Dentro de las costumbres dominantes del novecientos, Delmira fue una joven mujer que enfrentó su condición social para profundizar su pasión por la escritura. Aunque tuvo gran apoyo de su familia para poder estudiar y publicar sus trabajos, Delmira no pudo liberarse de la presión de su marido Enrique Job Reyes, quien no soportó su libertad y la asesinó de tres disparos en la cabeza, para luego quitarse la vida.
La dramaturga y directora uruguaya focaliza la trama de la obra en la relación del matrimonio, en el amor imposible entre dos seres que emocional e intelectualmente se encontraban en épocas muy distantes:
(…) Delmira Agustini es asesinada por su amante (ex marido) en una pieza de alquiler donde se encontraban. Ni Reyes, ni Delmira, pudieron con su tiempo, ni con su cuerpo, ella por libre y él por prisionero de las formas (…).
La obra es interpretada por seis actores –tres mujeres y tres hombres– y se desarrolla en tres actos con lenguajes bien diferenciados. Cada uno presenta un código propio que no sólo configura una versión particular de los hechos, sino que también pone en crisis la representación teatral.
La primera parte de la pieza es “La bala cruzó la ciudad”: aquí se presenta un momento anacrónico en donde los seis actores conviven en la escenificación de la pareja protagonista. Desde el inicio de la obra, el elenco se presenta con un vestuario cómodo mientras se mueven en el espacio en un típico momento de “calentamiento” previo a una clase de teatro o entrenamiento artístico. En un código escénico de investigación actoral, los intérpretes construyen la triplicación de los protagonistas, al unificar e intercalar sus cuerpos y voces. Se establece la escena desde la pérdida del personaje realista y la construcción de la multiplicidad. No se constituye una caracterización de los personajes propia del realismo, con diálogos lineales producidos por individuos determinados, sino que las declamaciones de los intérpretes se intercalan sucesivamente, hacen difícil disociar los límites entre cada uno de ellos, y a la vez sostienen el diálogo de Delmira y Reyes.
El segundo momento “La vida no se vive, la vida nos vive”, presenta la intención de los seis actores por representar la época del novecientos, de poder reconstruir el espacio de la familia de Delmira y sus costumbres. Surge el humor desde el conflicto de representar, se muestran los procedimientos escénicos y se cuestiona la posibilidad de poner en escena dicha época bajo la determinación estética que le corresponde. Es un momento que considera los valores y la conducta de sus caracteres, piensa al teatro del realismo histórico y lo pone en crisis en su afán por reconstruir el detalle, el momento. La escena se sostiene en el conflicto de conseguir dicha representación y en el juego que se despierta cuando la misma entra en crisis.
Finalmente el tercer momento, “Hoy se remata: Lote Delmira”, se ubica en el año 2010 en un remate en Montevideo. Los seis actores se convierten en personas que compraron los últimos objetos de Delmira y dan testimonio de los mismos. El final de la obra ingresa en el código teatral del archivo, ya que analizan las fotos y cartas íntimas de Delmira como un acercamiento hiperrealista de su historia. Se reconstruye la vida de la protagonista a través de archivos y objetos históricos que sostienen una idea de complicidad, de compartir algo que fue encontrado y que representa en sí mismo un mundo perdido.
Ya sea desde el texto de Marianella Morena o desde su posterior dirección con Francisco Lumerman, la obra presenta un profundo diálogo consigo misma desde tres focos de atención diferentes. Cada uno de estos presenta un género y un lenguaje propio que no sólo cuenta la historia de Delmira Agustini, sino que la supera para pensar sobre las condiciones de representación del teatro. No daré hijos, daré versos es una obra que expone el trasfondo creativo que implica utilizar algo que sucedió en la vida para recrearlo en el escenario, y a la vez realizar un planteo meta-teatral sobre los entrelazados límites que presenta el teatro en el proceso de representación.
La obra puede verse todos los lunes a las 21 horas en Timbre 4 (México 3554/Boedo 640) hasta el 31 de octubre.
Autoría: Marianella Morena.
Actúan: Jorge Castaño, Diego Faturos, Malena Figo, Iride Mockert, German Rodriguez y Rosario Varela.
Músicos: Agustín Lumerman.
Vestuario: Macarena Hermida.
Diseño de escenografía: Macarena Hermida.
Diseño de luces: Ricardo Sica.
Música original: Agustín Lumerman.
Fotografía: Laura Mastroscello.
Asesoramiento Corporal: Rodolfo Opazo.
Asesoramiento Vocal: Guillermo Vega Fischer.
Asistencia de escenografía: Camila Morvillo.
Asistencia de vestuario: Camila Morvillo.
Asistencia de dirección: Ignacio Gracia.
Producción ejecutiva: Zoilo Garcés.
Dirección: Francisco Lumerman.