La historia comienza con Daniel Mantovani, escritor argentino autoexiliado en Europa que se consagra al recibir el Premio Nobel de Literatura. Durante la ceremonia reniega de los honores de una distinción otorgada por reyes y especialistas. Según expresa el personaje, ser galardonado con la máxima distinción corresponde al ocaso de su carrera porque le impide cumplir con la función de interpelar y sacudir, tarea incompatible con su canonización como artista. Las reflexiones sobre el papel del arte en la sociedad se repiten a lo largo del relato, estructurado en una breve introducción y cinco capítulos, como si se tratase de una novela.
Cinco años después de su retiro, Mantovani recibe una invitación de Salas, su lugar de origen, fuente de la que se nutre toda su obra literaria. Allí será distinguido como ciudadano ilustre en coincidencia con el aniversario del pueblo. Contra lo que se espera de su actitud poco sociable, y después de rechazar múltiples llamados a eventos y reuniones internacionales, acepta la invitación y regresa a Salas después de cuarenta años.
Viaja a reencontrarse con el lugar del que escapó en su juventud, que inspira sus historias, y constituye el corazón de su obra, pero ambos siguen siendo irreconciliables: el protagonista observa todo en calidad de espectador, sin poder sentirse parte de su propia tierra. En apariencia el pueblo no ha cambiado significativamente desde su partida, se encuentra con viejas estructuras que se repiten sistemáticamente y que se niegan a ser modificadas.
La mirada sobre el arte y el mundo que Mantovani lleva al pueblo, despierta reacciones inesperadamente abyectas en los habitantes de Salas. Cuando este asiste como jurado del concurso de arte, intenta rescatar el valor artístico que encuentra en escasas obras, pero se encuentra con que esta decisión, que contradice la del intendente, termina desatando amenazas, actitudes patoteras y actos de violencia. Desfilan ante él personajes deshumanizados y carentes de empatía: políticos oportunistas, falsos amigos con deseos de venganza, envidia e intolerancia. Frente a ellos Mantovani expresa que la cultura no necesita ser subsidiada ni sometida a juicios de valor, ya que existe y se sostiene por sí sola, incorruptible como testimonio de una sociedad. Es una película donde se reúnen diversos géneros: los primeros episodios (“La invitación”, “Salas” e “Irene”), tienen claros elementos de comedia donde se recurre a oposiciones exageradas entre Mantovani y los vecinos del pueblo, creando una contraposición absurda y graciosa. Sin embargo, presentar una distinción tan profundamente marcada entre la sobriedad europea y la barbarie pueblerina constituye una mirada simplista sobre el mundo, aunque ese contraste sirva a los fines tragicómicos del relato.
Conforme avanza la historia (en “El volcán” y “La cacería”), se vuelve cada vez más seria al introducir elementos propios del drama y del thriller. La presencia del escritor, que increpa a los vecinos a mirar la chatura de su propia vida, despierta en ellos, los aspectos más bajos de la condición humana, de forma que la violencia va in crescendo junto con la incomodidad del espectador.
Un film sobre los miedos y la demencia, sobre el papel del arte y del artista en la sociedad, sobre la resignación social a lo mediocre, sobre los riesgos de visitar el pasado y observar la propia historia.
Por Emilia Viaggio
Trailer
Título: El ciudadano ilustre.
Año: 2016.
País: Argentina, España.
Director: Mariano Cohn y Gastón Duprat.
Guión: Andrés Duprat.
Fotografía: Mariano Cohn.
Música Toni M. Mir.
Reparto : Oscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio, Belén Chavanne, Nora Navas, Iván Steinhardt, Manuel Vicente, Marcelo D’Andrea, Gustavo Garzón, Emma Rivera.
Productora: Aleph Pruducciones S.A., Magma Cine
Duración: 118 minutos.