Como si pasara un tren propone un viaje por el interior de una familia desarmada que se reconstruye a partir de un nuevo vínculo. La casa de Susana y su hijo Juan Ignacio está cerca de la estación de tren del pueblo. Juan Ignacio tiene un retraso madurativo. Susana, es una madre sobreprotectora y controladora. El living de la casa funciona como epicentro de los sucesos de la obra, es el espacio donde todo se manifiesta y sale a la luz. La llegada de Vale, la prima de Juani, a quien no ven desde chiquita, revolucionará la aparente calma que reina en la cotidianidad de esa sala. Aparente, porque madre e hijo se gritan y discuten, la violencia parece ser una de las pocas maneras que quedan para sobrevivir en ese hogar.
Vale, que viene de la capital, trae consigo un soplo de libertad. Sin embargo ella se siente encerrada en la decisión de su propia madre, que ha decidido exiliarla al pueblo hasta que mejore su conducta. La relación que generan los primos hace oídos sordos a los mandamientos de las madres que, siempre presentes— ya sea en voz, cuerpo o mandato implícito— comienzan a ceder o desdibujarse.
Juan Ignacio no sólo tiene un retraso madurativo y una madre desesperada por tenerlo cerca, sino también un padre, ausente, que será su objeto de deseo. El abandono y total falta de interés en el adolescente, son causantes de dolor, esperanza, enojos y desilusión. Pero hay más, un universo de posibilidades que antes apenas podía imaginar. El deseo máximo, el de ver al padre, no lo dejaba aflorar. Juan Ignacio deseaba ir a la granja con sus compañeros de escuela, viajar en tren, sentir el viento en la cara, caminar por la calle solo, ser independiente, saberse libre. Todo eso, hasta la llegada de Vale, se encontraba por debajo de esa sombra, imposible de realizar. Pero las barreras, de pronto, comienzan a levantarse.
¿Hablo yo o pasa un tren? Me decía mi mamá cuando era adolescente y no escuchaba, o no quería escuchar. A cuántos padres les habrá pasado lo mismo. Cuántos hemos sentido que padres e hijos no pertenecemos al mismo universo. Lo interesante de esta obra es que la madre de Juan Ignacio no puede entender, no quiere escuchar y sin embargo hay salida: la complicidad de los primos, unidos por el juego, el encierro y el deseo de libertad, hace que sea posible construir un cambio dentro de esta familia disfuncional. Son distintos. Jóvenes, adultos, niños, y sin embargo es posible el encuentro.
¿Qué? Como si pasara un tren.
¿Dónde? En el Teatro El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960, CABA).
¿Cuándo? Sábados a las 20 horas y domingos a las 17 y 19 horas.
¿Cuánto? La entrada general es de $250 y $200 para jubilados.
Ficha técnico artística:
Dramaturgia: Lorena Romanín.
Actúan: Guido Botto Fiora, Luciana Grasso y Silvia Villazur.
Vestuario: Isabel Gual.
Escenografía: Isabel Gual.
Diseño de luces: Damian Monzon.
Realización escenográfica: Estudio Werkplatz.
Fotografía: Male&dapa.
Diseño gráfico: Fermín Vissio.
Asistencia de dirección: Mariano Mandetta.
Prensa: Carolina Alfonso.
Producción: Casandra Velázquez.
Coreografía: Juan Branca.
Dirección: Lorena Romanín.