Julieta comienza con una imagen sumamente sugestiva: toda la pantalla es ocupada por una tela color rojo intenso que se expande y contrae como si fuese un corazón. Se trata de un plano detalle de un textil cuyos pliegues adoptan una forma similar a una flor o al órgano reproductor femenino. La cámara toma distancia y nos deja ver que se trata del vestido carmín que la protagonista lleva puesto. Esta imagen inicial nos introduce de lleno al mundo de las mujeres –más específicamente el de Julieta– donde el amor, el dolor y la culpa son elementos primordiales.
Basada libremente en tres relatos de Alice Munro, la última película del director español es un melodrama centrado a lo largo de treinta años en la vida de Julieta. El relato va y viene en la línea temporal de esta profesora de Filología Griega que tuvo que enfrentarse a diferentes tragedias. El tiempo y las vivencias provocan la mutación de la protagonista, que deja de ser joven y arriesgada, para convertirse en una persona más madura y precavida. Almodóvar decide exteriorizar esta transformación emocional y física a través del desdoblamiento de la protagonista en dos actrices distintas: Adriana Ugarte, quien encarna a Julieta entre los veinticinco y cuarenta años, y Emma Suárez de los cuarenta en adelante.
La historia comienza con Julieta en sus cincuenta y tantos años, a punto de mudarse a Portugal con su pareja Lorenzo. Por casualidad se encuentra en la calle con una antigua amiga de Antía, su hija, quien le cuenta haberla visto en Italia hace poco tiempo. Este dato, que en principio no parece mayor para el espectador, en realidad da vuelta completamente la vida de Julieta dado que hace años que Antía ha decidido alejarse sin dar pistas de su paradero. Esta noticia provoca que Julieta abandone sus planes con Lorenzo y se refugie en el edificio que solía compartir con su hija para escribir la historia de su pasado. Almodóvar se vale de esta excusa narrativa para introducirnos en un flashback que nos conduce al momento en que conoció al padre de Antía.
La Julieta que transita la década de los ochenta vive de una forma despreocupada y pasional. En un viaje en tren hacia Madrid conoce a Xoan, pescador de un pueblo sureño, con quien siente una atracción inmediata que lleva a que esa misma noche hagan el amor en uno de los vagones. Una vez llegada a la capital española se desempeña como profesora de un secundario. Es en una de sus clase que le explica a sus alumnos las diversas formas de decir “mar” en griego; sobre todas ellas resalta póntos, cuyo significado está relacionado con el mar que invita al héroe a la aventura. No es de extrañarnos que Julieta valore esa palabra ya que cuando seis meses después le llega una invitación para visitar a Xoan, no duda en aceptarla y embarcarse en una historia de amor que la convierte en madre.
Esta etapa en la vida de la protagonista está caracterizada por un gran empuje que es captado por el ojo atento del director de fotografía, Jean-Claude Larrieu. Significativamente en los dos momentos en que vemos a la pareja hacer el amor desaforadamente es cuando alguien acaba de morir. Frente a la muerte, los amantes responden exteriorizando la pasión y las ganas de seguir adelante. Las escenas de intimidad de la pareja son filmadas de una forma metafórica y sumamente bella. Esto puede apreciarse, por ejemplo, cuando hacen el amor en el barco: los cuerpos sólo ocupan un tercio de la pantalla, dejando como gran protagonista de este plano al mar y al horizonte.
La felicidad –como todas las cosas– es pasajera y la tragedia no tarda en llegar a la vida de Julieta. La depresión es tan grande que cuesta identificar a la protagonista como la misma persona llena de vida que alguna vez fue. Como consecuencia del derrumbamiento de la madre, Antía madura de golpe y se convierte en la encargada de aliviar ese dolor. Es justamente en este momento del film donde acontece el cambio de la Julieta de Adriana Ugarte a la de Emma Suárez. La transformación se da cuando Antía seca el pelo de su madre: coloca una toalla que cual cubre el rostro momentáneamente y al descubrirlo vemos a otra actriz con más años y con una mirada más pesada. Poco a poco Julieta recobra las fuerzas aunque solo momentáneamente: un día Antía decide alejarse definitivamente sin dar explicaciones. Otra vez la madre se enfrenta a una pérdida que tiene sabor a culpa e impotencia.
Julieta, vigésima película del director español, nuevamente se introduce en el universo femenino aunque esta vez lo hace desde un enfoque más sobrio. Si bien Julieta a sus treinta años podría haber sido un personaje a tono con las producciones de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) o Volver (2006), aquella interpretada por Suárez no tiene la fuerza que caracteriza a estas mujeres. En este melodrama ya no hay lugar para el humor hilarante, las canciones, ni las lágrimas en cámara. En Julieta, por el contrario, lo que prima son los son los sentimientos de culpa y dolor que no son expresados verbalmente entre los personajes. Por otro lado, la estética que recubre el film se aleja del kitsch y los colores chillones en pos de una paleta más acotada pero fuertemente simbólica. La última película de Almodóvar es más madura y sobria que el resto de su filmografía, aunque eso no evita que podamos reconocer su autoría. En un momento donde el director se plantea un cambio en la forma de contar historias tal vez no es casual que haya elegido centrarse en el relato de una transformación.
Por Karina Korn
Título original: Julieta
Año: 2016
País: España
Director: Pedro Almodóvar
Guión: Pedro Almodóvar (En base a relatos de Alice Munro)
Música: Alberto Iglesias
Fotografía: Jean-Claude Larrieu
Reparto: Emma Suárez, Adriana Ugarte, Daniel Grao, Inma Cuesta, Darío Grandinetti, Rossy de Palma, Michelle Jenner, Pilar Castro, Susi Sánchez, Joaquín Notario, Nathalie Poza, Mariam Bachir, Blanca Parés, Priscilla Delgado, Sara Jiménez, Tomás del Estal, Agustín Almodóvar, Bimba Bosé
Productora: El Deseo
Duración: 96 min.