La película de los sueños: La La Land

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La película de los sueños: La La Land

Finalmente llegó a la cartelera argentina la esperada La la land: Una historia de amor (La la land: City of stars, 2016) que viene de batir récords en la entrega de los Globo de Oro al ganar siete premios de siete nominaciones. En el camino a los Oscars también hace historia: tiene 14 nominaciones, entre ellas las de Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz, Mejor Actor, y Mejor canción original.
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Pre­mios y no­mi­na­cio­nes apar­te, este film está co­se­chan­do en cada lu­gar en el que se es­tre­na una La La Land ma­nía –de la que me de­cla­ro par­te- y no sólo en crí­ti­cos de cine, sino en el pú­bli­co en ge­ne­ral, ya que lo­gra con­ju­gar de ma­ne­ra ar­mo­nio­sa el cla­si­cis­mo y la mo­der­ni­dad. Los bai­les de tap, el jazz, la cons­truc­ción inocen­te de Mía (Emma Sto­ne), y los tra­jes vin­ta­ge de Se­bas­tian (Ryan Gos­lin), trans­por­tan a la na­rra­ción a un pa­sa­do do­ra­do. Todo esto se com­ple­ta con el tra­ba­jo ver­ti­gi­no­so de la cá­ma­ra, el rit­mo ace­le­ra­do de la pri­me­ra par­te del film, los gui­ños de hu­mor, y la hi­per­tex­tua­li­dad ma­ni­fies­ta, de­vol­vien­do la his­to­ria a la ac­tua­li­dad. Con res­pec­to a este úl­ti­mo ele­men­to (la hi­per­tex­tua­li­dad), se pue­de in­ser­tar al film en un ár­bol ge­nea­ló­gi­co en el que se en­tre­te­jen pa­ren­tes­cos que van des­de Ja­ques Demy, au­tor de Les pa­ra­pluies de Cher­bourg (1964) y Stan­ley Do­nen, di­rec­tor de Sin­ging in the rain (1952), has­ta los nú­me­ros de bai­le de Fred As­tai­re o la ma­gia de Mou­lin Rou­ge! (2001). Se tra­ta de una sín­te­sis de la his­to­ria del gé­ne­ro mu­si­cal.

Mía y Se­bas­tian se co­no­cen en un em­bo­te­lla­mien­to en la au­to­pis­ta: los co­no­ce­mos in­di­rec­ta­men­te por el mar­co de la ven­ta­na del auto y el del es­pe­jo re­tro­vi­sor res­pec­ti­va­men­te. Los mar­cos y los re­fle­jos van a re­apa­re­cer en va­rias opor­tu­ni­da­des, como for­mas de co­no­ci­mien­to y pro­fun­di­za­ción de los per­so­na­jes. Tam­bién hay una re­la­ción con el es­pec­tácu­lo, los per­so­na­jes son mi­ra­dos por ellos mis­mos, se re­cor­tan en pe­que­ños frag­men­tos, se mues­tran y se pro­yec­tan como en una pan­ta­lla. Y, aun­que no lo bus­can, cuan­do van al cine ter­mi­nan in­tro­du­cién­do­se en el film. La ma­gia, los sue­ños, la ciu­dad, el es­pec­tácu­lo, y el ro­man­ce se mez­clan con­ti­nua­men­te.

