Ensayar la muerte

La maquinaria neoliberal a escena
viernes 16 de junio de 2017
Al rescate de lo primigenio
sábado 24 de junio de 2017

Ensayar la muerte

Una anciana, una chica misteriosa y un asno representan la última tarde y el deceso de una persona. Hay muertes graciosas, trágicas, inesperadas, largamente meditadas, hay miles de personas y muchas maneras de morir.

Cons­tan­za mue­re es una obra es­cri­ta y di­ri­gi­da por Ariel Fa­ra­ce, sur­gi­da en el año 2013 a par­tir del en­car­go que le hizo el Cen­tro Cul­tu­ral de Es­pa­ña en Bue­nos Ai­res de una adap­ta­ción tea­tral li­bre ba­sa­da en La Ilus­tre Fre­go­na de Mi­guel de Cer­van­tes. Para esa oca­sión la pie­za se lla­mó sólo Cons­tan­za, pero lue­go el au­tor pro­fun­di­zó otras lí­neas de tra­ba­jo re­la­cio­na­das con los víncu­los que es­ta­ble­ce la obra con lo mu­si­cal y lo li­te­ra­rio.

En el es­ce­na­rio hay des­pa­rra­ma­dos mu­chos ob­je­tos vie­jos y ob­so­le­tos. Re­vis­tas, va­ji­lla, ador­nos de por­ce­la­na, flo­re­ros, una ba­rra y za­pa­tos de dan­za, emer­gen del sue­lo agrie­ta­do, como aque­llo que no quie­re ter­mi­nar de irse. La pre­cio­sa es­ce­no­gra­fía rea­li­za­da por la es­ce­nó­gra­fa y ar­tis­ta vi­sual Ma­ria­na Ti­rant­te re­fle­ja esas grie­tas que se am­plían en la me­mo­ria, lo que ol­vi­da­mos a me­di­da que el tiem­po avan­za. En­tre esos ob­je­tos ca­mi­na la pro­ta­go­nis­ta, in­ten­tan­do no tro­pe­zar­se. Se tra­ta de todo aque­llo que re­pre­sen­ta su vida y la iden­ti­fi­ca, tie­ne una co­ne­xión emo­cio­nal con ellos y le cues­ta de­jar­los ir, aun­que sólo es­tén de adorno y no los use.

Es do­min­go a la tar­de, Cons­tan­za toma el té, rie­ga su úni­ca plan­ta, lee y bus­ca di­fe­ren­tes for­mas de mo­rir. Se pone a prue­ba ante la muer­te para que su úl­ti­mo acto sea acep­ta­do y pue­da des­can­sar al fin. Pero lo in­tere­san­te de la obra no son los in­ten­tos en sí, sino la idea de re­pre­sen­tar la muer­te, una em­pre­sa im­po­si­ble. La muer­te no pue­de ser re­pre­sen­ta­da en tan­to la per­so­na que la tran­si­ta no está pre­sen­te para en­car­nar­la, ya no está. En­ton­ces el tema no por an­ti­guo poco in­tere­san­te de cómo re­pre­sen­tar la muer­te en es­ce­na, toma una nue­va sig­ni­fi­ca­ción. Aquí Cons­tan­za lo in­ten­ta una y otra vez, se des­pa­rra­ma, pa­ta­lea, su­fre, pero su acto no es apro­ba­do por el per­so­na­je que la ob­ser­va, una mez­cla de hom­bre-asno-sím­bo­lo de la muer­te, que la si­gue a sol y som­bra con una gua­da­ña. Con fas­ti­dio y un poco de des­es­pe­ran­za, Cons­tan­za lo vol­ve­rá a in­ten­tar para te­ner más suer­te la pró­xi­ma vez.

