Cinco amigos de la infancia se reúnen a cenar, cada uno de ellos está diferenciado por estereotipos fácilmente identificables. Betta y Sandro, los dueños de casa son un matrimonio desgastado por los años y la rutina. Ella es un ama de casa, atada a las responsabilidades de la cocina y los hijos. Su marido, un intelectual de izquierda pendiente de su smartphone y de las redes sociales, está mucho más atento al mundo virtual que a la realidad concreta. A esta pareja se le suma la de Paolo (el hermano de Betta) y Simona, quienes están esperando un bebé. Él, soberbio y adinerado, se autoproclama de derecha para provocar a sus amigos, mientras que su joven pareja es un poco tonta e inocente. Por último está Claudio, el amigo gay.
El principal conflicto se desencadena cuando Paolo anuncia que el nombre de su futuro hijo será Benito, inevitable referencia a Benito Mussolini y al oscuro pasado de Italia. Se trata de ideas que se debaten hace milenios, conflictos que se actualizan todo el tiempo, que siguen vigentes en cualquier reunión familiar y construyen una suerte de revisionismo histórico. En la película, este debate ideológico sirve como excusa para traer al presente viejos dilemas de los amigos y sacar a la luz secretos de la infancia.
Es interesante cómo la preocupación sobre el pasado del país sirve como excusa para reflexionar sobre la identidad y los ideales de la juventud. Es una invitación a pensar en la distancia entre lo que queremos ser y lo que efectivamente somos. Esta idea se encuentra reforzada por la alternancia de la mirada del espectador con la visión de los niños de la casa, que a lo largo de la noche sobrevuelan la reunión con un drone. Su mirada en apariencia inocente y distante, se encuentra profundamente arraigada con el pasado de los adultos. Qué pensaría nuestro yo de la infancia si observara la vida que finalmente construimos y el lugar al que elegimos pertenecer hoy. Para reforzar esta idea, la directora elige la voz de Lucio Dalla que construye un puente entre el pasado y el presente de los amigo, que cantan Llámame dentro de veinte años/Ah, ¿yo sería un estúpido?/ ¡de esos que miran todo el tiempo la televisión!/ No te preocupes/ tiempo para cambiar habrá/ En veinte años piensa en mi. La elección de esta pieza instaura una tregua en medio de las diferencias, y distiende la tensión entre los protagonistas que cantan y bailan como cuando eran niños. Al mismo tiempo, exhorta al espectador a hacer una conexión ineludible entre su propio pasado y presente.
La película se desarrolla a través de diálogos más bien teatrales, cada personaje, en algún momento de la noche interrumpe la discusión para expresar su verdad en forma de monólogo. Como resultado de este intercambio de ideas, sentimientos y confesiones resulta que la historia de la humanidad impregna todo lo que somos. Es imposible abstraerse de ella. Incluso la simple elección de un nombre está cargada de ideales. Dado que la historia no clausura, no existe un lugar vacío de ideología. Por lo tanto, es ineludible elegir con claridad dónde queremos estar y a dónde queremos pertenecer.
Trailer
Título original: Il nome del figlio
Año: 2015
País: Italia
Director: Francesca Archibugi
Guión: Francesca Archibugi, Francesco Piccolo basado en Le Prenom de Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière
Fotografía: Fabio Cianchetti
Reparto: Micaela Ramazzotti, Valeria Golino, Alessandro Gassman, Luigi Lo Cascio, Rocco Papaleo
Productora: Indiana Production Company / Lucky Red / Motorino Amaranto
Duración: 94 min