Al ingresar a la sala de Roseti vemos que las sillas están apiladas en diferentes lugares del espacio y las tarimas de madera en la platea están vacías. Surge la duda sobre cómo y dónde ubicarse: ¿Las sillas son parte de la escenografía? ¿Nos quedamos parados sobre la tarima? Nuestros movimientos de espectadores torpes y obedientes son parte de la obra, que comenzó a nuestras espaldas y nos interpela desde el minuto cero. Algo colectivo comienza a suceder: un espectador mira al otro, alguien toma una silla y se acomoda, otros se ayudan entre sí y susurran. No es fácil encontrar nuestro lugar en la sala —ni en el mundo— y una vez ubicados, la actriz (Victoria Roland) nos confirmará que no puede garantizarnos que todo esto vaya a resultar cómodo. La actriz-atleta de mil caras, voces y gestos, también advierte: “Yo no puedo garantizarles que haya una sola cosa que sea verdad en esta obra”. Sus palabras desencadenan los diferentes momentos de la obra, como un torbellino de fragmentos en medio del terremoto.
La actriz, el baterista (Matías Coulasso), la asistente (Flor Sánchez Elia) y el director (Juan Coulasso) conviven en un espacio fronterizo entre la representación y la presencia, en tránsito entre la ficción y la realidad: ¿Dónde están los actores? ¿Dónde está la obra? pregunta Flor Sánchez Elia antes del final. Ella acarrea el mobiliario de las escenas con esfuerzo ante la mirada inmóvil de otros miembros del grupo. La jerarquía estricta y el divismo también existen en el teatro independiente, un aspecto que muchas veces se tapa con abrazos tras la emoción de la función. La asistente respeta perfectamente cada pie de escena, es metódica, pero esto no le impide prender un faso en la mitad de la función y compartirlo con todos los presentes.
Victoria Roland, poetisa en trance, encarna a todas las mujeres y se ofrece para ser sacrificada como Ifigenia. A diferencia de cualquier experiencia teatral tranquilizadoramente predecible, en El mundo es más fuerte que yo, actores y espectadores se brindan por completo, porque resulta imposible estar ante una actriz como Roland sin entregar nuestra sensibilidad. La representación se pone en duda, se quiebra y estalla para que veamos sus hilos, su mecanismo ideológico.
Ante las formas aprendidas de los esquemas de representación, esta obra está desesperadamente viva y transmite una experiencia de derrumbe en plena consonancia con nuestra realidad. En tiempos de posverdad, resulta central poner a la representación en medio del campo de batalla. Necesitamos comunicarnos con otros para acomodarnos en la sala, chequear si entra o ignorarlo. Puede resultar incómodo salir del ensimismamiento, pero indefectiblemente hay que mirar al otro. No es teatro on demand, no es teatro a la carta, no se consume, no es lo que el espectador necesita. Al contrario, los espectadores ofrecen algo de sí mismos para que todo suceda: en este intercambio se desarrolla una obra que no nos deja indiferentes y que aturde con su elocuencia.
¿QUÉ? El mundo es más fuerte que yo.
¿CUÁNDO? Los sábado a las 18:30 horas (Hasta el 25/11).
¿DÓNDE? ROSETI (Roseti 722, CABA).
¿CUÁNTO? Entradas a $150.
Ficha técnico artística: Texto: Juan Coulasso y Victoria Roland. Actúan: Victoria Roland y Flor Sanchez Elía. Trailer: Nadia Lozano. Músicos: Matías Coulasso. Diseño de vestuario: Endi Ruiz. Diseño de luces: Matías Sendón. Diseño sonoro: Matías Coulasso. Realización de vestuario: Emiliana De Cristofaro y Luisa Vega. Video: Nadia Lozano. Operación de sonido: José Feliciano Ramirez. Fotografía: Nora Lezano. Entrenamiento vocal: Bárbara Togander. Asesoramiento coreográfico: Carmen Pereiro Numer. Asesoramiento musical: Bárbara Togander. Asesoramiento artístico: Bárbara Togander. Asistencia de dirección: Nadia Lozano y Marina Ollari. Dirección de arte: Endi Ruiz. Colaboración en dirección: Carmen Pereiro Numer. Dirección: Juan Coulasso.