João Nicolau, nacido en Portugal y proveniente del campo de la antropología, se desempeña como director, montajista, actor y músico. Dentro de su filmografía se encuentran los cortos Rapace (2006), Canção de amor e saúde (2009), O Dom das Lágrimas (2012) y Gambozinos (2013) y los largometrajes A espada e a rosa (2010) y John From (2015). Sus películas se han presentado en los festivales más prestigiosos, incluyendo Cannes, Venecia, Locarno y São Paulo entre otros. Durante el 2016, la última película de Nicolau se pudo ver en el BAFICI y más recientemente, en la ulterior edición de la Semana de cine portugués.
John From se sumerge de lleno en la vida y las fantasías de Rita (Julia Palha), joven de quince años, quien durante el verano toma sol en el balcón, pasea y escucha música con su vecina Sara (Clara Riedenstein). Filipe, un fotógrafo considerablemente mayor que Rita, se muda al complejo habitacional donde ella vive y sin proponérselo, enamora perdídamente a la joven. El interés de Rita por su vecino la lleva a adentrarse en la cultura melanesia y más específicamente en el ritual conocido como “John Frum” o “John From”. Este amor, que al principio del film se muestra como no correspondido, se desata gracias a la intromisión de elementos fantásticos en el relato. Paulatinamente, el registro naturalista que inundaba el comienzo del film se quiebra y convive con uno de tono onírico el cual acerca –y superpone– en barrio de Rita y las islas del Pacífico.
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A diferencia de tus películas anteriores, esta es la primera donde las mujeres son las protagonistas. ¿Por qué elegiste sumergirte en el universo femenino?
Nunca he hecho películas autobiográficas pero siendo los protagonistas jóvenes adultos o personas que podrían tener mi edad siempre hay alguna autorreferencia. Mi experiencia ha alimentado a mis personajes, eso está más visible en los primeros cortos y el primer largo, aunque no tanto en las últimas películas. En John From me quise alejar de mi persona para descubrir más cosas. Además porque el universo de las mujeres es más rico en cuestiones de enamoramiento, ya que tiene más cambiantes, sobre todo en esa edad… toca más teclas que en un hombre. Después elegí ubicarlo en la adolescencia porque es un tiempo de intensidad y disponibilidad que me hace más fácil para mí como director observar las cosas.
Lo que yo no quería era ironizar o jugar con la intensidad de la pasión de Rita. Es el centro de la película y el tema más antiguo del cine. Pero me lo he puesto complicado, porque cuando esa pasión cobra más fuerza es el momento donde empieza esa locura de imágenes.
¿Cómo influyó el haber rodado en un barrio donde viviste durante muchos años en la caracterización de los personajes?
Mi coguionista y yo nos impusimos tener la cantidad mínima de personajes principales posibles y ubicar la película en un espacio físico muy concreto. No hay ninguna relación autobiográfica aunque, al igual que los personajes, pasé mi adolescencia ahí. Lo que buscaba era un barrio que fuese un personaje dentro de la película. En este barrio hay características espaciales, arquitectónicas y cromáticas que constituyen un lenguaje, y es el lenguaje es la primera característica de un personaje. Con el solo hecho de observar un poco más de lejos y sacar partido de esas características ya estaba mucho del camino recorrido.
Ya que no querías contar con tus experiencias de vida para construir a los personajes, ¿que referencias utilizaste?
Para esta película yo hice una pequeña pesquisa. Durante la primera fase del casting no les pedí a las actrices ejercicios de interpretación, era sólo hablar. Aparte de eso le pregunté a mi co¿guionista –que es mi hermana–, amigas y ex novias cómo eran a esa altura de su vida. Una ex novia me dijo que ella utilizaba el reproductor de música como oráculo: según el título que saliese había esperanza o no con su pareja.
¿Te inspiraste en algún personaje cinematográfico?
Yo no he estudiado cine así que no lo tomo como una fuente que me interese referenciar. Para construir a los personajes yo escribía mis películas con alguien que sabía que podía hacer el papel. Ahí la referencia es muy concreta: yo sabía que cierta persona se iba a mover de tal manera… eso ayuda a crear un personaje. En John From no tenía ninguna referencia de ninguna chica concreta, fue la primer película donde hice un casting para seleccionar a las actrices.
Yo escribí para una chica “normal” sin ningún trazo distintivo, sea físico o de otra orden. De hecho, tenía claro que una actriz bonita iba a traer más desventajas que beneficios; sin embargo, después de haber pasado el proceso de casting, Julia y Clara se impusieron de forma natural y el hecho de que ellas fueran bellas no podía ser un impedimento. También sabía que quería a alguien con fuerza porque la protagonista va a vivir algo que va a quebrar las barreras del mundo donde vive. Eso ha sido lo que a Julia le ha gustado cuando leyó el guion: que fuese una chica que no está ahí sólo para ser retratada sino para ser un motor de la cosa.
