Ingresamos en el film a bordo de un bote que recorre el río, no sabemos qué río es, ni quién conduce el bote, pero lo que parece interesar es el paisaje que lo bordea, aquel por el que la cámara pasea. A medida que pasan los minutos comenzamos a entender que ese paisaje natural crea la atmósfera de la narración, porque allí nacieron y vivieron los Chana. Este inicio nos hace creer –y como espectadores nos dejamos engañar- en la potencia de las imágenes, que parecen tomar las riendas del documental. El río, el cielo, los árboles y la figura de un anciano nos emocionan, pero esto es solo un artificio que se desvanece en cuanto se escucha por primera vez el testimonio de don Blas. Desde ese momento en adelante el relato se enfoca en los diálogos, la voz en off, y los testimonios en primera persona. El título en sí encierra el verdadero espíritu del film: Lantéc Chaná se traduce literalmente como “hablar [la lengua] Chaná”
Don Blas Wilfredo Omar Jaime, un jubilado oriundo de Entre Ríos, se constituye aquí como el gran protagonista de un relato que por momentos parece perderse en anécdotas biográficas. Su vida fue signada por la idea de poseer una misión dictada por sus ancestros. Su madre y su abuela se dedicaron a contarle la historia del pueblo Chana, su lenguaje y cultura para conservarlas. Este arduo trabajo incluso fue en contra de las tradiciones del pueblo dado que, según los Chana, sólo las mujeres podían transmitir las costumbres y custodiar su legado.
Aquí resuenan ecos de la ciencia ficción. Parece que los “hombres libros” de Ray Bradbury en Fahrenheit 451 (1953) se hicieron realidad. En esa novela se cuenta cómo, en un futuro distópico, un gobierno totalitario prohíbe los libros y los bomberos son los encargados de quemarlos. Sin embargo, la oralidad y la memoria se unen en rebeldía: los insumisos se dedican a aprender un libro cada uno para conservarlo en la memoria, el único lugar en el que no lo pueden destruir.
En este caso, la memoria de don Blas Jaime logró sobrepasar masacres, olvidos, censura y doscientos años de silencio, y consigue hacer realidad la absurda utopía de aquellos ciudadanos escondidos en los bosques de la novela. Sin embargo, si en Fahrenheit 451 se producía un pasaje de lo escrito a lo oral a través de la memoria, aquí sucede exactamente lo contrario, se pasa de lo oral a lo escrito. Al hacerse pública la historia del último Chana con vida, Pedro Viegas Barrosun, investigador del Conicet, se unió a él para confeccionar un diccionario sobre su cultura.
La vida de Blas Jaime -y su paso por la iglesia mormona- se entrecruza con la denuncia de la masacre de este pueblo y las problemáticas propias de la historiografía. El gran acierto de la directora es recuperar el protagonismo de la voz y, por es por este medio, darle importancia a la oralidad. La voz de Blas llena de ternura el film, se sobrepone a los enredos de la narración y se eleva sobre el silencio general de un pueblo que fue diezmado hace dos siglos.
Título original: Lantéc Chaná Año: 2016 País: Argentina Director: Marina Zeising Guión: Marina Zeising Fotografía: Marina Zeising y Santiago Salvini Reparto: Blas Jaime, Evangelina Jaime, Pedro Viegas Barros, Marisa Nuñez Caminos. Productora: Actitud Cine. Duración: 61 minutos