El film tra­ba­ja des­de la ex­hi­bi­ción y la des­me­su­ra, has­ta la pe­que­ñez. El ini­cio es mo­nu­men­tal: un mega nú­me­ro de dan­za y mú­si­ca en el me­dio de una au­to­pis­ta con una cá­ma­ra que bai­la al com­pás y que se mue­ve sin cor­tes a tra­vés de una lar­ga fila de au­to­mó­vi­les. La ace­le­ra­ción, la ex­plo­sión de co­lo­res y la ale­gría de la mú­si­ca ca­rac­te­ri­zan este mo­men­to en que el amor nace. pos­te­rior­men­te el re­la­to se asien­ta al igual que el amor: se pasa de la chis­pa a la cos­tum­bre. El si­len­cio inun­da las sa­las de cine en ese mo­men­to. La cá­ma­ra si­gue uti­li­zan­do las to­mas lar­gas y los pla­nos se­cuen­cias para pro­fun­di­zar en la in­te­rio­ri­dad de los per­so­na­jes. Los ro­dea, los mues­tra en su vul­ne­ra­bi­li­dad, nos per­mi­te acer­car­nos a la su­ti­le­za de sus ac­tua­cio­nes. Es allí don­de se nota la ex­qui­si­ta di­rec­ción y la mag­ni­tud del tra­ba­jo de am­bos ac­to­res que emo­cio­nan has­ta las lá­gri­mas. El mo­men­to cum­bre es sin du­das Au­di­tion (the fools who dream), una de las can­cio­nes ori­gi­na­les no­mi­na­das a los Os­cars. Allí la sú­per es­tre­lla Emma Sto­ne se des­ar­ma, se des­nu­da y deja ver úni­ca­men­te a Mía.

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La ciu­dad de las es­tre­llas es sin du­das Los Án­ge­les, pero aquí se de­ci­dió mos­trar mu­cho más que el car­tel de Holly­wood, como en la ma­yo­ría de las cin­tas ro­da­das allí. La co­li­na en la que bai­lan los pro­ta­go­nis­tas deja ver una ima­gen en­can­ta­do­ra de la urbe: es el lu­gar en el que los sue­ños se ha­cen reali­dad. Pero, ade­más, Cha­ze­lle y com­pa­ñía –en es­pe­cial Jus­tin Hur­witz, di­rec­tor mu­si­cal, y Li­nus Sand­gren, a car­go de la fo­to­gra­fía- dan vuel­ta esta fra­se, trans­for­man la ciu­dad en el lu­gar en don­de la reali­dad se con­fun­de con los sue­ños. La ma­gia emer­ge de cada ele­men­to: las vis­tas, los efec­tos, el vue­lo de las fal­das, el tra­ba­jo con los co­lo­res, la dan­za, el jazz, y la ilu­mi­na­ción.

No es un film ro­mán­ti­co, es una ba­la­da para el cine. Es un ho­me­na­je a los ton­tos que sue­ñan (so­ña­mos), per­mi­te una mi­ra­da má­gi­ca, y que en el fi­nal deja la puer­ta abier­ta a to­dos aque­llos ca­mi­nos no to­ma­dos, a los “hu­bie­ra”. La ciu­dad de las es­tre­llas de­fi­ni­ti­va­men­te es­tán bri­llan­do para ellos.

 

Tí­tu­lo ori­gi­nal: La La Land
Año: 2016
País: Es­ta­dos Uni­dos
Di­rec­tor: Da­mien Cha­ze­lle
Guion: Da­mien Cha­ze­lle
Fo­to­gra­fía: Li­nus Sand­gren
Mú­si­ca: Jus­tin Hurt­witz
Re­par­to: Emma Sto­ne, Ryan Gos­lin, Jhon Le­gend, J.K. Si­mons.
Pro­duc­to­ra: Sum­mit En­ter­tain­ment / Gil­bert Films / Im­pos­tor Pic­tu­res / Marc Platt Pro­duc­tions
Du­ra­ción: 127 min.

Laura Ormaechea
Laura Ormaechea
Es estudiante avanzada de la carrera de Artes Combinadas de la UBA. Complementó su formación participando de los seminarios “Entre el arte y la política: la gran guerra y las transformaciones en la música, la pintura, la literatura y el cine” y “Biopolítica en el arte, ciencia y tecnología” dictados por la Secretaria de Extensión Universitaria y Bienestar estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y el Instituto de Investigación de Departamento Artes del Movimiento (Universidad Nacional de las Artes), respectivamente. Gracias a sus méritos académicos fue seleccionada para participar del Programa País, beca que favorece la presencia de estudiantes en el Festival de Cine de Mar del Plata. En el marco de la XI Jornadas Internacionales de Estética del Cine y Teorías Cinematográficas expuso una ponencia sobre el cine de Xavier Dolan.