Hay una famosa frase de Alfred Hitchcock que dice “nunca trabajes ni con niños, ni con animales, ni con Charles Laughton”. Salvo por el actor inglés, vos rompiste todas las reglas.
Si, en Gambozinos eran niños más pequeños incluso. No hay diferencia, los trato de igual manera que a los adultos y ensayamos mucho. Claro que con los niños de Ganbozinos hay cosas que no puedo pedir porque no pueden entender, pero ahí observo más y dirijo de otra manera, aunque la seriedad es la misma. Los actores en John From son profesionales salvo Julia y Clara, para quienes esta fue su primera película. Ellas tienen mucho talento pero yo creo que es más que nada una cuestión de creencia. Lo más importante para mí es el compromiso con el trabajo. Ellas lo llevaron con seriedad, nunca lo tomaron como una broma y entendieron que era muy importante para mí y para ellas. Yo, al contrario de Hitchcock, sólo tengo buenas experiencias acerca de trabajar con niños, adolescentes y actores no profesionales.
¿Dirías lo mismo sobre trabajar con los animales?
En John From hay un casuar, un ave muy agresiva que da patadas y ni los cuidadores entran en las jaulas del zoológico para alimentarla. Yo quería traer al animal, pero los tres ejemplares que hay en Portugal eran imposibles de transportar. Había uno que podía venir desde España pero era un precio que no podíamos pagar, es por eso que hicimos un truco. Los efectos que hay en la película son parte de un programa: a mí me gusta compartir con el espectador la construcción de la película. Esas animaciones son muy básicas y muy evidentes, pero eso es a propósito porque creo que hace al sentido en la película.
En un contexto cinematográfico donde priman las películas de corte realista, vos decidiste filmar el mundo onírico. ¿Por qué esta elección?
El cine es una herramienta poderosa para ligar mundos oníricos con mundos más reales. Hay muchas capas de percepción que nosotros vivimos en la vida pero que las tendemos a separar. Una película puede ser más interesante si puede dotar de la misma importancia cosas de distintos niveles de percepción.
Decidí rodar mi película en el verano, primero por cuestiones prácticas ya que hay más horas de luz y me gusta filmar con la luz lo más natural posible. Por otro lado, me permitió trabajar mejor el cambio de ese barrio, al principio normal, a esa invasión que después surge. Si ves mis otras películas vas a ver que esta comienza en un tono más o menos realista. La primera media hora de la película es casi documental, ahí contamos qué es lo que las chicas hacen en las vacaciones. Mis películas anteriores empiezan ya en otro mundo de fantasía de tono onírico. En esta yo quise mostrar el cambio de ese tono realista/físico-factual a ese otro que sólo el cine puede hacer… darle el mismo valor a las realidades, tanto las oníricas como las que no lo son. No creo que las cosas que pasan en las películas no sean verdad, sino que son reales, están ahí, no son sólo la proyección de la cabeza de Rita.
¿Por qué rodaste John From en 16 milímetros?
Yo vengo de una generación que tal vez sea la primera que ha tenido cámaras de video en casa. Cuando me desafié a escribir mi primer corto de ficción era muy natural elegir el fílmico, porque era la materia plástica que yo asociaba al cine. Desde ese momento hasta hoy las cosas han cambiado mucho, pero yo sigo encontrando que me interesa trabajar en fílmico, sobre todo en 35 milímetros. Es este caso he rodado en 16 por cuestiones de costo. Un mes antes de rodar mi productor me dijo que finalmente podíamos utilizar el 35 pero para entonces yo ya había hecho los tests con 16 y había decidido que era el indicado. El cromatismo que que se lograba con esta película me parecía equivalente a lo que a Rita le estaba pasando.
¿Cómo ves el panorama de producción fílmica portuguesa?
Somos un país pequeño que produce muy poco, entre ocho y doce películas por año. Nada que ver con Argentina o España. En Portugal sólo hay una fuente de financiamiento que es el ICA, que vendría a ser como el INCAA aquí, según tengo entendido. Fuera de eso es prácticamente imposible encontrar apoyos financieros. La distribución de las películas portuguesas es difícil y más siendo cine de autor, eso pasa en toda Europa. Hay salas comerciales –de hecho yo estrené John From en las salas comerciales– pero son carreras muy cortas, están en cartel dos o tres semanas.
