Películas de terror

Un teatro sin fantasmas es un teatro sin historia
viernes 28 de octubre de 2016
Mauro Andrizzi:“Me interesó jugar con las cuestiones de la tradición y ver cómo esas tradiciones milenarias todavía sobreviven en una ciudad hipermoderna como Shanghai”
sábado 29 de octubre de 2016

Películas de terror

Asesinos, fantasmas, monstruos, demonios, vampiros y otras criaturas sobrenaturales poblaron la pantalla del cine desde sus comienzos. A sólo unos pocos días de Halloween, el equipo de Audiovisuales de r.MUTT se propuso la difícil tarea de elegir sólo una de nuestras películas de terror favoritas.

 

Nos­fe­ra­tu (Nos­fe­ra­tu, eine Symp­ho­nie des Grauens, 1922)

Nosferaru

Lue­go de la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, Ale­ma­nia se vio su­mi­da en una cri­sis so­cial, po­lí­ti­ca y eco­nó­mi­ca sin pre­ce­den­tes. El cine na­cio­nal, pese a en­con­trar­se en un con­tex­to ad­ver­so, flo­re­ció con un es­plen­dor ines­pe­ra­do al pun­to de que va­rias de los films pro­du­ci­dos en esta épo­ca son con­si­de­ra­dos un clá­si­co in­fal­ta­ble en los ma­nua­les de his­to­ria del cine. Den­tro de es­tos tí­tu­los, uno de mis fa­vo­ri­tos es sin duda Nos­fe­ra­tu, di­ri­gi­da por F.W. Mur­nau. Esta pe­lí­cu­la, ba­sa­da en el li­bro Drá­cu­la (Dra­cu­la) de Bram Sto­ker (aun­que con al­gu­nas al­te­ra­cio­nes para evi­tar pa­gar de­re­chos de au­tor), na­rra la his­to­ria de Hut­ter, un em­plea­do in­mo­bi­lia­rio que es en­via­do a Transil­va­nia para ce­rrar un con­ve­nio con el Con­de Or­lock. Hut­ter, sin sos­pe­char que el ex­cén­tri­co aris­tó­cra­ta es un vam­pi­ro, le ven­de una pro­pie­dad en fren­te de su pro­pia casa. Una vez fir­ma­do el con­tra­to el con­de se em­bar­ca rum­bo a su nue­va vi­vien­da sem­bran­do la muer­te en cada si­tio que pisa. Nos­fe­ra­tu es un ser noc­turno que ace­cha a sus víc­ti­mas des­de las som­bras, de­bi­do a que la luz diur­na es su enemi­go mor­tal. Esta lu­cha en­tre luz y os­cu­ri­dad –o en otras pa­la­bras, en­tre el bien y el mal– es re­mar­ca­da en la fo­to­gra­fía a tra­vés del fuer­te con­tras­te del blan­co y el ne­gro.

Ya sea por su be­lle­za pic­tó­ri­ca o la gran in­fluen­cia que tuvo en el gé­ne­ro de te­rror, Nos­fe­ra­tu es por le­jos una pe­lí­cu­la que todo aman­te del cine de­be­ría dar­se el gus­to de ver.

Por Ka­ri­na Korn

Psi­co­sis (Psy­cho, 1960)

De to­das las pe­lí­cu­las que Al­fred Hitch­cock tuvo la opor­tu­ni­dad de di­ri­gir, Psi­co­sis es qui­zás la más co­no­ci­da… y la más po­lé­mi­ca de to­das ellas, ya sea des­de la his­to­ria que na­rra has­ta cómo fue con­ce­bi­da. El film es una adap­ta­ción del li­bro ho­mó­ni­mo de Ro­bert Bloch, quien en 1959 ya ha­cía lo mis­mo que Geor­ge R.R. Mar­tin con su saga li­te­ra­ria Can­ción de Hie­lo y Fue­go (A Song of Ice and Fire): in­tro­du­cía per­so­na­jes sim­pá­ti­cos y los ma­ta­ba rá­pi­da­men­te. Esto crea­ba en el es­pec­ta­dor una sen­sa­ción de in­quie­tud y an­sie­dad, y era una for­ma de na­rra­ción poco co­mún para la épo­ca. Hitch­cock man­tu­vo esta pre­mi­sa a tra­vés de tres de­ci­sio­nes: se­gún cuen­ta la le­yen­da, pi­dió que se re­ti­ra­ra de la ven­ta el li­bro que po­día re­ve­lar el fi­nal a sus es­pec­ta­do­res; se­gun­do, im­pi­dió que los mis­mos in­gre­sa­rán a la sala una vez em­pe­za­da la fun­ción; fi­nal­men­te, ase­si­nó al per­so­na­je prin­ci­pal en la mi­tad de la pe­lí­cu­la (algo inau­di­to para el mo­men­to), lo que ge­ne­ró esa mis­ma sen­sa­ción de in­cer­ti­dum­bre que en el li­bro.

