan a la lu­cha de los tra­ba­ja­do­res. El só­tano de la jo­ye­ría se trans­fi­gu­ra cons­tan­te­men­te: fun­cio­na como ata­jo de tiem­po des­de don­de las vo­ces de tra­ba­ja­do­ras se­xua­les del Puer­to de San Ju­lián cuen­tan su lu­cha; apa­re­ce la mesa de pó­ker que abre la no­che para ga­nar­le a la cri­sis y para que cada em­plea­do apor­te su ta­len­to; no fal­ta un amor prohi­bi­do en­tre la due­ña y el em­plea­do, y la chi­ca del de­li­very de co­mi­da cita las pa­la­bras del Mar­tín Fie­rro: “los her­ma­nos sean uni­dos”. La dra­ma­tur­gia de la du­pla Pa­re­des/Acu­ña tie­ne la maes­tría de abor­dar to­dos es­tos ele­men­tos con el rit­mo jus­to has­ta que el ni­vel del con­flic­to lle­ga a su clí­max.  

Sur­gen cons­truc­cio­nes que in­ten­tan con­fi­gu­rar un nue­vo tipo de sub­je­ti­vi­dad so­bre el te­rreno in­fér­til de las fuen­tes de tra­ba­jo pa­ra­li­za­das y aso­ma la re­tó­ri­ca de los CEO de em­pre­sas: “Hay que cam­biar la ca­be­ci­ta, cam­bia­ron los tiem­pos”, dice el ge­ren­te de Zil­ber­berg Hnas. de Fue­go todo. Mien­tras tan­to, las her­ma­nas y due­ñas de la em­pre­sa am­bas con in­ter­pre­ta­cio­nes me­mo­ra­bles jue­gan a ate­mo­ri­zar con la fal­ta de tra­ba­jo y la fal­sa cul­pa. Tra­ba­ja­do­res y pa­tro­nes, no es­tán to­dos en el mis­mo bote ni bajo el mis­mo pa­ra­guas como dice el per­so­na­je in­ter­pre­ta­do por Ro­dri­go Pa­re­des en La luz es un pozo, quien les pide a sus em­plea­dos que ante la tor­men­ta, se ajus­ten. Opor­tu­na­men­te, apa­re­ce la voz de quie­nes creen fer­vien­te­men­te en la lla­ma­da “cul­tu­ra del tra­ba­jo”. Ante la cri­sis, Mar­ti­ta, la em­plea­da con bue­na con­duc­ta de La luz es un pozo, res­pon­de: “Yo siem­pre me pon­go del lado del bien”; otros jus­ti­fi­can la si­tua­ción: “Son así, re­mo­lo­nes para pa­gar”. Am­bas obras nos per­mi­ten to­mar dis­tan­cia ne­ce­sa­ria de con­flic­tos que re­sul­tan co­ti­dia­nos y ela­bo­rar re­fle­xio­nes so­bre el lu­gar que ocu­pan nues­tros cuer­pos y nues­tra sub­je­ti­vi­dad en la ma­qui­na­ria neo­li­be­ral.


Opción 1

¿Qué? Fue­go Todo.

¿Dón­de? Tea­tro Tim­bre 4 (Mé­xi­co 3554, CABA).

¿Cuán­do? Los vier­nes a las 23:30 ho­ras.

¿Cuán­to? En­tra­das a $200.

 

Opción 1

¿Qué? La luz es un poco.

¿Dón­de? Tea­tro Abas­to So­cial Club (Ya­tay 666, CABA).

¿Cuán­do? Los sá­ba­dos a las 23 ho­ras.

¿Cuán­to? En­tra­das a $180 y $140.


Fuego Todo - Ficha técnico artística:

Dramaturgia: Jorge Eiro y Pablo Elías Quiroga.

Actúan: Perla Alvarez, Lisandro Armas, Maria Fernanda Benavidez, Mariana Bruno, Javier Goya, Rosana Lamanna, Emiliano Lamoglie, Leandro Lara, Cecilia Lucas, Jorge Noguera, Luz Panizzi, Julián Perez, Rocio Perez Silva, Beatriz Rajland, Manuela Sánchez Almeyra, Lucio Santilli y Georgina Serafini.

Vestuario: Manuela Sánchez Almeyra y Georgina Serafini.

Escenografía: Estefanía Bonessa.

Diseño de luces: Rocío Caliri.

Fotografía: Matías Alvarez, Laureano Cavs y Luz Soria.

Diseño gráfico: Romina Juejati.

Prensa: Octavia Gestión Cultural y Comunicación.

Producción: Luz Panizzi y Rocío Perez Silva.

Dirección: Jorge Eiro.

La luz es un poco - Ficha técnico artística:

Dramaturgia: Paula Acuña y Laura Paredes.

Actúan: Fernanda Alarcón, Federico Buso, Agustin Gagliardi, Ana Laura Garcia, Manuel Guirao, Nicolás Moneta, Iara Moreno, Nicolás Moyano, Rodrigo Paredes, Luis Petriz, Esteban Schemberg y Nicole Suli.

Vestuario: Paola Delgado.

Diseño de escenografía: Matías Sendón.

Diseño de luces: Matías Sendón.

Diseño De Sonido: Rodrigo Sánchez Mariño.

Realización de escenografía: Leonardo Ruzzante.

Música original: Gastón Delicio.

Diseño gráfico: Lucía Vanin.

Asistencia de dirección: Verónica Facchini.

Prensa: Pintos Gamboa.

Dirección: Paula Acuña y Laura Paredes.
Silvina Bernabé
Silvina Bernabé
Licenciada y Profesora en Artes Combinadas (UBA). Estudió Gestión y Producción de Artes Escénicas en el CELCIT con Gustavo Schraier. Realizó seminarios de dramaturgia y narrativa con Mauricio Kartun, Natalia Carmen Casielles, Selva Almada y Natalia Romero, entre otros. Realizó críticas periodísticas de espectáculos para el portal de difusión Geoteatral y la revista de Teoría y Crítica Teatral Telondefondo. Actualmente trabaja en múltiples obras de teatro y proyectos culturales como productora ejecutiva.