A lo largo de tu carrera filmaste tanto cortos como largos. ¿Cómo decidís el formato de tus películas?
Yo hice dos cortos, un largo, otros dos cortos y un largo. Eso tiene que ver con el sistema de financiamiento en Portugal, mi generación –porque hace 15 años no había financiamiento para cortos– se presentaba para hacer un largo y listo. Antes se veía mucho al corto sólo como una rampa para llegar al largo; afortunadamente ahora hay una línea de apoyo al corto, entonces es normal que empieces por los cortos y después te puedes presentar y hacer algún largo. Para mí no hay diferencia de status entre un corto y un largo, es la misma seriedad. Si tengo un proyecto que no llega a ser un largo no lo voy a alargar para que lo sea, de hecho, ahora tengo planeado un largometraje y también el proyecto de dos cortos.
¿Podrías contarme un poco más sobre tus próximos proyectos?
Mi próxima película será un largometraje musical, me interesa confrontar con la posibilidad –o no– de hacer un musical clásico hoy en día. Nuestra relación como espectadores con el cine es diferente, no podemos hacer de cuenta que somos ciegos y pensar que no han pasado sesenta años desde las películas de Minelli o de la era de oro del musical. En este momento el guion ya está escrito y algunas de las canciones compuestas, sólo estamos esperando el financiamiento para arrancar. Espero empezar a filmar en noviembre del año que viene [2017].
¿Y los cortos?
Uno de los cortos que quiero hacer es la adaptación de un cuento de un escritor portugués que se ha inventado un seudónimo para escribir policiales metafísicos que relatan lo que los gangsters o asesinos a sueldo pensaban cuando estaban solos en su habitación. Me interesa hacer un corto explorando todos esos momentos de soledad… pero eso no es tan fácil por los derechos del libro.
Otro proyecto que también quiero hacer es aprovechar un material que he dejado afuera de unos cortos que filmé. En 2012 filmé O Dom das Lagrimas, corto que ha sido una encomienda debido al nombramiento de Guimarães como capital europea de la cultura. Este se estrenó en Locarno pero después no circuló. El año que viene los derechos de ese material pasan para mí y ahí ya puedo hacer lo que quiera con este.
Luego de la proyección de John From, durante el diálogo con el público mencionaste que también te interesa rodar el ritual del que se habla en la película.
Investigando descubrí que ese ritual que ella describe en la cocina acontece de verdad, se llama “John Frum”, que es una corrupción de “John From” y se lleva a cabo todos los años. Es parte de un conjunto de cultos difundidos por aquella zona que tienen que ver con la asociación de abundancia material y los cielos. Durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas se habían asentado ahí para combatir a los japoneses, y como los aviones no podían aterrizar, dejaban caer cajas con comida.
Lo que quiero es hacer un registro de archivo, me interesa filmar ese ritual no como ficción sino como documental de línea etnográfica. Ya investigué un poco y me parece muy fuerte visual y culturalmente. Lo quiero filmar en fílmico y eso es algo que ya casi no se hace porque es un material muy caro, por eso tendremos que armar una estrategia de financiamiento alternativa para ese proyecto.
Tus proyectos son muy disímiles tanto en género como formato.
Sí, y también tengo otro que será un documental. Yo estuve en 2012 en Mozambique, haciendo una película por encargo. Ahí me encontré con una playa de arrecife que cuando la marea está baja se ven casi cuatro kilómetros de coral. La sociedad todavía tiene una división de tareas muy tradicional: los hombres van a pescar en el mar y las mujeres y niños están cogiendo moluscos y crustáceos en esa plataforma. Las personas ahí cantan canciones en relación al trabajo, la familia, la sociedad. Las canciones que una mujer adulta canta son diferente a las de una niña –que ya está trabajando–. Me interesa adentrarme en su universo y captar eso. Desde el punto de vista sonoro es increíble porque hace un espejo de agua muy grande y no hay sonido de motores en un radio de kilómetros. Esa exploración acústica me es muy interesante.
RECOMENDACIONES
Literatura: Memórias Póstumas de Brás Cubas de Machado de Assis y Art & Beauty de Robert Crumb.
Discos: Red Roses For Me de The Pogues y Estudando O Samba de Tom Zé.
Pintura: Double Landscape with Predella de Michael Biberstein.
Título original: John From
Año: 2015
País: Portugal
Director: João Nicolau
Guión: João Nicolau, Mariana Ricardo
Música: João Lobo
Fotografía: Mário Castanheira
Reparto: Júlia Palha, Clara Riedenstein, Filipe Vargas, Leonor Silveira
Productora: O Som e a Fúria
Duración: 98 minutos