Becca, una mujer vital que ha pasado los cuarenta, llega al loft de Pensacola Beach, Florida, para visitar a su madre recientemente alojada allí. Ha llegado junto a su novio Gabriel, un joven periodista al que le lleva más de diez años. De la opulencia pasada de familia judía neoyorquina a Judith (la madre) solo le ha quedado un mueble: un secretaire de madera, único resto visible de los placeres de aquella holgadez económica que ha debido dejar atrás.
A la deriva, de Amanda Peet, muestra la reunión de las mujeres de una familia judía de Nueva York que se ve privada de todo bienestar social cuando sale a la luz un episodio escandaloso en términos económicos, políticos y éticos: el padre de Becca ha engañado y estafado a sobrevivientes del Holocausto.
Con un ritmo que va de la sitcom al drama, la noche de Rosh Hashana junta a las mujeres de la familia (Judith, la madre, sus hijas Becca y Alicia, y la hija de esta, Lizzy) en ese departamento con vista al mar pero con una única ventana que no se abre y que expresa –con fuerza simbólica– un aire de tensión y decadencia.
La condena social no ha sido la única caída de estas mujeres. Becca trae consigo una carrera de actriz frustrada y su madre, confinada en ese pueblo costero, se ve obligada a una vida de privaciones y decenas de pastillas diarias que le suministra la mucama. Comer helado a escondidas es el único acto de rebeldía que aparentemente le queda. Becca y su novio, sin embargo, le tienen preparado otro destino: armar un documental sobre ella en donde el disparador sea la pregunta que todos nos hacemos: ¿Sabía Judith lo que tramaba su marido? ¿Nunca lo había sospechado?
Las preguntas atraviesan toda la obra, pero son evadidas una y otra vez. Porque, en definitiva, la obra de Peet excede los límites de ese cuestionamiento y viene a mostrarnos otra cosa: la decadencia, la incomodidad, la relación entre madres e hijas y la tensión que habita en ese vínculo.
Inesperadamente, Judith anuncia con entusiasmo la visita de Lizzy, su nieta –sobrina de Becca–, una jovencita de dieciséis años, atrevida y sensual que vendrá a desestabilizar ese clima en donde todo parece a punto de romperse. El después del crimen implica para estas mujeres quedar confinadas a los vaivenes de una desesperación que impide toda máscara. Juntas, no podrán sino pretender sostener entre ellas una simpatía que ya no existe, una calma imposible en donde toda interacción se vuelve explosiva. La pregunta por el rol de cada una, en medio del escándalo que las aísla, las enfrenta a observar (a Becca, sobre todo) los frutos de su propio fracaso, posiblemente sembrado mucho antes de la estafa cometida por el padre.
En medio de una escenografía que transmite con estética verosímil los rasgos de la opulencia perdida, las situaciones se combinan con música en vivo (guitarra y voz de Lionel Arostegui). La interpretación de Cecilia Chiarandini (Becca), Cristina Dramisino (Judith), Mora Monteleone (Lizzy), Agustina Sáenz (Alicia), Lionel Arostegui (Gabriel) y Cristina Fernández (Lorena), bajo la dirección de Jorge Azurmendi, pone en escena la relación pasional y violenta entre aquellos que cargan con una culpa sin poder nombrarla. Los actores le dan voz y cuerpo a una desesperanza que se vuelve violencia, grito, choque. Se trata de personajes que se encuentran “a la deriva”, sumidos en la bronca de no poder abrir la única ventana de ese departamento despojado, con una vista al mar desde el encierro. Se trata de la imposibilidad de alejarse de lo que oprime y angustia: el pasado condensado en un secretaire de madera, sí… pero también: el vínculo irremediable entre las madres y las hijas.
¿Qué? A la deriva.
¿Dónde? El camarín de las Musas (Mario Bravo 960, CABA).
¿Cuándo? Los jueves a las 21 horas.
¿Cuánto? General $280 y jubilados $230 (presentando acreditación).
Ficha técnico artística: Actúan: Lionel Arostegui, Cecilia Chiarandini, Cristina Dramisino, Cristina Fernandez, Mora Monteleone y Agustina Saenz. Vestuario: Micaela Sleigh. Escenografía: Micaela Sleigh. Iluminación: David Seldes. Música original: Pedro Pertusi. Fotografía: Nacho Lunadei. Diseño gráfico: Lean Anapolsky. Asistencia de escenografía: Agustina Fernandez Poblet. Asistencia de iluminación: Facundo David. Asistencia de vestuario: Josefina Minond. Asistencia de dirección: Jennifer Aguirre. Prensa: Carolina Alfonso. Producción ejecutiva: Jennifer Aguirre. Dirección: Jorge Azurmendi.