En esta fic­ción del de­ce­so, no des­en­to­na el he­cho de que la ac­triz prin­ci­pal sea una mu­jer me­nu­da y fla­ca que fin­ge una voz ron­ca y di­fi­cul­ta­des para ca­mi­nar que a ve­ces des­apa­re­cen má­gi­ca­men­te. Ana­lía Coucey­ro in­ter­pre­ta ma­gis­tral­men­te a la mu­jer, la lle­va por ca­mi­nos in­ter­me­dios en­tre lo có­mi­co y lo trá­gi­co, con una pre­sen­cia es­cé­ni­ca atra­pan­te. Coucey­ro hace de an­cia­na con una ca­no­sa pe­lu­ca, hace de cuen­ta que se mue­re, fin­ge to­mar el té y fin­ge que las ga­lle­ti­tas de agua son ma­si­tas. Con la ayu­da de la mu­cha­cha que toca el piano —una suer­te de re­fle­jo mudo de su in­fan­cia per­di­da —, re­pa­sa fo­tos vie­jas y se pre­gun­ta, y le pre­gun­ta al asno, dón­de es­tán mu­chos de sus se­res que­ri­dos, ya que aque­llos que mu­rie­ron des­apa­re­cie­ron de las fo­tos.

En el es­pa­cio for­ma­do por el rec­tán­gu­lo de la al­fom­bra que le es in­di­ca­do como lu­gar de re­pre­sen­ta­ción— Cons­tan­za can­ta des­afo­ra­da y ale­gre­men­te Ras­gu­ña las pie­dras; se ob­se­sio­na con pa­la­bras que re­pi­te sin ce­sar; se pone poé­ti­ca y re­ci­ta frag­men­tos del poe­ma Lady La­za­rus de Syl­via Plath (Mo­rir es un arte, como todo/Yo lo hago ex­cep­cio­nal­men­te bien/Tan bien que es una barbaridad/Tan bien que pa­re­ce real/Se di­ría, su­pon­go, que ten­go el don); re­fle­xio­na so­bre la li­te­ra­tu­ra, so­bre los pa­dres y, por su­pues­to, tam­bién so­bre la muer­te. Es un per­so­na­je que des­pier­ta una dul­zu­ra inevi­ta­ble, con mo­vi­mien­tos enér­gi­cos y gra­cio­sos co­rre cons­tan­te­men­te a re­gar su plan­ti­ta, le gri­ta que no se de­cai­ga, que aguan­te y sea fuer­te, mien­tras se apre­su­ra para lle­gar a ella.

A me­di­da que el tiem­po avan­za to­dos los ob­je­tos del pa­sa­do acu­mu­la­dos se mul­ti­pli­can, para re­cor­dar­le los años pa­sa­dos en este mun­do y cuán­tos más de­be­rá con­vi­vir con la muer­te, una ami­ga fiel que la acom­pa­ña siem­pre a la hora del té.


¿Qué? Cons­tan­za mue­re.

¿Dón­de? En Tim­bre 4 (Mé­xi­co 3554, CABA).

¿Cuán­do? Los do­min­gos a las 17 ho­ras (Has­ta el 30/07).

¿Cuán­to? En­tra­das a $220.


Ficha técnica artística

Dramaturgia: Ariel Farace.

Actúan: Analía Couceyro, Florencia Sgandurra y Matías Vértiz.

Vestuario: Gabriela A. Fernández.

Escenografía: Mariana Tirantte.

Iluminación: Matías Sendón.

Musicalización: Ariel Farace y Florencia Sgandurra.

Asesoramiento en danza: Susana Brussa.

Asistencia de dirección: Juan Manuel Wolcoff.

Co-producción: Festival Dois Pontos y Entre_espaço Cultural Sergio Porto.

Dirección: Ariel Farace.
Melina Martire
Melina Martire
Licenciada en Artes Combinadas (UBA). Especialización en Diseño y Planificación de Proyectos Culturales en la Alianza Francesa. Cursando el Posgrado en Gestión Cultural y Comunicación en FLACSO. Trabajó en múltiples obras de teatro como gestora de prensa. Fue redactora de Revista Cultural Originarte.org, ha publicado en Revista Telón de Fondo. Actualmente es redactora estable de críticas del área escénicas de Revista Funcinema, Revista Mutt y Revista Colofon.