La in­fa­me es­ce­na de la du­cha en la que Ma­rion Cra­ne pier­de la vida es con­si­de­ra­da como la es­ce­na más te­rro­rí­fi­ca en la his­to­ria del cine. Par­te de su efec­ti­vi­dad es de­bi­do a la for­ma en la que está edi­ta­da, uti­li­zan­do téc­ni­cas de mon­ta­je so­vié­ti­co: una su­ce­sión de pla­nos que se al­ter­nan en­tre el cuer­po de la pro­ta­go­nis­ta, una mu­jer ma­ni­pu­lan­do un cu­chi­llo fren­te a la cá­ma­ra y san­gre en el piso de la ba­ñe­ra que dan a en­ten­der (sin mos­trar real­men­te) cómo se co­me­te el ase­si­na­to. Asi­mis­mo, la gran ban­da so­no­ra de vio­li­nes chi­rrian­tes com­pues­ta por Ber­nard Herrm­man lo­gran que el es­pec­ta­dor esté en el bor­de de la bu­ta­ca du­ran­te el res­to del film.

Por Del­fi­na Mo­reno De­lla Cec­ca

El con­ju­ro (The Con­ju­ring, 2013)

Un ma­tri­mo­nio con sus cin­co hi­jas se aca­ban de mu­dar a un nue­vo ho­gar. Sin em­bar­go, al poco tiem­po de ins­ta­lar­se la fa­mi­lia co­mien­za a ex­pe­ri­men­tar he­chos poco con­ven­cio­na­les. Di­ver­sas se­ña­les nos van sa­can­do del uni­ver­so co­ti­diano para in­tro­du­cir­nos en el te­rror. Hay un poco de todo: fan­tas­mas, vo­ces ex­tra­ñas, po­se­sio­nes, sui­ci­dios, in­ten­tos de ase­si­na­to, es­pí­ri­tus en­de­mo­nia­dos, bru­jas, exor­cis­mo y mu­cho sus­pen­so. Por otro lado, la am­bien­ta­ción en la dé­ca­da de los se­ten­ta le da un co­lo­ri­do es­pe­cial e inusual para los films de este gé­ne­ro. El ves­tua­rio y la mú­si­ca re­crean la épo­ca y re­sal­tan al con­tras­tar con lo té­tri­co de la his­to­ria.

Lo me­jor es el tra­ba­jo de sus­pen­so que co­mien­za con pri­me­ros pla­nos que no se cen­tran en los ros­tros, de modo que de­jan ver lo que se es­con­de a sus es­pal­das. Ha­cia el fi­nal, la cá­ma­ra se li­be­ra al igual que las fuer­zas del mal. Todo esto con­vier­te a este film en un com­pen­dio de te­rror que va siem­pre en au­men­to. Y que, por su­pues­to, en el desen­la­ce deja la puer­ta abier­ta a un nue­vo co­mien­zo.

Por Lau­ra Or­mae­chea

Arró­pa­me (Tuck Me In, 2014)

Un pa­dre se des­pi­de de su pe­que­ño hijo an­tes de dor­mir, pero de pron­to algo ines­pe­ra­do ocu­rre que tras­to­ca los lí­mi­tes de lo nor­mal e in­tro­du­ce el ho­rror den­tro de lo co­ti­diano. Con una tra­ma bre­ví­si­ma pero efi­caz, Arró­pa­me lo­gra en un mi­nu­to per­tur­bar ver­da­de­ra­men­te al es­pec­ta­dor. El es­pa­ñol Ig­na­cio Rodó lle­va a es­ce­na el más po­pu­lar mie­do in­fan­til: la idea de que el dor­mi­to­rio pue­de trans­for­mar­se en re­fu­gio de lo ate­rra­dor y des­co­no­ci­do du­ran­te la no­che. Esta his­to­ria con­den­sa en se­sen­ta se­gun­dos, sor­pre­sa y mie­do uti­li­zan­do es­ca­sos re­cur­sos que abren múl­ti­ples pre­gun­tas.

Este cor­to es una adap­ta­ción de un mi­cro­cuen­to de Juan J. Ruiz, el cual sur­gió bajo la pre­mi­sa “¿Cuál es la me­jor his­to­ria de te­rror que se pue­de con­tar en dos fra­ses?”. La obra de Ruiz fue bien re­ci­bi­da por el Fes­ti­val In­ter­na­cio­nal de Cor­to­me­tra­jes Fil­mi­nu­te, quien nom­bró a Arró­pa­me como el ga­na­dor. De­bi­do a su ate­rra­do­ra sim­ple­za debe ser vis­ta por los aman­tes del gé­ne­ro.