Fuego todo y La luz es un pozo, son dos obras de teatro independiente que muestran lúcidamente el estado de una esfera laboral quebrada y exponen lo que sucede antes del estallido desde el punto de vista de los trabajadores. Ambas producciones cuentan con más de diez actores en escena y recrean conflictos en pequeñas empresas nacionales con las licencias poéticas que la ficción permite y agradece. Por momentos, son una multitud de trabajadores con sus respectivos patrones, pero también se abre el juego para las escenas íntimas, donde descubrimos cada subjetividad con sus miserias y virtudes.
Con los conflictos laborales se precipitan las asambleas y en ambas propuestas hay una escena dedicada a la organización colectiva: las dos obras nos apelan y nos invitan a preguntarnos ¿Qué lugar ocupamos u ocuparíamos en una asamblea por condiciones laborales más justas y hasta dónde llegaríamos para que nuestra voz se escuche?
Entre lo cómico y lo trágico, las dos propuestas cuentan la conocida historia de la violencia neoliberal y sus vicisitudes. En el caso de Fuego todo, el puntapié del relato es una fiesta en la fábrica que sucede fuera de escena, escuchamos el reggaetón del momento y vemos algunas escenas entre compañeros: un tira y afloje por un beso, y gestos machistas ante la negativa de la chica en cuestión. La obra genera un clima de continuum, comenzó mucho antes de que llegáramos a la sala y cuando nos retiramos todavía hay muchos cabos sueltos. A la salida del teatro, una vez en la calle, las historias de conflicto social se cuentan por sí mismas y —si bien la obra no tiene una definición de tiempo y espacio— resulta imposible no asociarla con nuestro presente. El programa de mano es un panfleto de difusión de la lucha de los trabajadores que se titula: “No al cese de producción de Zilberberg Hnas. y asociados. Reincorporación ya de los 20 compañeros despedidos”. Antes de entrar a la sala somos testigos del encuentro de algunos personajes durante la fiesta y un brindis con sabor amargo: “Por el paraíso de lo inútil”. Los despedidos se hacen oír, interrumpen la fiesta y su presencia invisible inunda por completo el clima cotidiano de trabajo.
La luz es un pozo con dramaturgia de Laura Paredes y Paula Acuña, aborda los conflictos que suceden en una joyería ubicada en el microcentro porteño. Las ventas caen, los sueldos se atrasan y el sótano de la joyería deviene en mesa de juego nocturna. Las interpretaciones, la dirección y la iluminación de esta puesta funcionan de una manera muy precisa, esto nos permite disfrutar de un relato que nos aleja del lugar común y abre situaciones que quiebran el realismo. Desde un aire acondicionado que funciona particularmente mal se filtran voces que incitan a la lucha de los trabajadores. El sótano de la joyería se transfigura constantemente: funciona como atajo de tiempo desde donde las voces de trabajadoras sexuales del Puerto de San Julián cuentan su lucha; aparece la mesa de póker que abre la noche para ganarle a la crisis y para que cada empleado aporte su talento; no falta un amor prohibido entre la dueña y el empleado, y la chica del delivery de comida cita las palabras del Martín Fierro: “los hermanos sean unidos”. La dramaturgia de la dupla Paredes/Acuña tiene la maestría de abordar todos estos elementos con el ritmo justo hasta que el nivel del conflicto llega a su clímax.
Surgen construcciones que intentan configurar un nuevo tipo de subjetividad sobre el terreno infértil de las fuentes de trabajo paralizadas y asoma la retórica de los CEO de empresas: “Hay que cambiar la cabecita, cambiaron los tiempos”, dice el gerente de Zilberberg Hnas. de Fuego todo. Mientras tanto, las hermanas y dueñas de la empresa —ambas con interpretaciones memorables— juegan a atemorizar con la falta de trabajo y la falsa culpa. Trabajadores y patrones, no están todos en el mismo bote ni bajo el mismo paraguas como dice el personaje interpretado por Rodrigo Paredes en La luz es un pozo, quien les pide a sus empleados que ante la tormenta, se ajusten. Oportunamente, aparece la voz de quienes creen fervientemente en la llamada “cultura del trabajo”. Ante la crisis, Martita, la empleada con buena conducta de La luz es un pozo, responde: “Yo siempre me pongo del lado del bien”; otros justifican la situación: “Son así, remolones para pagar”. Ambas obras nos permiten tomar distancia necesaria de conflictos que resultan cotidianos y elaborar reflexiones sobre el lugar que ocupan nuestros cuerpos y nuestra subjetividad en la maquinaria neoliberal.
¿Qué? Fuego Todo.
¿Dónde? Teatro Timbre 4 (México 3554, CABA).
¿Cuándo? Los viernes a las 23:30 horas.
¿Cuánto? Entradas a $200.
¿Qué? La luz es un poco.
¿Dónde? Teatro Abasto Social Club (Yatay 666, CABA).
¿Cuándo? Los sábados a las 23 horas.
¿Cuánto? Entradas a $180 y $140.
Fuego Todo - Ficha técnico artística: Dramaturgia: Jorge Eiro y Pablo Elías Quiroga. Actúan: Perla Alvarez, Lisandro Armas, Maria Fernanda Benavidez, Mariana Bruno, Javier Goya, Rosana Lamanna, Emiliano Lamoglie, Leandro Lara, Cecilia Lucas, Jorge Noguera, Luz Panizzi, Julián Perez, Rocio Perez Silva, Beatriz Rajland, Manuela Sánchez Almeyra, Lucio Santilli y Georgina Serafini. Vestuario: Manuela Sánchez Almeyra y Georgina Serafini. Escenografía: Estefanía Bonessa. Diseño de luces: Rocío Caliri. Fotografía: Matías Alvarez, Laureano Cavs y Luz Soria. Diseño gráfico: Romina Juejati. Prensa: Octavia Gestión Cultural y Comunicación. Producción: Luz Panizzi y Rocío Perez Silva. Dirección: Jorge Eiro.
La luz es un poco - Ficha técnico artística: Dramaturgia: Paula Acuña y Laura Paredes. Actúan: Fernanda Alarcón, Federico Buso, Agustin Gagliardi, Ana Laura Garcia, Manuel Guirao, Nicolás Moneta, Iara Moreno, Nicolás Moyano, Rodrigo Paredes, Luis Petriz, Esteban Schemberg y Nicole Suli. Vestuario: Paola Delgado. Diseño de escenografía: Matías Sendón. Diseño de luces: Matías Sendón. Diseño De Sonido: Rodrigo Sánchez Mariño. Realización de escenografía: Leonardo Ruzzante. Música original: Gastón Delicio. Diseño gráfico: Lucía Vanin. Asistencia de dirección: Verónica Facchini. Prensa: Pintos Gamboa. Dirección: Paula Acuña y Laura Paredes.